“Tampoco los muertos estarán seguros cuando el enemigo venza, y este enemigo no ha cesado de vencer” (W. Benjamin)
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Sin temor a exagerar ni un poco, la edición en Chile de esta obra es un hito histórico.
En primer lugar, porque dentro de la sobreabundancia de textos sobre fascismo, neofascismo, postfascismo, populismo y nuevas derechas radicales, que se viene dando en los últimos años, lo que no abunda para nada son los análisis clásicos o actuales que provengan no desde la defensa de la democracia liberal o desde el antifascismo de pacotilla que caracteriza a la izquierda tradicional (institucional o pretendidamente revolucionaria), sino que desde una posición claramente anticapitalista y antiautoritaria.
Adicionalmente, porque la figura de Otto Rühle fue de gran relevancia política e intelectual en la primera mitad del siglo XX, pero ha llegado a ser completamente olvidada en general e inclusive en los ambientes de la extrema izquierda global y local.
Figura destacada de la izquierda comunista alemana, también conocida como corriente “consejista”, nació en 1874 y fue parte del ala izquierda de la mayor organización de la II Internacional, el Partido Socialdemócrata alemán. Junto a Karl Liebknecht, fue el único otro diputado que votó en contra de la participación en la Primera Guerra Mundial en 1915, manteniendo una consecuente postura internacionalista. Se unió a la Liga Espartaquista de Rosa Luxemburgo en 1916, de la que formó parte hasta 1917, cuando pasó a integrar el grupo de los Comunistas Internacionales (IKD).
Tras la revolución de 1918 participó del Consejo de Obreros y Soldados de Dresde y asistió como delegado al congreso de fundación del Partido Comunista de Alemania (KPD), en vísperas del año nuevo de 1919, donde se fusionaron espartaquistas y comunistas internacionales, pocos días antes de la insurrección proletaria que fuera sangrientamente aplastada por el gobierno socialdemócrata de Friedrich Ebert, a través de Gustav Noske (su “perro de presa”) y los Freikorps, antecesores de las milicias y grupos de choque nacional-socialistas[1].
Otto Rühle, expulsado del KPD en octubre de 1919, participó en el Segundo congreso de la Internacional Comunista en Moscú, representando al KAPD (Partido Comunista Obrero Alemán), formado en abril de 1920. Dentro del KAPD, Rühle sostenía una posición a favor de los consejos obreros y contraria a la institución-partido en sí misma, a la que denunciaba como una forma organizativa propiamente burguesa, tal como expresara en su conocido texto “La revolución no es asunto de partido” (1920)[2]. Famosas y valiosas son también sus cartas e informes, como “Moscú y nosotros” y el “Informe sobre Moscú”, ambos incluidos en un sustancioso compilado de textos de la “izquierda alemana” editado en Francia y luego traducido y difundido en español: “Ni parlamento ni sindicatos: ¡los consejos obreros! Los comunistas de izquierda en la Revolución alemana”[3].
Recordemos que en sus primeros tiempos la Internacional Comunista no eran tan monolítica y tanto en sus congresos como en los de la Internacional Sindical Roja participaron desde anarquistas y anarcosindicalistas a diversas variedades de comunistas. El avance de la burocratización primero y luego del estalinismo alejaron a la Internacional de ser un partido de la revolución mundial, y la convirtieron en un órgano de la diplomacia “soviética” (y hay que escribir la expresión entre comillas porque de los soviets o consejos obreros originales ya quedaba sólo el nombre).
El KAPD había enviado a dos representantes bastante interesantes a Moscú: el obrero astillero Jan Appel y el bohemio expresionista/dadaísta Franz Jung[4], quienes, para lograr su cometido, debieron desviar un barco y atravesar Rusia en plena guerra y revolución. Cuando en Alemania les perdieron la pista y hubo rumores de que habían sido detenidos en Estonia, enviaron a Otto Rühle, lo cual -como destacan los editores de “Ni parlamento ni sindicatos”- resultaba una elección muy curiosa, por ser un notorio “anti-partido”.
