Alemania nazi e Israel sionista: dos regímenes genocidas

Para el nazismo no había disyuntiva a la hora de la defensa de la supuesta grandeza de Alemania, como tampoco existe en la perversidad y la idea presuntuosa y falsa de considerarse un pueblo elegido, al cual un dios con características de agente inmobiliario, le habría proporcionado una tierra, una promesa que se cobra a costa del pueblo palestino.

Alemania nazi e Israel sionista: dos regímenes genocidas

Autor: Pablo Jofre

La historia nos permite visualizar hechos históricos, analizarlos y comprender las dinámicas de los procesos sociales donde guerras, agresiones, invasiones y exterminios han sido parte de este ir y venir de nuestra humanidad. Nos permite incluso, dar cuenta si determinados procesos políticos tienen semejanzas y observar con horror como crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra como son los genocidios llevados a cabo en cierta etapa histórica, tienen enormes similitudes entre unas y otras, incluso con la cruel paradoja de que aquellos que fueron víctimas de planes de exterminio masivo replican argumentos y procedimientos contra otros seres humanos.

En un interesante artículo del abogado José Manuel Villalpando (1) este afirma que resulta común que los historiadores, sobre todo ellos, aclaren y repitan constantemente que, la historia no se repite. Sin embargo, la lectura de autores que no van en esa corriente de pensamiento afirma, como es el caso de Hegel, que los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces. En el caso de Carlos Marx este maximizaba tal idea señalando que “la historia se repite, la primera vez es una tragedia, y la segunda, una farsa”. La historia aparece, así como un campo de muchísima utilidad para tratar de no repetir los errores del pasado, aprendiendo de las lecciones que nos deja. Pero… ¿Es así?

Los asesinos en acción

El nacionalsocialismo alemán que aplicó una política de exterminio masivo contra gitanos, europeos de creencia judía, eslavos, prisioneros de guerra, presos políticos, personas con discapacidad mental, entre otras “taras sociales” como lo definía la dirigencia política y militar del Tercer Reich. Creación de campos de concentración, usurpación, robo, expolio de bienes y tierras. Racismo, segregación, invisibilización de pueblos, negarles su condición de seres humanos. Una política de Estado, donde las víctimas directas y sus familiares del que han denominado holocausto refrendan como la necesidad de no repetir semejantes atrocidades. Y, para ello, han establecido una narrativa y han influido en nuestras sociedades para que tal tipo de ideologías y acciones no tengan cabida en el mundo, denunciando quienes hacen apología de ella y beneficiándose de las reparaciones que la Alemania de postguerra ha tenido que entregar ya no a inmolados y familiares de los crímenes del nazismo, sino que a los gobiernos del régimen israelí y organizaciones sionistas, que han lucrado de esos dineros conformando lo que el cientista político estadounidense (de familia judía) Norman Finkelstein denomina “la Industria del Holocausto” (2).

Por su parte, el sionismo israelí y sus influencias a través del apoyo incondicional de los gobiernos de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Alemania –entre otros países– unido a organizaciones cristianas sionistas de gran poder económico, a lo cual hay que sumar la propiedad de gran parte de los medios de comunicación del mundo, han generado una política de ocultamiento, que evita y trata de acallar las voces de denuncia, que asimilan la política de ocupación, colonización y exterminio que llevan a cabo la entidad nacionalsionista israelí contra el pueblo palestino y que desde octubre de 2023 ha masificado los niveles de horror y capacidad de exterminio del pueblo palestino y en especial sobre la Franja de Gaza. Un proceso de exterminio que se inicia antes del nacimiento de la entidad sionista en mayo de 1948 y que refiere a una política de solución final contra el pueblo palestino, muy similar al plan de solución final planteada por el nazismo en la Conferencia de Wannsee en enero del año 1942. Ejemplo de la preparación del expolio, la expulsión y el exterminio del pueblo palestino, lo constituyó el denominado Plan Dalet, que consistió, básicamente, en la expulsión de la población palestina (hablo del año 1947 y 1948) de los actuales territorios ocupados por el ente israelí, que significó la destrucción de 500 aldeas y pueblos palestinos, la judaización de ellos y la generación de una población de refugiados que superaba las 750 mil personas, en un proceso de ocupación, colonización y exterminio que los palestinos denominan Al Nakba.

