Bachofen y el matriarcado o cultura ginecocrática

Repensar los orígenes desde la tradición mítica histórica entendida como vivencia primordial del hombre


Autor: Wari

Repensar los orígenes desde la tradición mítica histórica entendida como vivencia primordial del hombre. Johann Jakob Bachofen es el gran iniciador de los estudios sobre los orígenes del matriarcado (Muterrecht), de  la «cultura ginecocrática» en la antigüedad. Pensador e investigador del siglo XIX, docente colega de Nietzsche en la Universidad de Basilea, Bachofen distinguió tres momentos esenciales en la constitución de lo matriarcal en el pasado griego y su pasaje a la nueva forma triunfante del patriarcado.

¿Está el «yo» del hombre estrechamente circunscrito y herméticamente encerrado en los límites carnales y efímeros? ¿No pertenecen muchos de los elementos que lo componen al universo exterior y anterior a aquél, y el concepto según el cual cada uno tiene una identidad propia y no es persona fuera de ella, no fue creado por nuestras necesidades de orden y nuestra comodidad, dejando en olvido, y adrede, todos los matices por los que la conciencia del individuo se enlaza con lo universal?

[ Thomas Mann, «José y sus hermanos», Tomo I, pág.84]

Bachofen, creador de la teoría del matriarcado, del famoso «Muterrecht», fue retomado por pensadores claves de nuestra cultura pertenecientes a diversos campos de estudio: desde Engels hasta Freud y, posteriormente, por antropólogos tales como Malinowski, Durckheim y la Escuela francesa, Mircea Eliade, etc. Asimismo fue retomado por la primitiva Escuela de Francfort ( E. Fromm, por ejemplo), por el Círculo Eranos, por el gran mitólogo Joseph Campbell, y fue objeto de atención y de franca admiración del pensador español José Ortega y Gasset, entre otros.

Esta síntesis de la actualidad del pensamiento bachofeniano, simplemente pretende iluminar las zonas por las que esta teoría realmente revolucionaria en el ámbito de los estudios clásicos trasciende al mismo y se convierte en un punto de referencia fundamental de todo estudio religioso, antropológico, filosófico e histórico de la cultura occidental.

En cuanto a su desarrollo, o más bien a su orientación intelectual, comienza haciendo un estudio acerca del derecho greco-romano en la Antigüedad, a raíz de lo cual publica El derecho natural y el derecho histórico (1841). Este primer tratado lo lleva posteriormente a investigar acerca de los distintos niveles culturales y antropológicos que subyacen al Derecho de cada pueblo; de aquí surge la célebre obra «El Derecho materno».

Ahondando cada vez más en este ámbito cultural y antropológico de los pueblos, fundamenta su tesis del matriarcado como estrato cultural anterior al patriarcado y, en consecuencia, como matriz fundante de la cultura occidental, a partir de una serie realmente brillante de correspondencias que hace entre las relaciones que se dan entre los sexos masculino y femenino y el orden religioso, el social y jurídico de cada período cultural o histórico que va articulando. Si bien posteriormente se profundizarán estos aspectos, hacemos una primera presentación de los mismos para ir dando un esbozo de los tres estadios o períodos fundamentales en que se basa esta autor:

El primero tiene a Afrodita como símbolo del «hetairismo» que rige en él, siendo una etapa promiscua en donde prima la procreación indiferenciada; luego hay un segundo estadio que tiene a Démeter como símbolo, y en donde, si bien sigue rigiendo lo femenino, ya hay una regulación que está dada por el matrimonio; por último, está el estadio patriarcal simbolizado por Zeus o Apolo, en donde se da una primacía de lo uránico-racional, produciéndose de esta forma un cambio radical en la relación con la Madre Naturaleza que tenían los dos estadios anteriores.