Después del Segundo Congreso de la Internacional, el KAPD siguió las órdenes de Moscú y expulsó de sus filas a Laufenberg y Wolffheim, líderes y pioneros de la nefasta corriente “nacional-bolchevique” -modelo de todos los “rojipardos” o “fascistas de izquierda”, desde el alemán Ernst Niekisch hasta el camaleónico eurasianista ruso Aleksander Dugin-. También se expulsó a Otto Rühle, que con su crítica del bolchevismo había quedado a la izquierda del partido, pero se negaron a aplicar la orden moscovita de fusionarse con el KPD.
El balance de Rühle tras su estadía en Moscú fue lapidario, pues a diferencia del resto del KAPD, que aún mantenía una posición de acercamiento al bolchevismo como la que se manifiesta en la famosa “Carta abierta al camarada Lenin” de Herman Gorter,[5] destruía toda ilusión en una posible colaboración con la III Internacional. En efecto, mientras Gorter y la mayoría del KAPD respondían amistosamente los durísimos ataques del jefe bolchevique contra la ultraizquierda alemana calificada de “enfermedad infantil del comunismo” por atreverse a discrepar de sus recetas parlamentarias, Rühle afirmaba que mientras la I Internacional fue la de la propaganda, y la II la de la organización, la III Internacional era la Internacional de la revolución, pero no era todavía ni podía llegar a ser la Internacional del comunismo: “Se la podría llamar la Internacional rusa. Su creación procedía de Rusia. Tiene su sede en Rusia. Está dominada por Rusia. Su espíritu es un condensado perfecto del espíritu de la revolución rusa, del Partido comunista ruso”. Pero “Rusia está todavía lejos, a leguas, del comunismo. Rusia, el primer país que ha llegado a la revolución y que la ha llevado victoriosamente hasta el final, será el último país que llegará al comunismo”[6].
Los comunistas rusos -prosigue Rühle- ignoran este hecho y pretenden imponer su esquema a los otros comunistas del mundo, olvidando que “aunque se despliega como un asunto internacional, la revolución es, en primer lugar, un asunto que concierne a cada país, a cada pueblo en sí”. El resultado de esto es que según los rusos debemos “sacar del bolsillo el esquema revolucionario standard (marca Lenin), lo aplicamos… ¡hurra! Esto funciona… y ¡crac! ¡La revolución ha triunfado!”. Ese esquema puede resumirse en: “La revolución es asunto de partido. El Estado es asunto de partido. La dictadura es asunto de partido. El socialismo es asunto de partido”. Y yo agregaría la famosa frase acerca de que si en Moscú llovía, nuestros “bolcheviques” criollos salían a la calle con paraguas. ¡Lo terrible es que durante todo el siglo XX las tres variedades principales de leninistas (trotskistas, estalinistas y maoístas) siguieron creyendo en el mismo esquema y lo trataron de aplicar incluso si no se ponían de acuerdo en estar en un solo partido y se escindían en cada vez más sectas de distinto tamaño!
En el segundo informe al que hemos aludido, Rühle explica que: “La táctica rusa es la táctica de la organización autoritaria. El principio del centralismo, que es su fundamento, ha sido desarrollado por los bolcheviques con tal perseverancia y, finalmente, llevado por ellos hasta tal extremo, que ha conducido al ultra-centralismo. Los bolcheviques no han hecho esto por arrogancia o por deseo de experimentar. Se han visto obligados a ello por la revolución”.[7]
El problema es que “el centralismo es el principio de organización de la época burguesa-capitalista. Con él, se puede edificar el Estado burgués y la economía capitalista. Pero no el Estado proletario y la economía socialista. Estos requieren el sistema de los consejos.” Por eso, para el KAPD, “contrariamente a Moscú, la revolución no es un asunto de partido, el partido no es una organización autoritaria que funciona de arriba abajo, el jefe no es un superior militar, la masa no es un ejército condenado a la obediencia ciega, la dictadura no es el despotismo de una camarilla de jefes, el comunismo no es el trampolín para el advenimiento de una nueva burguesía soviética”. De lo que se trata es de “provocar la iniciativa de las masas, liberarlas de la autoridad, desarrollar la conciencia de sí mismas, educarlas para la actividad autónoma y así acrecentar su interés por la revolución”.
