Desde hace semanas el nivel del río Paraná es motivo de preocupación. Este curso fluvial que recorre el sudoeste de Brasil, Paraguay y Argentina continúa en declive sin que haya visos de una reversión.
Por el contrario, las aguas del Río Paraná languidecen a la altura de la provincia de Entre Ríos (este) y de Corrientes (noroeste) a niveles que no tiene precedentes en las últimas décadas.
Habría que retroceder hasta 1944 para encontrar valores semejantes a los que hoy afronta el Río Paraná. Lo cuenta en una entrevista el presidente del Instituto Nacional del Agua (INA), Juan Carlos Bertoni.
«De acuerdo al comportamiento de la cuenca, podremos reproducir un escenario semejante al de 1944, que fue el más crítico registrado hasta el momento», admite.
Inquieta el pronóstico que indica que las aguas continuarán bajando por los próximos tres meses. «Esta bajante se prolongará hasta finales de primarvera o inicios de verano», reconoce este ingeniero en recursos hídricos.
La última medición del INA estima que para este martes 13 de julio la estación de Corrientes tendrá un nivel de 0,13 metros, cuando la altura promedio entre 1996 y 2020 fueron 3,68 metros.
Esta terminal suele tener un caudal de 6.500 metros cúbicos por segundo, pero el INA estima que se reducirá a los 4000-4300 metros cúbicos en unos 30 o 45 días, según el ritmo de lluvias.
«En estos momentos estamos atravesando una bajante histórica que se inicio el año anterior», resumen Bertoni. «Un ejemplo es el puerto de Rosario, representativo del tramo Paraná medio. Según nuestros datos, en 2020 se registró la sexta bajante más crítica, y este año llevamos la segunda más crítica».
Esta estación, situada en la provincia de Santa Fe (centro-este), presenta en la actualidad una altura de 0,07 metros, cuando en general suelen ser 3,22 metros.
Es decir, que 2020-2021 se configura como el más crítico para el Río Paraná desde que comenzó la medición histórica de esta cuenca en 1884.
No solo: por más que en 1944 la bajante del Río Paraná llegó a niveles similares a los actuales, las consecuencias son hoy más graves. «En aquel entones había menos población y un desarrollo socio-económico muy inferior de toda la cuenca del Plata así que las implicaciones son inéditas», advirtió el ingeniero.
Nueve impactos
Tiempo ha tenido el Instituto Nacional del Agua para calibrar las consecuencias que tiene la bajante extraordinaria del Río Paraná.
Habrá, desde un comienzo, «problemas reales o potenciales para abastecimiento de agua potable para las localidades a lo largo del Río Paraná», describe Bertoni.
Otro problema lo supone la generación de energía eléctrica, pues está reducida la capacidad de la central binacional Yacyretá, una represa de 3.000 megavatios instalados situada entre la ciudad argentina de Ituzaingó, en la provincia de Corrientes (noreste) y la paraguaya Ayolas, en el departamento sureño de Misiones.
El 70% de lo que produce Yacyretá queda en Argentina y el 30% restante lo recibe Paraguay, pero con la actual sequía que incide en esta región mesopotámica, la represa funciona al 50% de su capacidad.
La navegación fluvial, por otro lado, se ve reducida con el bajo nivel de las aguas. «Tenemos menor calado y los buques deben salir con falso flete, es decir, con una carga menor a la de su capacidad», razona el presidente de INA.No termina aquí la lista de perjuicios. «Puede haber una afectación de la calidad del agua y una afectación del propio ecosistema, principalmente la fauna ictícola, porque las lagunas alojadas en los laterales se van desconectando, quedan colgadas, y eso impide el movimiento y la reproducción de los peces», continúa Bertoni.
La bajante del Río Paraná también ocasiona la inestabilidad de las barrancos adyacentes al curso fluvial, y un incremento de los incendios. «Es común que personas inicien incendios en las islas para después dedicarlo a la producción, y están dadas las condiciones para que si se inician ese tipo de actividades, los incendios tengan mayor envergadura por la mayor extensión de las islas y porque debido al invierno, el pasto está muy seco», detalla el funcionario.
No es difícil deducir que la producción agrícola también experimentará dificultades ante la escasez de agua.
El hecho de que el río se aleja de los márgenes originales puede llevar a que algunas personas ocupen de forma progresiva las áreas naturalmente inundables o las defensas costeras de las localidades. «Cuando el río vuelva a sus cauces normales, podemos tener problemas con la población que se instala en estas zonas navegables», planteó Bertoni.
En la actualidad Argentina negocia con Brasil, a través de la Cancillería, cómo intentar amortiguar la bajante del Río Paraná a través de las represas del país vecino, que también se han visto afectadas por la falta de agua.
Cortesía de Sputnik
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