11 de septiembre de 1973: Los cordones industriales

En el marco de los 50 años del golpe, compartimos este importante artículo que da cuenta de la historia de estos órganos colectivos de poder popular

11 de septiembre de 1973: Los cordones industriales

Autor: Seguel Alfredo

“En septiembre del año 1973 se encontraban establecidos y articulados, más de treinta cordones industriales a lo largo y ancho del país, ocho de ellos en la capital”

Ver también / Las máscaras de la memoria: 11 de septiembre en el Cordón Industrial Mapocho Cordillera 

Los cordones industriales: 11 de septiembre de 1973

Por Isabel Hernández

¿Democracia participativa? ¿Democracia obrera? No exactamente. Más bien los Cordones Industriales fueron órganos colectivos de Poder Popular (1).  El primero de ellos fue el de Cerrillos Maipú y se constituyó en Santiago el 19 de junio de 1972, cuando la industria conservera Perlak fue tomada por sus trabajadores para exigir que pasara al Área de Propiedad Social (2) del Estado. Poco tiempo antes había nacido el Comando Coordinador de las Luchas de los Trabajadores de los Cordones Industriales y poco tiempo después se consolidaron otros órganos similares de poder popular organizado (3).

Esta industria alimentaria nacida en 1958 pertenecía a las familias italianas Nagomarsino, Carlemari, Antiqueiro y Queirolo. Sus rubros principales consistían en salsas de tomates, caldos en cubos y paté de foie. Allí trabajaban 160 obrros y más del 50% era mujeres, cifra que aumentaba temporalmente en los tiempos de cosecha del tomate. A un mes de intervenida la industria La Tercera de la Hora (domingo 23 de julio de 1972, pag.10), publicó las siguientes cifras: Producción en sección bodega antes de la intervención: 500 cajas conserveras diarias; después de la intervención: 750 cajas diarias. (aumento: 50%). Producción sección Witt: antes de la intervención: 50.000 unidades diarias. Después de la intervención 78.000 unidades diarias (aumento 56%). Consultar: “Los trabajadores de industria Perlak intervenida a la opinión pública” en el citado periódico. Al pasar la empresa a manos de los trabajadores, la activa gestión obrera no sólo había doblado la producción, mejorado la infraestructura (casino, maquinaria, baños, etc.) sino que había elaborado un nuevo producto alimenticio a bajo precio: las sopas para niños Caldos Witt, que la Revista Mayoría caratuló como “Caldos proletarios desde el riñón de Maipú”. 

La industria alimentaria Perlak nació en 1958 y pertenecía a las familias italianas Nagomarsino, Carlemari, Antiqueiro y Queirolo. Sus rubros principales consistían en salsas de tomates, caldos en cubos y paté de foie. Allí trabajaban 160 obreros y más del 50% era mujeres, cifra que aumentaba temporalmente en los tiempos de cosecha del tomate. A un mes de intervenida la industria La Tercera de la Hora (domingo 23 de julio de 1972, pag.10), publicó las siguientes cifras: Producción en sección bodega antes de la intervención: 500 cajas conserveras diarias; después de la intervención: 750 cajas diarias. (aumento: 50%). Producción sección Witt: antes de la intervención: 50.000 unidades diarias. Después de la intervención 78.000 unidades diarias (aumento 56%). Consultar: “Los trabajadores de industria Perlak intervenida a la opinión pública” en el citado periódico. Al pasar la empresa a manos de los trabajadores, la activa gestión obrera no sólo había doblado la producción, mejorado la infraestructura (casino, maquinaria, baños, etc.) sino que había elaborado un nuevo producto alimenticio a bajo precio: las sopas para niños Caldos Witt, que la Revista Mayoría caratuló como “Caldos proletarios desde el riñón de Maipú”.

Poco tiempo antes había nacido el Comando Coordinador de las Luchas de los Trabajadores de los Cordones Industriales y poco tiempo después se consolidaron otros órganos similares de poder popular organizado.

En septiembre del año 1973 se encontraban establecidos y articulados, más de treinta cordones industriales a lo largo y ancho del país, ocho de ellos en la capital. Todos se establecieron por la voluntad independiente de las y los trabajadores, su formación se extendió y multiplicó como respuesta al sabotaje y a las huelgas organizadas por los gremios empresariales, cuyo fin era la desestabilización del gobierno de Salvador Allende y la obstaculización de su programa político.