Obviamente, la decepción de Rühle fue tajante, y así es como declara que: “Los métodos a los que me he visto sometido en Moscú provocaron en mí la repugnancia más violenta. Mirase donde mirase, maniobras políticas entre bastidores que se apoyaban en la baladronada para disimular el fondo oportunista por medio de duras resoluciones revolucionarias. Me habría gustado levantarme e irme. Sin embargo, decidí quedarme hasta que llegase el segundo delegado, el camarada Merges”. Dicho camarada complementó la segunda delegación del KAPD, para discutir su posible incorporación a la III Internacional, que finalmente fracasó por las exigencias rusas de disolver al KAPD en el KPD (sólo podía haber una sección en cada país) y aceptar la participación en sindicatos y elecciones.
De entre las numerosas entrevistas que sostuvieron con los líderes bolcheviques, cabe destacar en palabras del propio Rühle lo que tuvieron ocasión de decirle al mismísimo Lenin:
“Le explicamos que habíamos sentido como un escándalo y un crimen hacia la revolución alemana el que, en una época en que habría que escribir cientos de folletos contra el oportunismo, él encuentra tiempo y se siente obligado a redactar, precisamente contra el KAPD –el partido activo y el más consecuente de la revolución alemana– un folleto que es utilizado ahora, al igual que sus otros escritos recientes, como un arsenal de armas por toda la contrarrevolución, no para corregir nuestra supuesta falsa táctica en interés de la revolución, sino para matar, gracias a argumentos y citas de Lenin, toda actividad enérgica de las masas. Le demostramos que está totalmente mal informado sobre la situación alemana y que sus argumentos a favor de la utilización revolucionaria del parlamento y de los sindicatos sólo se prestan a risa entre los obreros alemanes. Finalmente, no le hemos dejado la menor duda de que el KAPD, al igual que rehúsa toda ayuda material de Moscú, no tolerará, con total firmeza, ninguna injerencia de Moscú en su política”.
Otto regresó a Alemania y -como ya señalamos- fue excluido del KAPD.
Dejando de lado estos valiosos documentos histórico-políticos, otras obras bien conocidas de Otto Rühle fueron su monumental biografía “Carlos Marx”, publicada en Chile por Ediciones Ercilla (1937, traducción de Raúl Silva Castro), y “El alma del niño proletario”, publicado como primer volumen de la Colección Psique de Siglo Veinte, en Córdoba, Argentina (1946, traducción de José Salgado), y que fuera dedicado al psicoterapeuta austríaco Alfred Adler, “en prenda de veneración. Nuestra común empresa: Cohumanidad”. Aparentemente fue en su calidad de pedagogo y educador socialista que Otto Rühle gozó de una amplia popularidad, ya en los tiempos de la República de Weimar, junto a su pareja Alice Rühle-Gerstel, escritora y psicóloga considerada pionera feminista, con quien contrajo matrimonio en 1922.
De la preocupación de Otto Rühle por los problemas de la infancia en la sociedad capitalista, compartida en esos tiempos por personajes tan diferentes como Walter Benjamin, Antonio Gramsci, Wilhelm Reich y Nadezhda Krupskaia (que pese a su importante obra sigue siendo conocida casi exclusivamente por ser la pareja de Lenin), da cuenta precisamente un texto colectivo dirigido por Alfred Adler, que había trabajado estrechamente con Freud hasta 1911, llamado “Guiando al niño”[8]. En el apéndice se incluye un interesante “Cuestionario para la exploración adleriana de la Psique infantil”, elaborado por Rühle, en el que podemos apreciar temas y preguntas como estos:
Consciencia del estatus económico-social. ¿Hay en la conducta del niño indicios que permitan diagnosticar una consciencia de clase? ¿Qué rasgos acusan en él una actitud de diferenciación frente a los niños de otras clases? (Palabras, actos, actitud en general) ¿Cuál es su actitud habitual ante la vida: aristocrática, pequeño-burguesa o proletaria? ¿Cómo se explica esto con referencia a su ambiente social? ¿En qué momento y circunstancia experimentó el niño, por vez primera, la diferencia de clases? – ¿En qué forma? (¡Descríbase la situación con exactitud!) ¿Cómo reaccionó el niño ante ello?
