«Lo siento, pero yo no quiero ser emperador»
Así empieza el discurso final de la película El Gran Dictador (The Great Dictator), de Charles Chaplin. La película se estrenó el 15 de octubre de 1940, en Estados Unidos. Un año antes, el 1 de septiembre de 1939, comenzaba la Segunda Guerra Mundial.
https://www.youtube.com/watch?v=6FEKco2VWkk
Un poco de Historia
En 1937, el productor de cine Alexander Korda despierta la curiosidad de Charles Chaplin acerca del parecido entre los bigotes de Hitler y Charlot, una coincidencia que, junto a la subida del poder de Hitler en 1933 y el apoyo por parte de determinados círculos influyentes de la sociedad estadounidense, ocasionó la producción de lo que sería, años después, El Gran Dictador.
La película muestra, con claridad, el estilo de Chaplin: la denuncia social en forma de sátira. Ya en 1936, con Tiempos Modernos, el director ponía un toque de atención sobre los cambios sociales originados por la modernización y la sustitución sistemática del hombre por la maquinaria, a la vez que se desarrollaba una deshumanización a través de la desaparición de los valores y la pérdida de la libertad y la justicia. Este argumento irá acorde y en relación con El Gran Dictador.
A principios de septiembre de 1939, Chaplin daba por acabado la preparación de la película; al mismo tiempo, estallaba la Segunda Guerra Mundial. Las críticas, presiones y recomendaciones de la sociedad del momento para que abandonara el proyecto no fueron suficientes para que el director no comenzara con el rodaje —un rodaje de alta complejidad por su elevado coste, pero sobre todo, por el nivel de exigencia del propio Chaplin—. Un año después, se estrena la película.
Fue éxito de taquilla. A pesar de las críticas y de la prohibición de emisión en determinados países (en Inglaterra ya había sido prohibida antes de que comenzara el rodaje), y de que Chaplin fue tachado de comunista en muchas ocasiones, no faltó el apoyo de grandes personajes, además de otros medios de comunicación.
El Gran Dictador
No nos detendremos aquí en explicar el argumento de la película. Preferimos que la veas si no la has visto, o que la vuelvas a ver por su calidad cinematográfica y los profundos contenidos de denuncia social teñidos con el humor que caracteriza a Chaplin. Eso sí, merece la pena darte un toque de atención para que te fijes en las grandes «coincidencias» que verás en la película: la figura de Astolfo Hynkel, dictador de Tomania, su ministro de propaganda nazi Garbitsch (en relación con el término inglés garbage, ‘basura’ en español), o su vecino Bencino Napolini, dictador de Bacteria.
Todo está dirigido a ridiculizar a Hitler, a su entorno y a sus ideas. Chaplin usa un pseudoalemán inventado por él, cuyas únicas palabras correctas son wienerschnitzel (que significa embutido o ternera de cerdo) y sauerkraut (una especie de repollo).
Mención especial merece la escena durante el asalto de las fuerzas de seguridad, respecto a la minuciosidad del detalle por parte del director, y cómo el barbero judío le tira un bote de pintura blanca a uno de los soldados, quedando este empapado de su blanca pureza de sangre. Se dice que Hitler vio la película dos veces, aunque nada sabemos de lo que opinó por aquel entonces.
Chaplin también trató en su película sobre la actitud de los judíos, las dos vertientes, aquellos que se resignaron y se adaptaron, y aquellos que prefierieron la lucha antes que vivir en tales condiciones. En 1933, se abría el primer campo de concentración nazi, cercano al pueblo de Dachau, al norte de Munich; años después, Chaplin argumentó que si hubiera sabido de verdad lo que pasaba en aquellos campos, nunca habría rodado El Gran Dictador.
La importancia de El Gran Dictador
La importancia de El Gran Dictador radica en ser un testimonio histórico de gran relevancia para el estudio de la época, no por el argumento de la película o por la opinión de Chaplin, sino por el propio hecho de que se hiciera una película con este trasfondo, es decir, la causa de que un director de cine quiera narrar los hechos que estaban sucediendo en aquel preciso momento. Todo ello en 1940, un año antes de la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y de que Hitler fuera considerado como una verdadera amenaza. Chaplin se adelantaba a su tiempo, a pesar de las futuras consecuencias, ya que esta película le supuso estar en el punto de mira durante el llamado Macarthismo —también conocido como la «caza de brujas»—, un extenso proceso judicial durante la década de 1950 impulsado por el senador Joseph McCarthy dirigido a personas sospechosas de comunismo.
«Tienes que hablar tú»
Terminamos tal como empezamos, con el discurso final de El gran Dictador, un discurso que no pasa de moda (pese a que la película tiene más de setenta años) y que pide por una sociedad más justa y feliz. Pero no vamos a utilizar el discurso en sí. Preferimos las palabras del oficial que, en la escena final sentado junto al personaje de Chaplin, le anima a dar el discurso: «Tienes que hablar tú».