Su nombre y su historia se conocieron hace poco más de una semana en gran parte del mundo.
Es que apenas seis días antes, los médicos le habían pronosticado sólo una semana más de vida. Pero sus fuerzas resistieron un poco más: Nardya Miller murió ayer en Brisbane, Australia.
Su nombre y su historia recorrieron el mundo por un conmovedor mensaje que la joven de 25 años publicó en su cuenta de Instagram y que sirvió de inspiración para millones de personas. Miller -quien se sometió a un doble trasplante de pulmones que su cuerpo no toleró- sufrió toda su vida de fibrosis quística, una enfermedad congénita que ataca esos órganos y el aparato digestivo.
Hoy se cumplirían dos años desde que fue trasplantada y fue sobre ese tema que eligió hablarle al mundo sobre sus horas finales. «La mayoría de nosotros no sabe qué se siente cuando te dicen que no vivirás más allá de tus años de adolescencia. Pero Nardya consiguió más en su corta vida de lo que muchos de nosotros podríamos soñar«, señaló un allegado de la joven al diario Sunshine Coast de esa ciudad.
El mismo familiar contó todos los proyectos que había logrado emprender y realizar, pese a saber que su enfermedad sería difícil de remediar sin un donante compatible al 100 por ciento. Cursos de belleza, certificados de primera calidad en su profesión, una marca propia. Todos esos sueños logró concretarlos, aun cuando ya estaba muy enferma. Incluso, caminó 10 kilómetros en una cruzada por su padre, a quien el año pasado le diagnosticaron esclerosis múltiple. También luchó por él.
Consiguió además redecorar la casa en la que vivía con su novio y prometido, Liam Fitzgerald, tal como lo habían soñado. Pero ya no podrán «vivirla» juntos. Pero no lo dejó del todo. Desde su lecho organizó junto con un primo una colecta para ayudar a Liam a pagar los costos de su propio servicio fúnebre. Las donaciones superaron los 25 mil dólares.
Pero por lo que más se la recordará será por ese mensaje que tocó el corazón de millones alrededor del planeta:
«Quizá te conocí toda mi vida. Quizá te conocí por diez años, tal vez, tan sólo un momento. Pero en menos de una semana nunca más te veré, nunca más veré tu rostro, nunca más te hablaré, tocaré, abrazaré. Pero siempre te amaré, y [estarán] las amistades que construimos y los recuerdos que tuvimos. Las cosas no siempre se dan como las planeamos en vida, habrá muchas cosas que nunca tendré, lugares a los que nunca iré y cosas que no veré. Pero siempre estaré mirando. Siempre. Sonriendo. Porque estuve aquí. Nunca me rendiré. Como siempre. Ahora estoy simplemente dejándolo ir. Y, por favor, les ruego que vivan su vida de manera plena«.