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Para entender bien la trayectoria de Otto hay que tener en cuenta que a partir de su segundo matrimonio, su vida y obra es inseparable de la de su compañera Alice. Con la intención de referir esta historia de amor y lucha, que arroja luces tanto sobre el autor como sobre la obra que estamos presentando, procedo en esta parte a destacar algunos datos biográficos tomados de uno de los escasos textos en español dedicados a la pareja: un detallado y largo artículo de Lizette Jacinto, “Desde la otra orilla: Alice Rühle-Gerstel y Otto Rühle. La experiencia del exilio político de izquierda en México 1935-1943”[9].
El matrimonio Rühle se estableció en las afueras de Dresde, donde fundaron la editorial Am andern Ufer (En la otra orilla), especializada en textos marxistas pero también en los temas pedagógicos, la psicología y el feminismo. Entre 1925 y 1926 publicaban un Periódico para la Educación Socialista. Otra publicación importante, aún no traducida al español, fue “El problema de la mujer en la actualidad –un balance psicológico”, de Alice Rühle-Gerstel.
Ante la inminente llegada al poder de los nazis en Alemania, a inicios de 1933 los Rühle se establecieron en Praga, ciudad natal de Alice. Justo a tiempo: el 5 de marzo las tropas de asalto del partido nacional-socialista (las infames “S.A.”) fueron a buscarlo a su casa para detenerlo. Después destruyeron completamente su biblioteca. En mayo de 1933 la abundante producción literaria de los Rühle fue incluida en el listado de libros prohibidos por los nazis, siendo quemados en plazas y universidades por sus grupos de choque, y después se dictó una sentencia contra ambos por “alta traición”.
En 1935, ante la negativa del gobierno checoslovaco a extenderle su visa, Otto partió a México, donde desde fines de los años 20 residía Grete, hija de su primer matrimonio con Johanna Zacharias. Su yerno, Federico S. Bach, le consiguió trabajo como asesor técnico en la Secretaría de Educación Pública. Otto ya conocía el país, pues como señala Lizette Jacinto, ya había ido en 1930 cuando su hija estaba a punto de dar a luz, permaneciendo ahí por ocho meses, viajando por el país para conocer bien su realidad. Luego de eso “preparó en 1932 el libro intitulado Imperialismus in Mexiko para la editorial alemana Fischer-Verlag, libro que nunca llegó a publicarse”[10].
Como técnico de la Secretaría de Educación Pública, Otto Rühle trabajó en la planificación de las escuelas rurales, trabajando en libros de texto como La escuela del trabajo (SEP, 1938) y en varios artículos sobre la educación socialista que aparecieron en la revista El Maestro Rural, entre los que destaca ““El niño proletario en México. Plan de trabajo para una investigación”.
Alice lo siguió allá un año después, consiguiendo trabajo en el recién fundado Consejo Nacional de la Educación Superior y la Investigación Científica.
En 1937 llegó exiliado a México León Trotsky, a quien Otto conocía desde 1907. Entre los que lo recibieron, además del zigzagueante Diego Rivera, estaba su yerno Federico S. Bach. Los Rühle mantuvieron en ese contexto una estrecha amistad con el fundador del Ejército Rojo, a pesar de las considerables y evidentes diferencias políticas entre “troskistas” y “consejistas”. En una carta de Alice a sus amigos Heinz y Frieda Jacoby, fechada en abril de 1939, declara que “con nosotros los Trotskys son muy amenos pero nunca llegamos a una conversación adecuada. Se habla sobre los cactus, los conejos y las palomas, con los que el viejo ocupa su tiempo y sólo es así porque uno se siente tradicional y humanamente obligado a hacerlo y porque el viejo en persona es muy amable y bueno. Pero una opinión política o moral no sale de él”.
Además, Otto participó de la Comisión Dewey, formada en 1937 por intelectuales norteamericanos para investigar las acusaciones contra Trotsky formuladas en los infames Procesos de Moscú. Todo eso les valió la dura enemistad de los terribles especímenes del estalinismo mexicano, que, caracterizados por su matonaje -y con la valiosa ayuda del cónsul estalinista chileno Pablo Neruda– lograron atentar contra Trotsky y finalmente darle muerte[11]. El influyente y muy mafioso P”C” mexicano, fiel a la línea moscovita, logró también que los Rühle perdieran sus trabajos.