Cada Cordón Industrial consistía en un grupo de compañías o fábricas del Área de Propiedad Social que coordinaban el trabajo de las y los obreros de una misma zona, a través de una economía solidaria, de apoyo mutuo y protección activa. La batalla de la producción fue una de las grandes consignas de los Cordones Industriales para dar respuesta al paro de octubre de 1972, cuando se hizo evidente el boicot que generaron las distintas organizaciones patronales para acrecentar en forma artificial el desabastecimiento de productos que no alcanzaban para responder a la mayor capacidad de consumo, el incremento de los salarios, el congelamiento de los precios de la canasta básica y otras reformas económicas beneficiosas para la mayoría de la población.

La naturaleza independiente de los Cordones Industriales, órganos de poder obrero opacó la fuerza de las directrices de ciertos sindicatos oficiales, de la Central Única de los Trabajadores (CUT), del liderazgo del Parlamento y de los partidos que formaban la coalición de la Unidad Popular. En cambio, algunas organizaciones políticas como el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y la fracción menos conservadora del Partido Socialista (de cuyo seno surgió la mayoría de los dirigentes de los cordones industriales) visualizaron estos órganos de poder obrero como el embrión de un sistema de gobierno mucho más justo, equitativo y democrático.

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Los gérmenes de poder popular de los Cordones Industriales desataron la ofensiva de los partidos políticos opositores a la Unidad Popular, de los grupos paramilitares y las Fuerzas Armadas, pero también dilucidaron los lacónicos preparativos de la izquierda para enfrentarlos.

Las revueltas de los meses anteriores a septiembre del ´73 fueron tan vehementes como premonitorias de la tormenta definitiva. El proceso inflacionario se agravó por los severos problemas acaparamiento y sabotaje empresarial, la férrea y virulenta oposición del Partido Nacional a la que se unió la Democracia Cristiana que en sus inicios había apoyado la elección de Salvador Allende, y el rechazo de los gremios médicos, comerciantes minoristas y camioneros.

En el frente interno, a su vez, el gobierno se vio entrampado por el enfrentamiento entre quienes querían acelerar y radicalizar el proceso revolucionario (un sector del Partido Socialista, Aurora de Chile, el MAPU y el MIR, aunque este último movimiento no hiciera parte de la coalición gubernamental) y los que pretendían consolidar con mayor lentitud el proceso (Partido Comunista, Partido Radical, Movimiento de Acción Popular Unitario-Obrero Campesino y el sector más conservador del Partido Socialista).

La opción golpista de algunos sectores de la oposición se vio frustrada en junio de 1973, con el fallido intento de golpe de estado conocido como “El Tanquetazo”. Aquel estallido militar fue un momento imborrable para nuestra memoria, sin embargo, también fue una clara advertencia: sólo un contundente apoyo popular daría viabilidad al gobierno de Allende. Todo cambió y, para bien o para mal, el intento del presidente de convocar a un plebiscito nunca llegó a concretarse. Durante la mañana del viernes 29 de junio de 1973, la inconfundible voz del presidente Salvador Allende se escuchó sin nitidez, con rumores y estallidos de fondo:

Un sector sedicioso se ha levantado. Es un pequeño grupo de militares facciosos que rompen con la tradición de lealtad. El Blindado Nº 2 dispara contra La Moneda. La guardia de Palacio hace frente.

Llamo al pueblo para que tome las industrias, pero no para ser victimados. Que el pueblo salga a la calle, pero no para ser ametrallado. Que lo hagan con prudencia, con cuanto elemento tengan en sus manos.

Si llega la hora, el pueblo tendrá armas. Pero yo confío en las Fuerzas Armadas leales al gobierno (4).

Este pronóstico errado se debe a una visión sobredimensionada de la fuerza armamentística del poder popular.

                            ***

Muy pocos fueron los que salieron a las calles ese día, ni con prudencia ni con los elementos que pudieran tener en sus manos. La dirigencia de los partidos políticos que componían la Unidad Popular no llamó a la movilización, tampoco la gran parte del liderazgo de los Cordones Industriales y las armas nunca aparecieron.

Quince años más tarde, en sus ignominiosas “Memorias de un Soldado”, el General Augusto Pinochet Ugarte, escribiría que “El Tanquetazo” había servido para que los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas pudieran medir la capacidad de las organizaciones defensoras del Gobierno Popular, registrar el tipo de armas que éstas usaban, y comprobar que los llamados de Allende al pueblo para defenderlo prácticamente no habían tenido ninguna respuesta efectiva.         