Ese Plan Dalet no ha concluido, está en pleno ejercicio y amplificado, convirtiendo la ocupación de Palestina en un proceso de 76 años de genocidio, de limpieza étnica. Bombardeos que han generado una Gaza arrasada, el cielo negro bajo el humo de un total de 80 mil toneladas de explosivos lanzados sobre su suelo (cuatro veces la potencia de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima), uso de fósforo blanco, detenciones, torturas, violaciones, niños que han muerto de hambre, ataques a la población, generando 37 mil asesinados, entre ellos el 70% mujeres y niños. 12 mil palestinos que yacen bajo los escombros tras la destrucción del 75% de todas las ciudades, pueblos, aldeas, escuelas, mezquitas, hospitales de la Franja de Gaza. En porcentaje de población asesinada por el régimen israelí -administrado por el criminal de guerra Benjamín Netanyahu– y en el plano militar dirigido por el también criminal de guerra Yoav Gallant, ha significado el exterminio del 2% de la población de Gaza. Si lleváramos esa cifra a una hipotética situación de número de muertos de la población alemana, por ejemplo, significaría que 1,8 millones de alemanes sería la cifra de asesinados, seis millones 500 mil estadounidenses o 400 mil chilenos.

En el libro Asesinos en Acción de la escritora Anatole Goldstein, editado por el Instituto de Asuntos Judíos, tras el juicio de Núremberg contra los jerarcas nazis tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, se da cuenta de los crímenes del nacionalsocialismo alemán. El estudio nos refiere una sentencia del juicio del tribunal militar en el caso N°9, donde dice: “La locura gobernaba, el odio avanzaba, el cielo estaba rojo de las llamas de la destrucción y el mundo lloraba y llora todavía silenciosamente” (3). Una afirmación claramente asimilable a los crímenes del nacionalsionismo israelí contra el pueblo palestino, donde la perversidad del régimen infanticida israelí ha generado una sociedad de odio, de extremismo, donde el objetivo es el exterminio de todo un pueblo sin distinción de género, edad o religión, como muestra evidente que al sionismo le da exactamente lo mismo si asesina musulmanes y cristianos, lo suyo es hacer desaparecer la mayor cantidad de palestinos como objetivo político.

Otto Ohlendorf, comandante de Einsatzgruppen. Juicio de Nuremberg, 1947

Dentro de ese plan de solución final, los niños y niña palestinos tiene una importancia fundamental en el delirio criminal del nazisionismo, muy similar a aquella idea expresada por la propia jerarquía nazi juzgada en Núremberg cuando se le interrogaba el por qué los niños también eran asesinados mediante el fusilamiento, las cámaras de gas u otros métodos ideados por el Tercer Reich y llevado a cabo por los llamados Einsatzgruppen (grupos móviles de matanza). El mencionado libro de Goldstein nos muestra la abrumadora y terrible similitud entre los actos barbáricos del nacionalsocialismo y aquellos que durante 76 años han llevado a la práctica sus aprendices, el nacionalsionismo. Un pretexto definido como la necesidad de exterminar cruelmente toda oposición o resistencia, real o supuesta, para así impedir el sueño megalómano y delirante de un destino manifiesto autodefinido. “Todo germen de oposición debía ser destruido». Otto Ohlendorf, quien antes de convertirse en asesino fue profesor de un colegio, estudió derecho y economía. Este general de los grupos de matanza, en respuesta a una pregunta sobre la necesidad de matar a los niños judíos, dio esta explicación: “…cierto que es muy simple explicarla si uno parte del hecho de que esta orden trataba de lograr la seguridad permanente, porque los niños crecerían y, seguramente, siendo niños de padres que han sido asesinados, constituirían un peligro no menor que el de sus padres” (4).

Rami Igra

Las palabras mencionadas las encontramos calcadas cuando líderes sionistas, políticos, civiles, militares y religioso, repiten esta sentencia como un mantra. «Israel no debe dar alimentos, medicinas ni ayuda humanitaria a nadie que tenga más de cuatro años en Gaza. Todos en Gaza están involucrados, todos votaron por HAMAS; todos los mayores de cuatro años son partidarios de HAMAS y nuestro objetivo actual es convertirlos de partidarios de HAMAS en personas a las que no les guste HAMAS. Los niños de Gaza que respaldan a HAMAS merecen un castigo colectivo”, son las palabras del ex agente del Mossad y convertido en analista político para la televisión israelí, en el Canal Kan, Rami Igra (5), quien llama al castigo colectivo, y expresión de ello son las cifras de ocho meses de exterminio: 36 mil palestinos asesinados de las más diversas formas, y entre ellos 16 mil niños y otros tantos miles bajo los escombros, mutilados, sin atención médica y muriendo de hambre.

