Presentación: En momentos en que varios presos políticos Mapuche protagonizan una huelga de hambre en las cárceles del Estado chileno exigiendo, principalmente, la derogación de la nefasta Ley Antiterrorista, creemos necesario, junto con manifestar nuestra más fraternal solidaridad, comprender el contexto general, tanto histórico como social, en el que se desenvuelve su lucha y se gatillan -como es de esperar- los numerosos mecanismos de represión estatal (mediática, policial-militar, judicial, etc). Esperamos que los dos textos que siguen a continuación (ya difundidos hace algún tiempo) contribuyan en tal sentido.
RAP – REDES POR LA AUTONOMIA PROLETARIA
Algunas cuestiones sobre la guerra en Wallmapu
– La violencia represiva del Estado en la Araucanía no es un hecho anómalo, sino que una cara visible de la violencia sistemática que el capitalismo pone en marcha para poder existir y reproducirse normalmente. Es la misma violencia que se empezó a expresar hace 5 siglos en Europa como expropiación de los campos y encarcelamiento masivo de los ex-campesinos, y es la misma que mata a diario 30.000 personas, en su mayoría niños, por hambre y enfermedades curables.
– El enfrentamiento contra las fuerzas que imponen el orden capitalista no es sólo un conflicto entre “pueblos indígenas” y empresarios particulares, sino que es parte de la resistencia permanente de los seres humanos contra la imposición violenta de las relaciones sociales capitalistas, que en estos territorios se ha expresado sin parar desde hace ya 500 años, cuando los compañeros y compañeras mapuche decidieron dar la pelea contra el invasor, que los puso a trabajar por la fuerza en aras de acumular oro (y después de eso, otras formas de valor y de dinero).
– La violencia de quienes se les ha expropiado los medios para subsistir es legítima para atacar los espacios donde más claramente podemos encontrar la ocurrencia de la acumulación de capital. Intervenir el orden que nos somete a cumplir un rol programado por cada industria del capital es de por sí una acción que despliega negativamente una fuerza que agriete las representaciones del capital. Dichas acciones hemos de comprenderlas y analizarlas de un modo comunista y anárquico (en anarquía), extrayendo lo que consideremos tal de las mismas. No sólo para evitar que se cristalice en la particular «lucha mapuche», sino para la lucha del proletariado contra el capital. «Alimentarnos» de la lucha en Wallmapu es necesario para esbozar todo el contenido negativo que hay en la afirmación constante del capitalismo como monólogo que se autojustifica cotidianamente. Lo que reflexionemos de la actividad total de la lucha en Wallmapu es una integración para la guerra social en general, que sólo ES cuando resulta una práctica específica que al mismo tiempo se acomoda a nuestro contexto y vuelve sobre sí misma para tornarse más rigurosa contra nuestros enemigos de clase, viendo sus errores y aciertos además de la reacción del Estado/Capital.
– Para quienes nos consideramos anticapitalistas, la autonomía mapuche es esencial al momento de representar una lucha que expulsa la lógica mercantil de territorios que en su reclamo va integrada además la comunalidad de los mismos. No es solamente la mantención de una identidad y una cultura, sino que también un rechazo a la economía que ve en las necesidades y las vidas un modo de generar más ganancias. Claro está que podemos tener diferencias con las cosmovisiones respecto a ciertas cuestiones más «micro», pero lo que nos une ha de ser más fuerte que lo que nos divide. De ahí su importancia.
– Ya basta de utopías «positivas», de esperar el futuro. Función de la utopía negativa: iluminar el sector de lo que pretende pasar piola y merece ser destruido.
¡VIVA ARAUCO REBELDE Y ANTICAPITALISTA!
