Ya va casi un mes de conflicto en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). El pasado viernes 20 de julio, el rector subió la apuesta al permitir la entrada violenta de 200 policías al campus. Sin embargo, el movimiento universitario de República Dominicana se mantiene firme, exigiendo el reintegro de los estudiantes expulsados y marcha atrás en el alza de las matrículas.
El intento de criminalizar y estigmatizar las protestas estudiantiles en Dominicana se está estrellando contra la terquedad pacífica del movimiento universitario. El pasado viernes, mientras se celebraba un servicio religioso con estudiantes que estaban en vigilia frente a la rectoría, Mateo Aquino Febrillet, su titular, tomó dos decisiones: expulsar o suspender a 11 líderes estudiantiles que participaron en la toma pacífica de sus oficinas el 3 de julio y hacer una llamada a la Policía.
En la noche entraron 200 agentes que provocaron el caos, dispararon sus armas y detuvieron a varias personas, entre ellas al sacerdote que acompañaba a los estudiante, Rogelio Cruz. Ismael Peralta, de la Federación de Asociación de Profesores de la UASD (FAPROUASD), acusó al rector de provocar unos disturbios que terminaron con el incendio de varios vehículos y la rotura de vidrios, y afirmó de manera rotunda: “Es muy fácil decir vandálicos a los estudiantes cuando exigen sus derechos”.
El pasado miércoles -25 de julio- se han reanudado las labores administrativas en la UASD, después de que el campus en Santo Domingo haya permanecido cerrado cuatro días bajo fuertes medidas de seguiridad.
El movimiento estudiantil ha optado por mantener las protestas. Ayer, como documentó el colaborador de Otramerica.com Fran Afonso, con una parada contra la censura y la limitación de los derechos de los estudiantes. Ese día, como informan desde la capital dominicana, miembros del Frente Estudiantil Flavio Suero (FEFLAS) se mantiene frente a la rectoría de la universidad.
Si las luchas de los estudiantes en Chile y Colombia han contado con amplia cobertura internacional, la resistencia en Dominicana merece un capítulo propio.
Por Equipo Otramerica