Para nazis y sionistas, cuando los intereses reales o imaginarios de sus sueños megalómanos estaban en juego, en peligros reales o aparentes, todo escrúpulo moral quedaba absolutamente excluido de cualquier consideración. Conceptos como el del bien y el mal no están presentes en su actuar como ejecutores de un exterminio llevado a la práctica en dimensiones monumentales. Para el nazismo no había disyuntiva a la hora de la defensa de la supuesta grandeza de Alemania, como tampoco existe en la perversidad y la idea presuntuosa y falsa de considerarse un pueblo elegido, al cual un dios con características de agente inmobiliario, le habría proporcionado una tierra, una promesa que se cobra a costa del pueblo palestino. Pero no fue sólo esta argumentación la que generó el exterminio de cientos de miles de seres humanos en Europa, tanto creyentes judíos, como gitanos, personas con discapacidad mental y prisioneros políticos. Sino también la consideración que tanto alemanes como israelíes tenían de sus propias peculiaridades, pueblos elegidos, superiores al resto de los habitantes del planeta. El menosprecio por el otro es un punto de contacto entre nazis y sionistas.

El libro de Goldstein nos refiere la visión que se tenía, por ejemplo, de aquellos polacos de creencia judía a través de las palabras de un oficial que le escribe a su general en vista de su cumpleaños: “No sé si usted general ha visto también en Polonia tales figuras horribles de judíos. Agradezco al destino haber visto esta raza mestiza parecida a los seres más primitivos… ahora en Kamenetz Podolsk hemos dejado un porcentaje insignificante. Los pocos míseros judíos que viven en los distintos distritos también forman parte de nuestra clientela. Hemo hecho una limpieza sin remordimientos de conciencia y después los ayes cesan y el mundo queda en paz”. Esas palabras tienen su correspondencia en la propia dirigencia política y militar sionista, como es el caso, por ejemplo, del ministro de la guerra israelí –cuya detención ha sido solicitada por la Corte Penal Internacional-, Yoav Gallant: “estamos imponiendo un sitio total a Gaza. No habrá electricidad, ni comida, ni agua, ni combustible. Se cerrará todo. Estamos combatiendo contra animales humanos y estamos actuando en consecuencia”, o las palabras de Shlomo Lahat, quien afirma: “nosotros debemos matar a los palestinos, a menos que ellos acepten vivir como esclavos».

La cercanía entre nazismo y sionismo hunde su origen desde el momento mismo de la llegada al poder del nacionalsocialismo al poder en Alemania el año 1933. La relación se dio entre jerarcas nazis y lideres sionistas que firmaron el llamado Acuerdo Ha’avara (“acuerdo de transferencia”), constituido como un acuerdo entre el gobierno nacionalsocialista de Alemania y organizaciones sionistas –la Federación Sionista Alemana– firmado el 25 de agosto de 1933, con el fin de facilitar la emigración de los judíos de Alemania hacia Palestina, ya que ambas partes tenían el deseo de hacer emigrar a la población judía de Europa, y asimismo para detener el boicot anti alemán que se estaba levantando en aquellos años en países europeos y los propios Estados Unidos (6).

Sionismo y nazismo son dos caras de la misma moneda. Medalla conmemorativa del acuerdo Ha´avara

En la actualidad, resulta muy peculiar la cercanía entre Alemania e Israel que tiene su punto de partida político-diplomático con Konrad Adenauer y continúa hoy con Olaf Scholz. Todos los líderes alemanes de postguerra han reafirmado el compromiso de Alemania con su responsabilidad histórica y la necesidad de enfrentar y reconocer los crímenes cometidos durante el período nazi. Esto implica una reflexión sobre la gravedad de los crímenes y la determinación de aprender de la historia para construir un futuro mejor. El compromiso de Alemania con Israel se ha materializado en los aportes significativos de reparación realizados a lo largo de los años. Hasta 2021, estos pagos ascendieron a más de 80.000 millones de euros, de los cuales aproximadamente 29.000 millones de euros se destinaron a víctimas de la persecución nazi que residían en Israel –la cifra que se baraja en forma más realista es de 120 mil millones de euros-. Además de los pagos directos, Alemania se comprometió a proporcionar ayuda económica y técnica a Israel para ayudar en su desarrollo económico y fortalecer su infraestructura (7). Dichos beneficios han tenido incluso palabras conceptuosas del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu al propio Hitler, al sostener que el nazismo no quería exterminar a los europeos de creencia judía, sólo expulsarlos de Europa (8).