Tomando por testimonio de este entramado de elementos a la tradición mítica e inclusive a las mismas tragedias griegas -analiza en varias tragedias, como por ejemplo la Orestíada o Antígona, manifestaciones tanto del derecho matriarcal como del derecho patriarcal, ambos la mayor parte de las veces en una constante lucha-, se podría decir que como consecuencia de esta profundización en el análisis antropológico -y por momentos claramente simbólico- de la cultura a partir de su legado mítico, reorganiza varias categorías antropológicas reinterpretándolas mito-simbólicamente, y comienza a ahondar en principios metafísicos que, podríamos decirlo así, se manifiestan en los mitologemas claves de toda cultura viviente-religiosa : ejemplo de esto es el análisis que hace del mito de Ocnos el Soguero, en donde la esencia misma de la dinámica de la Vida, esto es, la relación de tensión entre el principio de vida y el de muerte que fundamentan el mismo sentido de la existencia humana.

Para ver ya desde el comienzo el pensar vivo de Bachofen, es muy significativo el pasaje que se cita a continuación ya que representa de manera sintética y clara, según mi opinión, la continuidad entre la primera orientación antropológica con la posterior metafísica dentro de su particular hermenéutica :

«La dependencia de las diferentes etapas de las relaciones entre los sexos de las manifestaciones cósmicas, no se debe a un constructo imaginario; no se trata de un paralelismo sin fundamento, sino de un acontecimiento histórico, de un pensamiento de la historia. ¿Podría acaso el hombre, la mayor manifestación del cosmos, sustraerse a sus leyes? La vinculación de la evolución del derecho de familia con la sucesión de los grandes astros que, uno tras otro, van adquiriendo el lugar preponderante en el culto y pensamiento de los pueblos antiguos, es un hecho que muestra gran regularidad y necesidad interna; los eventos pasajeros de la historia son sólo expresión de un pensamiento creador divino cuyo fundamento es la religión» (1).

Antes de introducirnos directamente en su obra, es importante hacer una breve mención acerca del contexto que lo rodeó, así como del ambiente cultural anterior a este contexto que de alguna manera preparó un suelo, un sustrato, en donde pensadores tales como Bachofen, así como posteriormente Friedrich Nietzsche (en la foto) por ejemplo, pudieron apoyar sus ideas relativas a una visión vívida de la mitología y originar en consecuencia -cada uno en un modo particular y con inquietudes propias y muy complejas que no desarrollaremos aquí ya que excedería el marco de este trabajo- creaciones realmente revolucionarias en el ámbito académico de los estudios clásicos, como por ejemplo El Derecho materno, por un lado, y El Nacimiento de la tragedia, por el otro.

Ya en el siglo XVII comenzó a gestarse una corriente de pensamiento que buscaba rescatar el valor del mito, su sentido, ya que se estaba convirtiendo en relato estéril y fosilizado, perdiendo así su sentido originario de «historia vivida» -concepto tan importante para Bachofen- por un pueblo. Este vaciamiento de sentido, que tanto Herder así como Schelling, Schlegel, Creuzer y Hölderlin, entre los más significativos, intuyeron, permitió una revisión del mito, tanto desde el lenguaje como expresión de algo vivido y, por ende, histórico, así como del papel legitimador que tiene en una comunidad.

Es interesante como testimonio de un espíritu común presente a mediados del siglo XVIII y principios del XIX aproximadamente, citar al lector de hoy un breve pasaje extraído de una lección dada por Schelling a sus alumnos en 1804 que manifiesta el deseo de que surja una «nueva mitología»:

«Todo simbolismo tiene que partir de la naturaleza y regresar a ella. Las cosas de la naturaleza son y significan al mismo tiempo. Las creaciones del genio tienen que ser tan reales, o aún más, que las cosas denominadas reales, deben ser formas eternas que sigan perdurando de manera tan necesaria como las especies vegetales y los hombres…. El resurgimiento de una visión simbólica de la naturaleza sería por eso el primer paso para el restablecimiento de una auténtica mitología».

Por último, es necesario mencionar el hecho de que el Romanticismo es una época clave que, intuyendo nuevos aspectos de la Antigüedad, da origen a una nueva y tremendamente sugestiva visión de los fundamentos religiosos-culturales de la civilización griega : junto a Apolo, junto a la visión apolínea-homérica del mito, se redescubre a Dioniso, con lo cual, el luminoso cosmos apolíneo cantado por Homero comienza a articularse con un inquietante estrato cúltico subterráneo de raíces ctónicas -en esto es fundamental la figura de Creuzer y su visión de la Antigüedad-.

