Es uno de los artistas bolivianos más reconocidos en todo el mundo. Sus pinturas, que rescatan la cosmovisión y la simbología aymara, sacudieron el ambiente conservador del arte boliviano. Actualmente sus obras recorren continentes y se venden en todo el planeta.
Roberto Mamani Mamani es uno de los artistas bolivianos más reconocidos en el mundo. Irrumpió en la década de los 80 en el ámbito de la pintura, con un manantial de obras que rescatan las raíces andinas de su país. ¿Cómo logró abrirse paso internacionalmente con su arte, en un escenario tradicionalmente elitista? Este y otros temas dialogó con Sputnik en Cochabamba, donde nació y donde actualmente expone algunos de sus últimos cuadros, hechos durante la pandemia de COVID-19.
La muestra de Mamani Mamani se encuentra en el café Mandioca, en la acaudalada zona norte cochabambina. Al verlo parado en un banquito, colgando él mismo sus cuadros antes de inaugurar la muestra, nadie pensaría que es el famoso artista de renombre internacional que proyecta la belleza de Bolivia por todo el mundo.
La sencillez y la humildad que transmiten sus obras también se reflejan en la personalidad de este cochabambino de 58 años. Asimismo, los destellos fulgurantes de sus colores están en la energía con la cual explica su mirada sobre las sociedades que camina.
«Toda la energía de los Andes», saludó el artista. Se mostró contento de estar en la tierra donde nació, presentar su nueva serie de cuadros y compartir con el público, «con mucha gente que goza de mi arte, que se encuentra tal vez con lo más profundo de las raíces de tierra adentro», expresó.
Para Mamani Mamani, la celebración de la Pachamama, la Madre Tierra, es inherente a cada uno de sus trazos. «Trato de buscar el ajayu (espíritu, en Aymara), la esencia de las montañas, de su paisaje, de sus ritualidades, de sus ofrendas», explicó.
La cosmovisión andina, desarrollada durante los últimos milenios en imperios como el de Tawantinsuyu (de los incas), o el de Tiwanaku, «es la fuente inagotable de mi inspiración. Está relacionado vitalmente con mi obra. No habría Mamani Mamani si no fuera por esa fuerza de identidad que emerge de la tierra, que emerge de los ancestros, de los apus (las montañas), y de los achachilas (seres protectores). Esa es mi fortaleza», describió.
La ruptura
Mamani Mamani apareció en la escena artística boliviana ataviado de poncho, chulo, con sus inequívocos rasgos andinos. Así lo muestran las fotos de esa época: algo impensable en un ambiente dominado por los jailones, como se denomina popularmente a quienes pertenecen a las clases altas, de apellidos que durante cientos de años jamás osaron mezclarse con familias originarias.
«Como en toda profesión, es una lucha constante de sobrellevar y alcanzar lo que uno desea: llegar siempre a la cima de la montaña. Entre esas adversidades he logrado y creo que he roto también con ciertos obstáculos socioculturales», comentó Mamani Mamani.Nada pudo interponerse a su voluntad de «mostrar la magia y la energía de los Andes, que yo siempre menciono y que consigues cuando tú bebes y te nutres de los tejidos, de los quehaceres cotidianos y de las grandes fiestas», dijo el artista.
Y reflexionó: «A veces pienso que mi obra es un agradecimiento a la Pachamama. Es una ofrenda, porque tiene tantos colores… Como mi awicha (abuela) decía: ‘Los colores fuertes son para ahuyentar a los malos espíritus y no quedarnos en la oscuridad'».Definió a su obra como «la alegría de la vida. El canto a la vida. Un agradecimiento a la vida».
Sus pinturas no están solamente en galerías o museos. En la ciudad de El Alto hay edificios con sus reconocidos trazos. También la Casa Grande del Pueblo, en el centro de La Paz, luce la belleza estrambótica de sus visiones.
La influencia originaria
Consultado por los referentes artísticos que le ayudaron a construir su mirada, subrayó que «desde muy chico he estado interesado por toda la cultura precolombina, por todo ese legado de nuestros mayores. La cerámica de Nazca (en Perú), la simplificación de la línea de Tiwanaku», dijo.
«Tiwanaku ha sido la esencia vital para otros pueblos, que a su vez también han desarrollado sus conocimientos», aseguró. «Claro que también fui alimentándome con el encuentro de algunos colegas», comentó.
Habituado a viajar por el mundo, durante el último año y medio tuvo que permanecer en el Estado Plurinacional ante la pandemia de COVID-19. ¿Fue productivo este periodo? Mamani Mamani aseguró que «recibimos lecciones de vida con esta pandemia. Y sale a flor de piel ser solidarios, ser empáticos». El artista colaboró con grupos de mujeres para la elaboración y comercialización de barbijos, carteras y pañoletas, entre otros productos con sus diseños originales.
«Creo que ha sido muy fructífero», opinó. Y contó que durante este tiempo trabajó «en las obras de Canto a la vida. Parte de esos cuadros están ahora en Cochabamba».
Elaboró esta nueva serie para expresar «que después de la noche viene el día, después de la tristeza viene la alegría, después de la muerte viene la vida… Creo que nos compromete la vida a seguir aportando y a hacer un camino para los que van a venir detrás de nosotros».
Proyectos
Mamani Mamani comentó que en los próximos meses realizará un mural en Filadelfia, Estados Unidos. Consideró que esa ciudad de Washington «es la capital del muralismo de EE.UU. Falta ahí un Mamani Mamani. Va a ser una intervención importante», adelantó.
En estos días también transita por diversas ferias que se realizan en diferentes ciudades de Bolivia: «Estoy nuevamente volando. De una vez tenemos que hacerle una wajta (ofrenda) de agradecimiento a la Pachamama para que se vaya el COVID y nuevamente nos podamos abrazar, estrechar la mano y pues darnos un beso a colores, un abrazo a colores».
El problema en Bolivia, actualmente, es tener con quien abrazarse. El enfrentamiento entre sectores de la sociedad se hizo evidente con el paro cívico indefinido contra el Gobierno de Luis Arce, que recuerda inevitablemente a los meses golpistas de 2019.
«Los abuelos decían que siempre tenemos que vivir en equilibrio. Existe el caos si no comprendemos esto». Y explicó que en la cosmovisión andina se busca permanentemente «el equilibrio, la dualidad, vivir en armonía con todo lo que nos rodea. Si no lo respetamos, pues existen este tipo de conflictos».
Para el artista, «tenemos que vivir en armonía no solamente entre seres humanos, sino entre los árboles, las aves, entre los ayllus (comunidades) y los hermanos. Pero a veces olvidamos esos saberes, por toda esta velocidad con que nos toca vivir».
Consideró que en estas protestas se deben respetar los símbolos de los pueblos indígenas, como la wiphala, la bandera reconocida por la Constitución: «Es solamente comprender al otro, con lo que se siente identificado y representado. Es un mutuo respeto que se debe tener. Creo que a estas alturas de la civilización, deberíamos ya respetarnos entre todos».