El sionismo es, tal como lo era el nacionalsocialismo, una ideología en esencia criminal, racista, que, en el caso de los israelíes, desprecia a todo ser humano que sea Goyim (no judío) y que se explica sin ambigüedad alguna con las palabras de Menachem Begin. Ex primer ministro de Israel (1977-1983) y Premio Nobel de la Paz, en un discurso dado al Knesset (Parlamento israelí) citado por Amnon Kapeliouk, Begin and the Beasts, New Statesman, del 25 de junio de 1982, donde afirma palabras que perfectamente son propias del nacionalsocialismo. Palabras que ya en esa época deberían haber generado la determinación de castigar al ente infanticida israelí, establecer una política de Boicot, Sanciones y Desinversión: “Nuestra raza es una raza de amos. Nosotros somos dioses sobre este planeta. Somos tan diferentes las razas inferiores como ellos lo son de los insectos. De hecho, comparados con nuestra raza, las otras son bestias, ganado como mucho. Las demás razas son consideradas como excremento humano. Nuestro destino es gobernar sobre las razas inferiores. Nuestro reino terrenal será gobernado con vara de hierro por nuestro líder. Las masas lamerán nuestros pies y nos servirán como nuestros esclavos”.

Por Pablo Jofré Leal

Periodista. Analista Internacional.

Artículo en Al Mayadeen

NOTAS

  1. https://www.revistaabogacia.com/la-historia-se-repite/ ↩︎
  2. En una reseña del libro de Norman Finkelstein, la editorial española Akal señala: “La industria del Holocausto, un libro vehemente, iconoclasta y polémico, es la denuncia de dolorida voz que alza el hijo de unos supervivientes contra la explotación del sufrimiento de las víctimas del Holocausto. En esta obra fundamental, el eminente politólogo Norman G. Finkelstein expone la tesis de que la memoria del Holocausto no comenzó a adquirir la importancia de la que goza hoy día hasta después de la guerra árabe-israelí de 1967. Esta guerra demostró la fuerza militar de Israel y consiguió que Estados Unidos lo considerara un importante aliado en Oriente Próximo. Esta nueva situación estratégica de Israel sirvió a los líderes de la comunidad judía estadounidense para explotar el Holocausto con el fin de promover su nueva situación privilegiada, y para inmunizar a la política de Israel contra toda crítica. Así, Finkelstein sostiene que uno de los mayores peligros para la memoria de las víctimas del nazismo procede precisamente de aquellos que se erigen en sus guardianes. Basándose en una gran cantidad de fuentes hasta ahora no estudiadas, Finkelstein descubre la doble extorsión a la que los grupos de presión judíos han sometido a Suiza y Alemania y a los legítimos reclamantes judíos del Holocausto, y denuncia que los fondos de indemnización no han sido utilizados en su mayor parte para ayudar a los supervivientes del Holocausto, sino para mantener en funcionamiento «la industria del Holocausto». ↩︎
  3. Goldstein, Anatole. Asesinos en Acción. Ediciones del Congreso Judío Mundial. Página 7 ↩︎
  4. Goldstein, Anatole. Obra Citada. Página 10,11 ↩︎
  5. https://youtu.be/HEzy7zVOjI8?si=U3CHUYgNAxbBGg6X ↩︎
  6. https://rexvalrexblog.wordpress.com/2016/07/03/acuerdo-haavara-los-sionistas-fueron-socios-de-los-nazis-vi/ ↩︎
  7. https://dialogopolitico.org/agenda/alemania-defensa-israel/ ↩︎
  8. Como muestra de su odio a los palestinos en particular -y a los árabes en general- sostuvo en el año 2015, en un discurso ante el Congreso Sionista Mundial que se realizó en Jerusalén, que el genocidio del pueblo judío fue incitado por un líder musulmán palestino. Netanyahu aseguró que el entonces líder musulmán de Jerusalén, Haj Amin al-Husseini, se reunió con Adolf Hitler, a quien le dijo que impidiera el éxodo de judíos a Asia occidental, matándolos. ↩︎

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