En una carta a su amigo Erich Fromm, exiliado en Estados Unidos, Otto le dice: “me he convertido en el objeto del odio estalinista, quienes me toman por trotskista, para sacarme de mi puesto dentro de la SEP, porque la educación es estalinista, no por convicción sino porque los hombres que están allí así lo necesitan”. En efecto, los tiempos para experimentar con una educación socialista humanista ya se habían acabado, retrocediendo a una educación autoritaria tradicional, con los estalinistas mexicanos tomándose la SEP.
Los estalinistas mexicanos exigían en esos años a su aliado Lázaro Cárdenas la expulsión de Trotsky, antes de pasar a los atentados directos, y en ese viciado ambiente los Rühle quedaron etiquetados como trotskistas acérrimos. En verdad, el grupo al que se sentían mas cercanos era “Socialismo y Libertad”, que animaba el antiguo sindicalista revolucionario francés Marceau Pivert, y donde confluían Víctor Serge, G. Munis, el poeta surrealista Benjamín Peret, algunos anarquistas y otros revolucionarios consecuentes que habían quedado atrapados entre las dos contrarrevoluciones que se imponían en esos años: la fascista y la estaliniana.
Los Rühle quedaron en una muy precaria situación económica. Abandonaron su residencia en Coyoacán y se trasladaron a un departamento en el tercer piso de un edificio en calle Villalongos con Río Balsas, comuna Cuahtémoc. Otto tuvo que dedicarse a hacer tarjetas postales con imágenes sobre las diversas actividades de los trabajadores mexicanos, firmando con el alias de Carlos Timonero. Alice las comercializaba en tiendas de souvenirs para turistas, daba conferencias, escribía artículos sobre el Día de Muertos y otras tradiciones mexicanas, mientras intentaba sin éxito publicar libros bajo el seudónimo de Bárbara Félix.
En el único capítulo de las memorias de Alice que ha sido traducido al inglés, da cuenta de una discusión en torno al bolchevismo y el capitalismo de Estado, donde Otto terminó espetándole: “¡Mi querido Trotsky! ¡Tú eres el peor estalinista de todos!”[12]. La amistad se interrumpió a raíz de eso, y poco después, el 20 de agosto de 1940, Trotsky fue asesinado por Ramón Mercader, agente estalinista encubierto que lo golpeó cobardemente con un picahielo en la cabeza mientras lo visitaba en su casa en Coyoacán.
El 24 de junio de 1943, a la edad de 68 años, Otto murió de un ataque al corazón. Alice, su compañera de vida en las últimas dos décadas, al encontrarse con el cadáver de su compañero se arrojó desde el tercer piso que habitaban, muriendo en el hospital cinco horas después. En su curriculum vitae había escrito: “nacida austríaca, me convertí en checoeslovaca en 1918, en alemana en 1922 –por casarme con un alemán– en ‘sin ciudadanía’ en 1934 y en mexicana en 1939”[13]. La depresión en que ambos habían caído a partir de 1939 ya la había hecho pensar en la solución suicida, sumado al hecho de que desde pequeña sabía que las mujeres de su familia tenían una tendencia a morir a los 49 años. En el departamento se encontró una cierta cantidad de cianuro (25 gramos).
En una carta no enviada a la psicoterapeuta Karen Horney había dicho: “si este es el único mundo que existe, entonces me da lo mismo, hablando francamente: este mundo así como está, es tan horrible (y no lo es desde hace poco) que no lo puedo soportar, ni seguir viendo. Quiero morir. No quiero tener ninguna buena vida en medio de un mundo donde la mayoría de los hombres viven en terribles y pésimas circunstancias. No quiero vivir en un mundo donde existen ocho millones de lectores del Reader’s Digest. No quiero vivir en un mundo donde los mineros deben pasar su vida en la mina para ganar una miga de pan. No quiero vivir en un mundo donde todo es tan complicado, difícil y sobre todo aburrido”.
Sus papeles fueron heredados por su amigo Stephen Kalmar, de quien se despedía diciendo: “Ojalá que ustedes vivan en un mundo mejor, ¡ese por el que nosotros tanto esperamos! Sean buenos socialistas”.