“ES ASÍ que la conquista y repartimiento de aquel reino de Chili cupo a este caballero, digno de imperios, un repartimiento rico, de mucho oro y de muchos vasallos, que le daban por año más de cien mil pesos de oro de tributo, como la hambre deste metal sea tan insaciable, crecía más cuando más daban los indios. Los cuales, como no estuviesen hechos a tanto trabajo como pasaban en sacar el oro ni pudiesen sufrir la molestia que les hacían por él, y como de suyo no hubiesen sido sujectos a otros señores, no pudiendo llevar el yugo presente determinaron los de Araucu, que eran los de Valdivia, y otros aliados con ellos, rebelarse; y así lo pusieron por obra, haciendo grandes insolencias en todo lo que pudieron ofender a los españoles…” (Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales de los Incas, Libro Séptimo, Capítulo XXI).
En el a veces poco visible pero siempre presente conjunto de fuerzas que se oponen activamente al capitalismo, el ejemplo de lucha y resistencia hasta el fin que han dado rebeldes como los de Arauco es uno de los más poderosos y profundos. Pues ellos negaron desde el inicio la violencia fundadora del capitalismo, del Estado, y por eso han sido masacrados, arrinconados y marginados vengativamente por la Civilización del Capital.
Pero no se entiende bien qué es el capitalismo si se lo identifica sólo con la explotación y pobreza actuales: Su violencia originaria se entiende mejor si nos damos cuenta del carácter artificial e históricamente reciente de la expropiación de la tierra por los capitalistas, y de la gradual imposición de la esclavitud moderna del trabajo asalariado a una proporción cada vez mayor de seres humanos: ese es el rasgo esencial de este sistema.
Por importantes que parezcan sus formas de expresión contingentes (capitalismo de empresa privada o de la burocracia estatal; con más o menos políticas sociales y dirección de la Economía; con mucha o no tanta pobreza material; democrático o totalitario, etc.), es la imposición violenta de la relación social capitalista, reproducida día tras día mediante la obligación de trabajar o morir de hambre, lo que define tanto al capitalismo como nuestro enemigo, como a la negación en actos que queremos practicar mediante la afirmación aquí y ahora del comunismo (que para Marx es “el movimiento real que suprime las condiciones existentes”, y que para nosotros no puede sino ser anti-estatal).
El proletariado, la clase que el capital constituyó a la fuerza en su acumulación originaria, cuando está obligada a venderse como fuerza de trabajo ha debido exigir en su lucha los derechos del trabajo (y en esos casos se afirma como proletariado en sentido positivo y “socialista”). Pero su potencia histórica consiste en una virtud negativa, destructora, que hasta ahora sólo ha realizado esporádicamente, cuando logra rechazar el trabajo y negar la sociedad de clases. Este núcleo negativo del proletariado -constituido como sujeto autoconsciente mediante su propia acción-, es lo que la socialdemocracia, los leninismos, el estalinismo y parte importante del anarquismo han logrado desactivar en parte, haciendo que el proletariado no sólo acepte por fuerza esta imposición, sino que glorifique el trabajo y la alienación, y se resigne para siempre a esta violencia: por eso su programa consistía en “liberar el trabajo”, no en “liberarse del trabajo”, y por algo eran todos “progresistas”, ¡como el capitalismo!
Aunque esta creación de una clase trabajadora en la acumulación originaria del capital se realizó primero en forma masiva en Europa Occidental, al expandirse a la “periferia” del mundo el Capital llevó consigo la imposición sangrienta del trabajo. Pero tanto en el centro como en las colonias, esta imposición no fue siempre fácil ni estable, y en muchos lugares la relación social capitalista no se impuso jamás porque las comunidades las resistieron. Por eso, las clases dominantes de nuestro continente se han dedicado por varios siglos a la práctica del genocidio, exterminando a comunidades enteras cuando no se adaptaban, no les servían directamente para ser explotados, o si osaban rechazar el trabajo.
