Cuando hoy pensamos en los grandes maestros de la pintura no solemos adscribirles a un solo género pictórico. Así encontramos a Goya realizando magníficos bodegones, escenas de género, o retratos, y lo mismo se podría decir de Velázquez, Tiziano, Rubens o Picasso. Pero esto no fue siempre así y muchos pintores se ganaron la vida realizando un determinado tipo de obras. Frans Snyders (1579-1657) elaboró escenas donde los protagonistas eran principalmente bodegones y animales; Claudio de Lorena (1600-1682) realizó sobre todo magníficos paisajes con ruinas ambientadas bajo una cálida luz crepuscular y donde no faltaba el agua de un río, de un puerto o de un lago; Luis Egidio Meléndez (1716-1780) sobresalió pintando todo tipo de bodegones, y así podríamos continuar con una lista interminable de artistas.
En este cuadro de batalla de Jacques Courtois, pintor de la escuela francesa del siglo XVII, nos hallamos ante un artista que se especializó en la representación de la guerra, donde se entremezclan cuerpos, caballos y banderas en un torbellino veloz.
Courtois nació en Saint-Hippolyte (Doubs) en 1621 y murió en Roma, en 1676. Se inició en el arte de la pintura de la mano de su padre, el pintor Jean Coutois, pero su formación definitiva, al igual que muchos compatriotas suyos, la recibió en Italia. Pronto quedó fascinado por la pintura de la Batalla de Constantino en las estancias de Rafael del Vaticano, obra que estudia y analiza pormenorizadamente. Recibió importantes encargos de nobles italianos y terminó sus días retirado en un convento de jesuitas, tras la muerte de su mujer, de la que él mismo fue acusado de haberla envenenado.
Desconocemos el nombre de la batalla que Courtois está representando en este lienzo adquirido por Carlos IV. Las batallas entre cristianos y musulmanes fueron muy recurrentes a lo largo de toda la Edad Media y Moderna. Muchas fueron las batallas libradas entre ambos a lo largo y ancho de toda la cuenca mediterránea, tanto en Tierra Santa, como en la Europa oriental o España. La superioridad moral que siempre sintieron las potencias cristianas europeas frente a los musulmanes explica que obras de arte con esta temática siempre estuvieran presentes en sus palacios. Las crónicas una y otra vez novelaban relatos bélicos que fueron posteriormente representados plásticamente hasta la saciedad en todo tipo de soportes.