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A diferencia de sus escritos políticos más conocidos, y de las obras que expresión su veta de educador, “Fascismo pardo y fascismo rojo”, escrita en el decisivo año de 1939 -en que los nacional-católicos triunfan en España, los estalinistas se ensañan contra los Rühle en México, y se inicia la Segunda Guerra Mundial- permaneció inédita en alemán hasta 1971, cuando se incluyó en un compilado de escritos de Otto Rühle publicado en Hamburgo por Texte des Sozialismus und Anarchismus Rowohlt Verlag.
En el Archivo Marxista de Internet existe un texto breve en español llamado “La lucha contra el fascismo“, que según señalan apareció en la revista consejista estadounidense Living Marxism (Vol. 4, No. 8, 1939)”, y que al parecer estaría basado en “Fascisme Brun, Fascisme Rouge”, publicado en francés por Spartacus en 1975 (Série B—N° 63), el que a su vez sería parte “de un texto aún más extenso en alemán llamado ‘Weltkrieg—Weltfaschismus—Weltrevolution’”.
La primera edición en español que conocemos es la del compilado “Un marxismo maldito”, editado por Enzo del Bufalo y Marc Geoffroy en septiembre de 2001, como parte de una colección con fines docentes de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela. Esta edición de Pensamiento y Batalla se basa en dicha versión, revisada y corregida.
Como bien señalan los editores venezolanos, la obra de Rühle en general y esta obra en especial fueron descubiertas por “el movimiento de los 60”, es decir, el segundo asalto proletario contra la sociedad de clases. He destacado en otro lugar que una consecuencia de la revuelta global que asociamos a 1968 fue la amplia difusión de ideas revolucionarias, mediante la edición y circulación de muy relevantes textos y documentación que provenían del hilo negro de la historia: las corrientes revolucionarias del pasado, que el peso de la larga noche de la contrarrevolución desatada desde 1919 en adelante había reprimido físicamente y tratado de ocultar o borrar para siempre de la historia[14].
En ese contexto es que esta importantísima obra es finalmente leída y comprendida por las minorías revolucionarias del mundo, aportando una visión que surge desde las entrañas de los procesos de revolución y contrarrevolución que se vivieron en la primera mitad del siglo XX (el “primer asalto”), en los que su autor fue un protagonista destacado.
El solo título resultaba chocante ya en 1939 -a pesar del Pacto Ribbentrop/Molotov y la luna de miel de 22 meses entre Hitler y Stalin– y más aún en 1971 o en 2023, pues en el imaginario de la izquierda realmente existente se instaló la idea de que el fascismo sólo fue y puede ser de “extrema derecha”. La idea de un “fascismo de izquierda” parece un oxímoron, cuando no un mero exceso de verbal inventado por demócratas liberales que siguiendo a Hannah Arendt y otros meten al fascismo y al comunismo dentro del saco del “totalitarismo”, predicando que “los extremos se topan” (como dice Bobbio en su famosa obra sobre Derecha e Izquierda[15]) y vociferando acerca de la importancia de proteger la democracia representativa.
Pero Otto Rühle no está hablando desde la socialdemocracia ni la defensa de la democracia liberal, ni tampoco se asemeja su posición a las famosas declaraciones de un pelmazo como Jürgen Habermas, cuando luego de la revuelta de 1968 descalificó a Rudi Dutschke y al movimiento estudiantil alemán tildándolos de “fascistas de izquierda”[16].
No. Lo que Rühle hace en esta obra es un cuidadoso balance de las revoluciones rusa y alemana, y un profundo paralelo entre Lenin y Luxemburgo, bolchevismo y consejismo. En especial se dedica a analizar el momento en que el bolchevismo se vuelve contrarrevolucionario, estableciendo una dictadura sobre el proletariado, detectando entonces una degeneración mucho más antigua y profunda que la que diagnostican los trotskistas y otros “bolcheviques críticos”.
En esta detallada comparación concluye que Lenin fue “el hombre de la revolución burguesa en Rusia”, que logró triunfar sobre el feudalismo “mediante la típica táctica partidista de la clase burguesa” y que “en la medida en que traspasó los límites de esta vocación sufrió un fiasco”[17]. Por su parte, Rosa Luxemburgo fue “según su vocación histórica, la dirigente de la revolución proletaria en Alemania. En la medida en que quedó rezagada respecto de las exigencias de esta revolución, también ella sufrió un fiasco”. Este rezago se expresaba para Rühle en no advertir que los consejos obreros superaban la forma-partido, adecuada para la revolución burguesa y no así para la proletaria.
