Me fui a ROJO

      Qué se puede decir

Me fui a ROJO

Autor: Sebastian Saá

 

 

 

Qué se puede decir. Me flipé, lo asumo. Hace tiempo que no veía un libreto que me cautivara de esa forma. La rapidez y la fluidez de la exposición de las ideas, la riqueza del texto y la interpretación de Gnecco fueron una revelación para mí, que me encuentro tan desilusionada del teatro chileno. Me encantó el flujo del diálogo, la intervención de la iluminación como si fuera un personaje más de la obra, la música, pero por sobre todo, el hecho de que se abría como un espacio para reflexionar en torno al arte y a la labor del artista.

 

Estoy en las butacas del Mori Bellavista, esperando a que comience “ROJO”.

La experiencia en si misma es bien rara, ya que se huele el ambiente periodístico (es una breve muestra de lo que será la obra, previa al lanzamiento para que le demos guaraca en los medios y llegue la gente). Y es raro ese ambiente. Es como si las cámaras fueran las prolongaciones de la tula de los medios. Canal 13 lleva, por mucho la delantera. Le sigue CNN, por ahí también está La Tercera, y los últimos que quedamos somos Bío-Bío, nada más con un micrófono, y esta humilde servidora que a penas y partí con mi libretita y un lápiz bic de a docientos. Lo primero que pensé fue “chanfles” qué gueá estoy haciendo acá, con la pitucada más sheak de Santiago y es que, siendo honesta, la propuesta de la obra me pareció mega interesante, pero en verdad creí que no se iba a justificar el esfuerzo. Pero como dice el viejo y conocido refrán, “a caballo regalado no se le miran los dientes” y entonces decidí quedarme. Para hacer más light el tiempo, traté de meter una infructuosa conversa con mis “colegas” jajaaja crasso error. Afortunadamente llegó la Vero, que es la productora y ya me sentí un poco más a salvo.

Llegó la hora de entrar y la escenografía me encantó. En realidad porque me sentí mucho más parte de ese caos que representaba el estudio de un pintor, en este caso Mark Rothko, lleno de tarros de pintura, lápices y lienzos.

Demás está decir que mi kinésis en espacios en el que uno debiera, para ser más cool, desenvolverse de manera natural, es un rotundo fracaso. Casi me caí entrando a las butacas, me atoré con el café, me pegué y se me cayeron los papeles de mi libreta, dejando absolutamente en claro que ese lugar me resultaba ajeno. Pero insisto en que la escenografía me hizo sentir segura y amortiguó mis ganas de salir corriendo.

Finalmente bajaron las luces y comenzó el primer avance del acto I.

Qué se puede decir. Me flipé, lo asumo. Hace tiempo que no veía un libreto que me cautivara de esa forma. La rapidez y la fluidez de la exposición de las ideas, la riqueza del texto y la interpretación de Gnecco fueron una revelación para mí, que me encuentro tan desilusionada del teatro chileno. Me encantó el flujo del diálogo, la intervención de la iluminación como si fuera un personaje más de la obra, la música, pero por sobre todo, el hecho de que se abría como un espacio para reflexionar en torno al arte y a la labor del artista.
Lo único que lamenté, fueron los flashes y los clicks de las cámaras, que te sacaban del clima de la obra. Y claro, el gusto a poco de ver a penas 4 minutos de cada acto. Eso sumado a las caras de “puta la weá, me tengo que ir” de los colegas que, al finalizar el avance, hicieron turnos apurados para sacarles las cuñas a Gnecco, Bacigalupo (que las oficia de Ken, el discípulo de Rothko) y al director Rodrigo Sepúlveda, que es un amor.

Lo maravilloso de la experiencia, es que pude hacerle 4 preguntas que no fueron las clásicas ¿de qué se trata la obra? Y ¿por qué el público tiene que ver ROJO?

