En ocasión de celebrar el trigésimo aniversario de la creación del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, el principal periódico independiente de izquierda, Brasil de Fato, publicó entrevistas con cuatro de los principales intelectuales de izquierda. Los cuatro fueron activos alguna vez en el PT, de hecho se cuentan entre sus fundadores.
Tres de ellos se retiraron del PT –el historiador Mauro Iasi se unió al Partido Comunista Brasileño, el sociólogo Francisco de Oliveira se unió al Partido Socialismo y Libertad y el historiador Rudá Ricci se hizo izquierdista independiente. El cuarto, el historiador Valter Poner, permanece en el PT y es una de las figuras principales de su facción de izquierda.
Expresaron cuatro análisis, sorprendentemente diferentes, de lo que Ricci llama «el antiguo dilema de la izquierda brasileña: como ser popular y de izquierda». Pero por supuesto ése ha sido el dilema de la izquierda en todo el mundo, y sigue siéndolo hasta ahora.
Brasil es un lugar interesante para analizar este dilema y cómo se expresa. Es un país con una larga y activa tradición política, y hoy goza mucho de una situación multipartidista. Es también una nación cuya situación política ha mejorado mucho en años recientes, particularmente en los últimos 10 años.
Y Brasil es un país que ha estado afirmando mucho liderazgo político en América Latina. Así que la pregunta se vuelve ¿cómo medimos la «popularidad» de un partido y cómo evaluamos sus credenciales de izquierda?
El periodista de Brasil de Fato abrió sus entrevistas apuntando que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva es una figura carismática, que es el mandatario más popular desde la redemocratización del país y que a lo largo de su historia el PT ha incrementado su apoyo entre los estratos más pobres de la población. Para que el partido se vuelva más popular, aseveró, «tuvo que hacer concesiones al pragmatismo».
¿Cómo reaccionaron los cuatro intelectuales a esta premisa? Para Ricci, el «lulismo» se ha vuelto más importante que el partido, lo que invierte el concepto original del PT. El PT se «americanizó» dice él. Hoy es simplemente una maquinaria electoral. La izquierda encuentra difícil ser popular debido a su «lastre teórico de origen europeo». La cultura popular, dice, es «compleja y conservadora», y Lula dialoga con su cultura popular. El PT es estatista y desarrollista, y como tal conservador y pragmático. Así que el problema es retornar a la idea original de una «utopía de izquierda democrática sin tornarse elitista».
Para Iasi, el PT se volvió uno de los dos principales partidos de Brasil, de centroizquierda con un programa «pequeño burgués». El precio que pagó por el tamaño de su respaldo fue «el abandono de los principios y las metas políticas que estaban presentes en su origen». El «lulismo» o el «populismo» es un modo de hacer que las masas accedan a las políticas que no fueron hechas en su interés.
Para Oliveira, el PT que comenzó con una base de trabajadores, de teología de la liberación y de movimientos de democratización, se ha vuelto simplemente parte de la «jalea general» del sistema partidista brasileño. Una perspectiva socialista no se basa en los «pobres» sino en un análisis de clase. Y en cuanto al programa del partido, la estatización, está 100 años atrasado, es parte de la «dolencia infantil del estatismo». Es un programa para fortalecer las industrias brasileñas y no tiene nada que ver con la izquierda o el socialismo.
Poner ve la situación muy diferente. Él concuerda con que al principio el gobierno de Lula era social-liberal en su orientación. Pero después de 2005, se hizo hacia la izquierda. Sí, dice él, el partido es desarrollista. Pero hay dos variedades de desarrollistas –los conservadores y los demócrata-populares. Con la crisis del capitalismo, «el socialismo está de vuelta al debate».
Lo sorprendente acerca de los tres análisis críticos es el miedo al «populismo». Lo que sorprende de los análisis es la ausencia de cualquier discusión de geopolítica.
Justo unos días después del artículo de Brasil de Fato, Fidel Castro publicó una de sus «Reflexiones» periódicas en La Jornada, en la ciudad de México. Lula acababa de estar de visita con Castro. Éste dijo que conocía a Lula hace 30 años, es decir, desde la creación del PT. Dada la historia de Cuba y las dificultades de más de 50 años, Castro dijo que lo que tiene «para nosotros una enorme trascendencia» era la reciente reunión en Cancún donde se había decidido la creación de una Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe que incluía a Cuba y excluía a Estados Unidos y Canadá. Esta reunión fue en gran medida un logro de Lula.
Castro subrayó entonces «la importancia y el simbolismo» de esta última visita de Lula antes de que deje de ser presidente de Brasil. Recordó que en la década de 1980 tuvo «un emotivo encuentro con él, su esposa y sus hijos» en su sencilla morada y alabó de Lula “su placer de luchar… con intachable modestia”. Aquí no hay crítica alguna al lulismo.
Todo lo que los intelectuales brasileños de izquierda critican, Castro lo alaba –el desarrollo tecnológico de Brasil, el crecimiento del PIB, convertirse en una de las 10 más grandes economías del mundo. Aun en la cuestión de la producción de etanol, a la que Castro dice que se opone, no culpó a Lula. «Comprendo perfectamente que Brasil no tiene otra alternativa, frente a la competencia desleal y los subsidios de Estados Unidos y Europa, que incrementar la producción de etanol».
Castro termina en esta nota: «Una cosa es indiscutible: el obrero metalúrgico se ha convertido actualmente en un estadista destacado y prestigioso cuya voz se escucha con respeto en todas las reuniones internacionales».
¿Cómo pudieron los intelectuales brasileños de izquierda y Castro llegar a retratos tan diferentes de Lula? Es claro que estaban mirando dos cosas por completo diferentes. Los intelectuales brasileños de izquierda miraban primordialmente la vida interna de Brasil y expresaron su pena por el hecho de que Lula fuera, a lo sumo, un pragmático de centroizquierda. Castro miraba principalmente a Brasil en su papel geopolítico, que él ve que socava a su enemigo primordial, el imperialismo de Estados Unidos.
¿Cuál es entonces la prioridad para los intelectuales de izquierda? Ésta no es meramente una cuestión brasileña. Es una cuestión que debe preguntarse casi en todas partes, tomando en cuenta el curso de la historia y el estatus geopolítico del país en cuestión.
Por Immanuel Wallerstein
Traducción: Ramón Vera Herrera
Fuente: La Jornada