El nacimiento del “fascismo rojo” es descrito así:
“La victoria del partido de Lenin fue suficiente para establecer el capitalismo, pero no para realizar el socialismo. Desde luego no el capitalismo en el viejo sentido, sino el capitalismo de Estado; cónsono con el desarrollo capitalista global y en total acuerdo con esta necesidad económica apareció el fascismo ruso bajo la forma de la dictadura de Stalin”.
En el mismo sentido, como explico en “La religión de la muerte”[18], otros consejistas como Paul Mattick ya en 1937 denunciaban -con ocasión de las jornadas de Mayo en Barcelona– el monstruoso laboratorio que el “fascismo de Moscú” había montado en España en contra de los sectores proletarios que habían levantado espontáneamente barricadas para defender las conquistas de la revolución social en contra de las provocaciones de los estalinistas catalanes agrupados en el Partido Socialista Unificado de Catalunya[19]. “La contrarrevolución triunfaba en Catalunya”, dijo Mattick, enumerando los métodos ya tradicionales del fascismo, aplicado ahora en versión GPU: asesinatos y apresamientos, desarme de las fuerzas revolucionarias, silenciamiento de radios y periódicos[20].
Visto así, existe una gran profundidad en el lema que desde el Bloque Negro suele lanzarse a los militantes del P”C” chileno cuando nos topamos con ellos en las calles: “¡Los pacos de rojo son más peligrosos!”. La pura y santa verdad, como se dice, a la luz de la experiencia histórica de la contrarrevolución estalinista, que como destaca Guy Debord en la tesis 109 de “La sociedad del espectáculo”, logró, en un trabajo combinado con el nazi-fascismo, liquidar al viejo movimiento obrero revolucionario.
Incluso Félix Guattari ha destacado que existen dos prototipos de partido policíaco: el partido policíaco nazi y el partido policíaco estalinista, los que “se asemejan quizás más entre sí que otros componentes estatales correspondientes a cada uno de estos sistemas”, y que “las diferencias son quizás mucho mayores entre los fascistas mismos que entre ciertos aspectos del estalinismo y ciertos aspectos del fascismo”[21].
El que muchos “rabanitos” y otras variedades de tankies insistan todavía en defender al fascismo de Stalin contra el de Hitler, y lo conviertan ocho décadas después en el entusiasta apoyo a Putin y los mercenarios del Grupo Wagner contra los “ucronazis”, demuestra la miseria de esta variedad de socialdemocracia autoritaria con bandera roja, y nos permite reivindicar la verdadera lucha por el comunismo: la sociedad sin clases y sin Estado, en contra de todos los enemigos de la emancipación humana.
Como sentencia el autor en una parte del libro: “Todas las cosas incorrectas serán inexorablemente corregidas por la historia y los hombres que cometen los errores serán juzgados por ella”.
Por Julio Cortés Morales
[1] El antifascismo de pacotilla de los frenteamplistas y “progres” chilenos no resulta para nada incompatible con la cercanía que tiene con la Fundación Ebert (FES-Chile): tal para cual.
[2] Disponible en el Archivo Marxista de Internet.
[3] Los textos fueron compilados y presentados por los camaradas franceses Danis Authier y Gilles Dauvé. La versión de Ediciones Espartaco Internacional (2004) aún circula en la web, y agregó dos documentos que no estaban en el original francés: el “Informe del KAPD sobre el III Congreso de la Internacional Comunista (31 de julio de 1921)” y la “Resolución de la conferencia de la fracción Comunista abstencionista del Partido Socialista Italiano (Florencia, 8-9 de mayo de 1920)”. Este último documento permite conocer las posiciones de la izquierda comunista italiana (“bordiguista”), bastante distinta a la germano/holandesa o “consejista”.
[4] Que dejó un testimonio del viaje en su libro “El escarabajo-torpedo”. En español existe un interesante libro de Jung, “El camino hacia abajo. Consideraciones de un revolucionario alemán sobre una gran época (1900-1950)”, Logroño, Pepitas de Calabaza, 2017. Según señala el recientemente fallecido Hans Magnus Enzensberger, en “Hammerstein o el tesón”, se trataría de la misma obra, con dos títulos diferentes. De Jan Appel es posible encontrar un fragmento de sus “Recuerdos” en el Archivo Marxista de Internet.