Hasta las ocho horas de la mañana del martes 11 de septiembre, el presidente de la República tuvo confianza en la lealtad del general Augusto Pinochet y esperó, de un minuto a otro, su intervención en defensa del gobierno.

Para los militantes de los Cordones Industriales, aquella mañana fue un día de toma de decisiones más personales que políticas. Lo que estaba en juego no era solo el destino del país, el cambio social, el futuro del socialismo en Chile, lo que ese día se arriesgaba era la sobrevivencia, la vida sin abstracciones, la propia vida.

Desde muy temprano las operaciones militares comenzaron con la intervención de la Armada en el puerto de Valparaíso, y continuaron con los desplazamientos de tropas en la capital. Se trató de una guerra relámpago de pocos días, una guerra interna llevada a cabo en vistas del poder total. Comprendió el uso de aviones de caza y tanques y empujó al presidente Allende al suicidio en el palacio presidencial antes de las dos de la tarde, poco después de su último mensaje: el discurso sobre las grandes alamedas, un testamento político dejado a las generaciones futuras.

Los soldados, carabineros, suboficiales y gobernadores que rechazaron lo que consideran una traición, fueron fusilados. La estrategia militar desencadenada en la capital siguió un plan simple pero eficaz: incursión directa a La Moneda para destruir simbólicamente el poder central y desde allí, dirigirse hacia la periferia con la prioridad de tomar el control de los Cordones Industriales. En sus Memorias, el señor Pinochet manifestó su sorpresa ante la débil resistencia encontrada:

Luego se inició una dura labor de limpieza. En esos momentos no recibimos en los Cordones Industriales ninguna de las reacciones que temíamos.

Sin embargo, fueron miles de mujeres y hombres los que esperamos las armas en las respectivas sedes locales de los respectivos cordones y sus industrias. Múltiples testimonios anónimos expresan el sentimiento de aquellos que aguardaban el armamento con qué luchar:  

Nuestros dirigentes del Cordón Vicuña Mackenna admitían que en todas las industrias los obreros le pedían en vano las armas. Pasamos toda la noche esperando armas que no llegaron nunca. Sentíamos balaceras por el Cordón San Joaquín, donde había varias empresas tomadas. Ahí tenían algo de armamento por lo menos en una de ellas, la empresa textil Sumar. Nuestro sueño era que en cualquier momento nos podían llegar las armas y también podríamos hacer lo mismo. Pero no pasó nada.

Al anochecer, en el Cordón Mapocho Cordillera ya habían ocurrido algunos enfrentamientos con escuadrones de soldados desde la Avenida Santa María. Hubo dos pequeños grupos de 20 y 30 mujeres y hombres que siguieron dispuestos a resistir desde las terrazas de Calzacuer y Quimantú: los heridos, los muertos, la recuperación de algunas armas obsoletas abandonadas por otros militantes se hizo insostenible.

A medianoche el desbande general fue irreversible.  

Teníamos un sentimiento de impotencia total. Era inconcebible. ¿Qué estaban haciendo los dirigentes de la UP? Era más fuerte que yo…en algún momento me puse a gritar: ¡nuestros dirigentes nos han traicionado!

No hubo respuesta desde el sistema de defensa de las Coordinadoras locales de los Cordones Industriales, ni tampoco la estructura de los partidos políticos.

No llegaron ninguno de los que respondían a nuestro mando, los trabajadores nos quedamos huérfanos, sin dirección y sin armamento.

Una compañera recuerda:

Cuando no aparecieron ni las fuerzas militares amigas, ni las armas, y quedó claro que Allende estaba muerto y la batalla militar perdida, nosotras, las trabajadoras fuimos enviadas a nuestras casas, y nos tragamos las penas y los llantos.

Hubo industrias como la ex–Yarur, Textil Progreso, Elecmetal y Cristalerías Chile entre otras, también perteneciente al Cordón Industrial Vicuña Mackenna, donde los dirigentes y trabajadores se acuartelaron durante más tiempo para vigilar las fábricas contra robos o daños, asumieron la tarea de cuidar las empresas del Área de Propiedad Social. Fue el último desafío:

Todo terminó cuando las tropas se acercaron a las fábricas. Muchos de los mejores líderes saltaron el muro del recinto y desaparecieron para siempre en la resistencia clandestina.

Una revisión de las sentencias dictadas por los tribunales militares después del golpe de estado registra siete consejos de guerra que involucraron a 55 personas relacionadas con los Cordones Industriales, entre mujeres y hombres. Los demás resistentes sucumbieron sin juicio.