La burguesía –una clase que existe pero prefiere no ser nombrada- ha logrado con éxito naturalizar en nuestras cabezas la existencia de su orden social como una fatalidad que aspira a ser eterna, sin sufrir más que modificaciones menores. Por eso a los burgueses no les gusta hablar del “conflicto mapuche”: Pues preferirían pensar que el capitalismo ha existido siempre, pero lo “indios” les recuerdan a ellos, y a todos nosotros, que esto no siempre fue así. Sus luchas nos recuerdan la violencia originaria del modo de producción parasitario que se forma cuando se convierte la tierra en mercancía, en propiedad privada que, al igual que nuestras vidas, sólo vale si es que puede convertirse en más dinero, más capital…
Pues si hubo una persona que encarna el espíritu que hoy en día encarnan nuestros modernos burgueses, ese fue Pedro de Valdivia, que como relata el Inca, llegó sometiendo a los “indios” al yugo del trabajo (palabra que no por causalidad proviene del latín tripalium: un instrumento de madera usado para torturar esclavos), y que por eso mismo se enfrentó a la resistencia enconada y comunitaria de quienes se negaban a gozar de las “libertades” burguesas que se reducen básicamente a una: la “libertad” de tener que por fuerza vender la fuerza de trabajo al capital. De ahí proviene el “insulto”, más patético en labios de un proletario –y por ende un esclavo- que de un burgués, que consiste en tratar a los indios de “flojos”.
Pero los indios no eran necesariamente amantes de la pereza (a la cual, como ironizaba Paul Lafargue, todos tenemos derecho): ocurre que no querían ser esclavizados por la imposición violenta del trabajo. Ya en 1844 Marx decía que “tan pronto deja de existir alguna coacción física o de cualquier otro tipo, se huye del trabajo como se huye de la peste”. Por eso, los “indios” nos recuerdan también que es posible rebelarse, y esa rebelión, que no ha cesado nunca, ahora se expresa en todo el mundo y es dada por el nuevo proletariado del capitalismo global.
Sobre la muerte de Valdivia y el futuro de la rebelión, el Inca Garcilaso da cuenta de las versiones que llegaban a Lima hacia 1609:
“Pudo ser que después de haberle muerto con la porra aquel capitán se lo comiesen los indios, no porque acostumbrasen a comer carne humana, que nunca la comieron aquellos indios, sino por mostrar la rabia que contra él tenían, por los grandes trabajos y muchas batallas y muertes que les había causado”.
“Desde entonces tomaron por costumbre de formar muchos escuadrones divididos, para pelear con los españoles en batalla, como lo dice Don Alonso de Ercilla en el primer canto de su Araucana, y ha cuarenta y nueve años que sustentan la guerra que causó aquella rebelión, la cual se levantó a los últimos días de 1543…”.
“Quieren que nosotros seamos parte de su folklore, quiere utilizarnos a nosotros, a nuestro pueblo, a nuestra nación, como la base para justificar su presencia en este territorio. O sea ellos quieren decir «nosotros, los mapuches, somos sus indígenas; nosotros tenemos que ser los indígenas de Chile», nosotros no somos los «indígenas de chile», nosotros somos Mapuche, somos aparte, somos un pueblo que siempre ha estado aquí, que nació en esta tierra, y va a morir aquí, va morir peleando, aunque sea peleando, morir” (Matías Catrileo).
“Queridos Lamien, ¿De que se nos puede acusar? ¿De que somos culpables?, si solo hemos buscado tener justicia, la que siempre el invasor nos negó…
¿De que se nos acusa entonces?, de no ceder ante la soberbia del que hoy nos golpea, nos asesina y nos encarcela.
Cada uno de nosotros, no ha perdido la memoria. Cada uno de nosotros ha resistido a lo largo de los años, la explotación y el despojo. Cada uno de nosotros sigue sintiendo desde su interior, la voz del abuelo, de la abuela, que nos contó como ocurrieron los saqueos. Cada uno de nosotros, tiene hoy motivo para seguir resistiendo y seguir luchando. Con la bravura de los konas antiguos, con su lealtad, su valentía y también con su sabiduría.
Cada uno de nosotros tiene una responsabilidad, la responsabilidad de defender a todos los que generosamente luchan para apoyar al Pueblo Nación-Mapuche a las comunidades y a todo el pueblo pobre y explotado” (Patricia Troncoso)
SEXPOL-REVOLUCIÓN COMUNISTA CONTRA EL TRABAJO
Fotografía: www.fotolog.com/the__revolution
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