Considerando que ya eres un actor consagrado y que llevas más de 30 años haciendo teatro. ¿Qué tan de acuerdo estás con Rothko, tu personaje en esta obra, respecto de lo que significa ser artista?
Estoy enteramente de acuerdo, porque soy como una especie de eterno “repetidor” de las cosas y siento que no podría hacer otra cosa más que lo que hago. O sea, claramente sí, pero dudo que podría hacerlo bien, de modo que sí. A ver, sabemos que ser actor en Chile es una quijotada imbécil y que el teatro se hace en condiciones bastante precarias, por decirlo de alguna manera, y eso que ha cambiado bastante, pero sigue siendo precario. Recién en el cine recién está apareciendo una industria, pero las condiciones para los actores no son totalmente buenas, en fin. Ser actor en Chile no es un buen negocio. Pero por algo estamos acá y seguimos una y otra vez haciéndolo. Y esto es igual para los demás ejecutores de cualquier disciplina artística y bueno, no te digo que eso me haya hecho entender el personaje, sino que eso ya está y son dos cosas que se hermanan. En estos textos que dice el señor Rothko, finalmente estás hablando tú como actor y contigo. Pero ahora, ojo, cuando uno dice “ser o no ser, ese es el dilema” no es que estés planteando tu forma de ver la vida, sino que hay una energía que le prestas al personaje, pero no significa que a su vez estás hablando de tu conflicto oculto. Y en este sentido, te puedo decir que hay una energía compartida.

En relación al teatro y el espectáculo televisivo; la permanencia, versus la inmediatez y esto, obviamente en concordancia con lo que se plantea en la obra: Qué responsabilidad crees que tiene el público, respecto de lo que consume como bienes o “productos” culturales. ¿Cuál es tu visión política al respecto?
Creo que el público consume lo que le dan. Creo que la sociedad de consumo tiene una base que es muy cierta y es que existe el consumidor. No lo demonizo para nada, porque creo que el ser humano es, entre otras cosas, consumidor y creo que hay una responsabilidad de la sociedad en otro sentido, que es educar a la gente y no únicamente como consumidores, sino educarlas como personas y a partir de ahí, pueden ser mejores o peores consumidores de algo, ya sea de mercado, de pornografía, de bienes de consumo, de arte, de lo que sea, siendo responsabilidad de cada persona, me entiendes, y si creo que hay una responsabilidad de la sociedad en educar. Insisto con eso. Y si de ahí resulta un consumidor de algo, bueno, eso ya es otra cosa. Ahora, creo que en nuestro país fallamos en eso, en esa educación. En que no hay una tradición de consumir teatro, no hay una tradición de leer, de ver buenas películas y, por ejemplo, en este caso el teatro, ni siquiera nos da para comer algo decente, versus que pides una pizza en la casa y ves una película y eso es una responsabilidad social y de las personas que han manejado esta sociedad en estos últimos cincuenta o sesenta años, para no cargarnos a los últimos cuarenta.

Tomando en consideración que toda manifestación artística tiene una búsqueda detrás y que esto queda planteado en la obra con dos conceptos muy potentes que son el negro y particularmente el rojo ¿Cuál podrías señalar que es tu concepto?
Bueno, mi concepto tiene que partir con algo que es como la búsqueda de la verdad. Así como Rothko buscaba el rojo, para mi es la búsqueda de la verdad. Ahora esa verdad no tiene que ver con toda una teorización seria y sesuda, sino con cosas tan sencillas como estar tranquilo, como estar contento, como estar en tu casa o haciendo una obra sencillita, o con estar contento como persona al final del día diciendo: A ver, tengo cincuenta años y creo haber hecho algo en la vida ¿me entiendes? No es una búsqueda teórica de la verdad sino que tiene que ver con pararse arriba de un escenario, frente a un público o una cámara, livianito de equipaje y transformarse en un vehículo o en un buen vehículo de cosas anteriores a ti, de un texto anterior a ti y de cosas que acopian ese viaje que es una dirección, que son elementos de otras disciplinas, que es un vestuario, una iluminación, un montón de cosas en donde tú tienes que ser un buen vehículo. A mí me parece sospechoso, no sé de cuándo, pero cuando comienza a ser más visible la vida de un actor, que lo que éste hace, que la obra misma ¿A quién le importa? ¿A quién le importa si estoy casado o no casado? Lo que no da lo mismo es lo que pasa atrás tuyo. Eso es para mí, un poco hermanable con la búsqueda del Rojo. Esa fluidez. Ese tránsito libre.

Pareciera ser que cualquier obra de arte es un parto con dolor. Un libro, una pintura, una pieza musical y en este caso una obra de teatro. Qué podrías decir que es lo que más te dolió o te sigue doliendo dentro de lo que ha significado realizar esta obra.
No me duele nada mucho la verdad. Me carga cuando la gente habla de los dolores de los procesos. Yo arranco del dolor en realidad. Soy un hedonista, absolutamente. Pero bueno, yo creo que básicamente las cosas físicas. Ensuciarte, cambiarte el vestuario, tratar de no cansarte, de que no se te agote la voz, de que la sala esté llena, de estar bien y junto a tu compañero. Pero si te fijas, son todas cosas concretas, cosas del momento y que tienen que ver, por decirlo de alguna manera, con la artesanía del proyecto. No existe el vínculo directo con el dolor del personaje y si alguien quiere leer eso, pues en mí no lo va a encontrar. Yo presto este cuerpo, esta carita, esta voz, pero nada más.

