Señor Director:
Durante el invierno, en la Región Metropolitana de Santiago, los fenómenos de inversión térmica impiden que el aire contaminado sea desplazado por masas de aire limpio, motivo por el cual la polución se acumula hasta alcanzar niveles nocivos intolerables que afectan la salud y la vida humana.
En verano, a pesar de que el aire contaminado es reemplazado por aire limpio de forma permanente, la contaminación atmosférica alcanza un mínimo de 40 ug/m3 (Conama RMS, 2009), cantidad de polución que al comenzar las bajas temperaturas incrementa su concentración, pues tiene que “diluirse” en un menor volumen de aire, alcanzando el smog altos índices para los que se hace necesario decretar Alerta Ambiental.
La polución atmosférica mensual que se registra de octubre a marzo, generada por esta ciudad que no está consciente del daño que se autoinfiere al ensuciar su propio aire, constituye más del 30% de la contaminación sobre la cual, a partir de abril, se suman contaminantes provenientes de otras fuentes.
Se debe exigir filtros catalíticos para las motos, educar en el uso de la leña, perseguir hornos “móviles” para hacer pan amasado, apoyar el cambio tecnológico y asegurar la renovación del parque automotriz, pero, junto con estas medidas, es necesario preguntarse acerca de ¿Qué pasaría si en el mes de abril, antes de que comience el frío, en Santiago tuviéramos una contaminación del aire cercana a cero?
La respuesta que estamos buscando puede ser producto de la implementación de nuevas iniciativas de envergadura regional, tales como arborización urbana adecuada, educación ambiental permanente, fiscalización ciudadana y parques sustentables, elementos todos de un nuevo consenso político que respalde esas medidas.
Santiago JM Del Pozo Donoso
Ingeniero Forestal
Ex Director Conaf RMS