El día del golpe ya había muertos en las calles, los traían de otro lado, los tiraban en cualquier parte…No sé, pero ¡y no podíamos hacer nada! Creo que fue lo más duro de aquellos tiempos. 

La violencia de estado invadió el país y puso en su mira a los militantes de izquierda, intelectuales y dirigentes del movimiento sindical, activistas de los Cordones Industriales y a todos aquellos que se lanzaron en la aventura del poder popular. En todos los testimonios, la dimensión traumática de esas primeras horas de violencia intensa es omnipresente, se trató del inicio del período histórico más oscuro para quienes sufrieron detenciones arbitrarias, torturas, asesinatos de sus cercanos, exilio o clandestinidad durante años.

                                                               ***

El día 8 de noviembre de 1973, Eduardo Frei Montalva envió desde Santiago de Chile una carta a Mariano Rumor, presidente de la Unión Mundial de la Democracia Cristiana en Roma. Aquí transcribo un fragmento:

Si bien el gobierno de la UP se presentó como una vía legal y pacífica hacia el socialismo, en realidad estaba absolutamente decidido a instaurar en Chile una dictadura totalitaria. Frente a estos hechos, naturalmente la Democracia Cristiana no podía permanecer en silencio. Era su deber -y lo cumplió- denunciar esta tentativa totalitaria que se presentó siempre con una máscara democrática para ganar tiempo… Las Fuerzas Armadas no actuaron por ambición. Más aún, se resistieron largamente a hacerlo. Por eso los chilenos quieren apoyarlas porque creen que ésta es la condición para que se restablezca la paz y la libertad en Chile. Nosotros no somos parte del actual gobierno de las FFAA. No defenderemos los errores que se cometan, inevitables algunos, en una situación tan terriblemente difícil, pero es necesario que el país salga del caos y, en consecuencia, que el gobierno actual tenga éxito.  

Tuvo éxito.

Casi 17 años de dictadura arrasaron con la vida democrática y también cobraron la vida de innumerables víctimas. La vida del propio Frei Montalva y en gran parte la de su propio partido.

Nunca más las semillas de una auténtica movilización organizada germinaron ni en los cordones de las periferias, ni en el centro de Chile.

El país lastimado continúa dando tumbos en la neblina.

Notas:

(1) Objetivos políticos de los Cordones Industriales:
1 – Defensa y ampliación de las conquistas del gobierno y de la clase trabajadora.
2 – Representar en forma directa y democrática a los obreros y empleados de cada Cordón.
3 – Constituirse en organismos de defensa del actual gobierno de la Unidad Popular en la misma medida que este representara los intereses de los trabajadores.
4 – Luchar en forma enérgica por una mayor participación de los obreros y empleados en las decisiones inherentes a sus intereses e incrementar el poder de los sindicatos y de las organizaciones de la clase trabajadora.
 5 – Cooperar en forma decisiva en la preparación de los organismos de defensa del sector de tal manera que se garantizara el control territorial y político por parte de la clase trabajadora”.

(2) En tiempos de la Unidad Popular los trabajos voluntarios eran una constante en diversas empresas del país. Los obreros se sentían empoderados, constituían el fundamento del cambio social y así crecía el proyecto gubernamental del Área de Propiedad Social (APS) y Mixta (APM). Allí estaba la clave del desarrollo de relaciones sociales de producción no capitalistas. Sin embargo, los estudios respecto a este período se han centrado en su mayoría en dinámicas

(3)    Los cordones industriales Vicuña Mackenna, O’Higgins, Macul, Estación Central, Santa Rosa-Gran Avenida, Conchalí-Área Norte y Huachipato (en Concepción) fueron fundados en octubre de 1972. El cordón Mapocho Cordillera se constituyó recién en marzo de 1973.

(4)   En aquel momento, Allende fue asertivo. Pasadas las siete de la tarde, el presidente le habló a una multitudinaria concentración de chilenas y chilenos en la Plaza de la Constitución. Recuerdo que yo estaba allí desde temprano, junto a mis compañeras, tan conmocionada como aturdida y desconfiada:

Rindo homenaje a las fuerzas leales del Ejército de Chile, de la Armada Nacional y de la Aviación. Rindo homenaje a los civiles que perdieron sus vidas, como consecuencia de la actitud artera, antipatriota del grupo insurgente, una actitud contraria a la doctrina de nuestras Fuerzas Armadas.

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