Me fui feliz luego de la entrevista, y más encima, felicitada por Gnecco por las buenas preguntas, cosa que no me quitó la sonrisa de la cara hasta que llegué a la oficina. Pero algo me penaba de todo esto y era la duda de lo que pasaba entre medio, me faltó más de la actuación de Bacigalupo, quería el remate. Pero como recién estoy en estas lides del espectáculo y no sé muy bien respecto del teje y maneje, pues le dije a la Vero, de la productora (besos para ella) si es que me invitaba al estreno. La respuesta evidentemente fue que yes.

El jueves me emperifollé y partí a ver la obra. Supuse que sería un magno evento, lleno de gente linda y como yo soy un gesto político en mi misma, me calcé mi ropa de feria, mis aros de báltica y partí. Efectivamente no me equivoqué y había muchos actores famosos como Tomás Vidiella, Jaime Vadell, Javiera Contador, Antonia Zegers y el maravilloso Néstor Cantillana, que lo encuentro sequísimo. Yo sola, en la espera, parecía un punto negro en la cara de una modelo jajajajjaa una infiltrada y estaba maravillada de ver esta familia de actores y pasando piola. Al final, nos hicieron pasar para sentarnos en las butacas. Mi asiento era el D-2 y me dijeron “cuarta fila, segundo asiento”. Para sorpresa mía, en la cuarta fila, en el primer asiento estaba NESTOR CANTILLANA!!! Que fue portada del ciudadano y lo veo cotidianamente en los diarios que están en la oficina. Nervios.

Al final cruzamos un par de palabras. Fue inmensamente amable y yo traté de no parecer inmensamente fan, pero no sé si lo conseguí y mientras me preguntaba sobre eso comenzó la obra.

Para resumir, puedo decir que es fantástica. Los aplausos me llegaron a acalambrar los brazos (chucha que cansa aplaudir wn!!) y es que valía eso y más. Todo lo que dije arriba es cierto, pero además, la actuación de Bacigalupo es tremenda y un aporte vinculado al equilibrio entre la fuerza Rothko y la inocencia Ken. La conclusión de la obra es armónica y te deja 100% satisfecho.
Para qué decir el cóctel jajajajaja, en donde terminé bebiendo energética con Ron, descubrimiento que hice gracias a mi cumpa Benjamín, que fue mi anfitrión durante el after.

Como reflexión final, me gustaría referirme a algo muy puntual, que es el valor de la obra. Vale 10 lukas. Es caro, es cierto. Pero ahora que estoy en esta, debo decirles que hay obras que valen la mitad, que duran la mitad del tiempo y que definitivamente dejan mucho que desear y te quitan las ganas de comenzar a generar tradición de ver teatro en Chile, como dijo Gnecco.

Esta obra dura una hora y media de diálogo, de actuaciones de lujo y es un espacio de reflexión que uno debiera permitirse. Lo único que puedo decir a este respecto es que es una inversión de la cual no se van a arrepentir, porque es un capital cultural que uno adquiere de manera amable y con una producción maravillosa (Y con esto, no tengo para qué mentirles, yo no tenía idea de quién era Mark Rothko hasta que vi al obra jjjjjj).

Entonces queda recomendadísima. Y como dirían los siúticos gringos: Dos pulgares para arriba.

 

 

 

Ficha Técnica
• Nombre de la Obra: Rojo
• Autor: John Logan.
• Director: Rodrigo Sepúlveda
• Compañía: The Cow Compañy
• Elenco: Luis Gnecco y Martín Bacigalupo.
• Sala: Teatro Mori Bellavista
• Dirección: Constitución 183, Providencia
• Funciones: desde 10 de Octubre al 22 de Diciembre 2013
• Días y horarios: Jueves, Viernes y Sábado 20.30 hrs
• Precios: entrada General: $10.000 Estudiantes y Tercera Edad $5.000.
• Teléfonos y Reservas: 2777 50 46 – 2777 98 49
• Venta de Entradas: Sistema PuntoTicket

Por: Angela Barraza Risso


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