Podemos calificar de ultraizquierda a toda práctica, organización o teoría que defina la revolución como afirmación del proletariado y que critique y rechace simultáneamente todas las mediaciones que comporta el ascenso de la clase en el seno del modo de producción capitalista (organizaciones políticas, sindicalismo, parlamentarismo. . . ), sin las cuales esa afirmación no puede existir. En este sentido, la ultraizquierda es una contradicción en proceso. A través de las luchas de la «época del ‘68» y luego, durante la década de 1970-1980, surgió —de forma fragmentaria, a trompicones y a través de críticas sucesivas—, un nuevo paradigma teórico de la lucha de clases, de la revolución y del comunismo: la teoría de la comunización. Dicha teoría surgió, en el curso caótico de las luchas y la reestructuración del capital, de la crítica de nociones como autonomía, autonegación del proletariado, rechazo del trabajo y revolución a título humano, a las que vino a sumarse luego, como aspecto integral del proceso de superación del programatismo, la crítica de la distinción de género, dimensión fundamental de la abolición de las clases y la producción de la inmediatez social de los individuos.
Publicado por Lazo Ediciones