[5] Existe una versión publicada por la Colección 70 de Editorial Grijalbo, México, 1971, dentro del libro “Jefes, partido y masas”, atribuido a V.I. Lenin y H. Gorter, que además de la Carta de este último incluye bajo el título de “Crítica a los izquierdistas alemanes” extractos del libro de Lenin “La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo”.
[6] “Moscú y nosotros”, 18 de septiembre de 1920.
[7] “Informe sobre Moscú”, 2 de octubre de 1920.
[8] Tengo a la vista la edición en español de la Biblioteca del Hombre Contemporáneo, Paidós, Buenos Aires, 1948.
[9] En: Historia Mexicana, Vol, 64, N°1, julio-septiembre 2014, pp. 159-242. ¡84 páginas! ¿Quién se anima a publicarlo como librito?
[10] L. Jacinto, Op. Cit, p. 176.
[11] En sus memorias el “poeta” cuenta con orgullo cómo ayudó a David Siqueiros a escapar de México hacia Chile, cuando estaba detenido por haber comandado un atentado armado contra la casa de Trotsky donde éste se salvó apenas de recibir los disparos de las ametralladoras del P”C”M.
[12] Alice Rühle-Gerstel, No verses for Trotsky. A Diary in Mexico (1937), disponible en libcom.org
[13] Citada por L. Jacinto, p. 181.
[14] “Nubes oscuras nos impiden ver”: Presentación a “Fascismo/Antifascismo” de Jean Barrot (1979), Sapos & Culebras, 2023.
[15] Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política. Traducción de Alessandra Piccone, Madrid, Taurus, 1997.
[16] La anécdota es relatada en un famoso libro de Rolf Wiggershaus, dentro del capítulo “Los teóricos críticos y el movimiento estudiantil” (La Escuela de Fráncfort, Buenos Aires, FCE, 2010, pág. 771-772).
[17] Sabemos que esta frase por sí sola puede acusar ataques de rabia e infartos a estalinistas, nacionalistas/autoritarios de izquierda y otros “tankies”: ¡Amén! ¡Que así sea!
[18] ‘La religión de la muerte. Post scriptum sobre viejos y nuevos fascismos’, Santiago, Editorial Tempestades, 2023.
[19] El PSUC se formó fusionando el PSOE con el PCE en Catalunya. Sobre las jornadas de mayo del 37 recomiendo leer a Gilles Dauvé en “Cuando las insurrecciones mueren”, dado que son uno de los eventos históricos en que analiza en concreto la interacción de revolución y contrarrevolución y fascismo/antifascismo (página 93 y ss. en la edición de Mariposas del Caos). Además, existe el libro “Barricadas en Barcelona. La CNT de la victoria de julio de 1936 a la necesaria derrota de mayo de 1937” de Agustín Guillamón (Rosario, Lazo, 2013) y el volumen colectivo “Barcelona, mayo 1937. Testimonios desde las barricadas”, coordinado por Sergi Rosés y otros (Barcelona, Alikornio, 2006).
[20] Paul Mattick. “Las barricadas deben ser retiradas”: el fascismo de Moscú en España (1937). En: Carlos García y Sergi Rosés (compiladores), Expectativas fallidas. El movimiento consejista ante la guerra y revolución españolas: artículos y reseñas; Santiago, Un fantasma recorre el mundo, 2020. Mattick destaca ahí que “los anarquistas se convirtieron en propagandistas de la versión del fascismo de Moscú, en servidores de esos intereses capitalistas que se oponen a los planes actuales de Franco en España”.
[21] “Micropolítica del deseo”, incluida en Las luchas del deseo. Capitalismo, territorio, ecología. Escritos para un encuentro 1989-1991, Santiago, Pólvora editorial, 2020, un libro que compila textos que en su momento fueron publicados en Chile preparando la visita de Guattari en 1991, poco antes de morir. Las referencias que he hecho están entre las páginas 113 y 115.
Ensayo publicado el 5 de agosto de 2023 en El Porteño.