Centrándonos, ahora sí, directamente en su pensamiento, es altamente significativo rescatar cuatro conceptos que, en cierto modo, articulan el pensamiento y el método hermenéutico, tanto antropológico como simbólico, del cual se vale Bachofen para desarrollar y ampliar la idea de «Derecho materno» : dichos conceptos se cristalizan en las palabras «Lebensweise«, «Modo de vida»; «Lebensgesetz«, «Ley de vida»; «Lebensstufe«, «estadio vital»; «Kulturstufe«, «estrato cultural».

Como punto de partida, Bachofen observa que previamente a toda religión y, en consecuencia, a toda organización social, hay un «pathos«, una «sympatheia» mejor dicho, una determinada vivencia del cosmos por parte del hombre que, de algún modo, da origen al mito, el cual sería expresión de una dimensión y un universo simbólico surgidos de ese «pathos«: de ahí que en el comienzo de la Introducción a la mitosimbólica, Bachofen pone casi como emblema de su estudio la frase «El mito es la exégesis del símbolo», esto es, el mito es el intento de explicar ese «pathos«.

Esta experiencia que tiene el ser humano a partir del mundo posee su correlato en una interpretación de la misma, con lo cual la tradición mítica, es decir, el aspecto religioso de un pueblo, se ubica como matriz tanto de su organización social como de la jurídica, permitiendo esto inferir que el mito no es un mero relato fabuloso, sino que es una de las vías más simbólicamente creadoras y poéticas que posee la Antigüedad para «esculpir» en la memoria colectiva el panteón divino en su totalidad, conviviendo lo olímpico y lo ctónico en el entramado de la historia mítica.

La mitología, pues, posee dos dimensiones que se dan simultáneamente y que por lo tanto se corresponden mutuamente: el hecho mitológico es eje axial que hunde sus raíces en la tierra y se eleva al ámbito de los dioses.

(Foto: Una de las más antiguas imágenes de la humanidad de una diosa, la llamada Venus de Laussel, fue tallada en una cueva durante el Paleolítico Superior. La Gran Madre anuncia el milagro de su preñez. Un signo de prehistórico primado de la diosa que luego se expresó en los matriarcados de las primeras sociedades.)

Retomando los cuatro conceptos mencionados, lo primero que se advierte es la recíproca relación que establece Bachofen entre el modo de vida de una cultura con el derecho de la misma, al mismo tiempo que considera a cada período histórico como estadio vital, concibiendo de esta manera a la historia antigua del Mediterráneo como una compleja relación entre distintos estratos culturales, con lo cual veremos que cuando Bachofen habla de «matriarcado» o «cultura ginecocrática» habla en términos de concepciones o representaciones colectivas determinadas que no se ciñen a un pueblo específico, sino que por el contrario, los distintos pueblos que toma para apoyar sus tesis son la expresión de un estrato cultural -el matriarcado- que se manifiesta, en distintos grados, en toda la Antigüedad -analiza tanto la cultura egipcia, como la cretense, la persa, y la griega-.

Entonces, podemos conjeturar que el legado más significativo que nos dejó Bachofen es un modo de pensar y comprender la historia que toda persona interesada en el estudio de la Antigüedad no debería dejar pasar por alto. La comprensión a la que dicho pensador llega, parte sin duda de un enfoque sumamente interesante, a la vez que integrador y relacional:

Bachofen «convierte» su investigación en una antropología histórica de las representaciones simbólicas que configuran la memoria colectiva de un pueblo y, en última instancia, su identidad. Por ende, es sugestivo por lo menos plantearse si al desenterrar este estadio matriarcal que precede al patriarcal, Bachofen no sólo hace un replanteo de carácter teórico y científico respecto de la tesis dominante en su época que negaba dicho estadio considerando sólo el patriarcal, sino que también a lo que invita es a reconsiderar la propia constitución de la identidad occidental en su conjunto, ya que toda constitución del «yo» hunde sus raíces en los tiempos denominados arcaicos.

De ahí la importancia del estudio de la Historia de la religión, estudio que nos va revelando que la inmensa distancia que nos separa de la Antigüedad es una mera ilusión, y que cuando se hace hincapié en los famosos arquetipos, los incontables siglos que median entre nuestro tiempo y el arcaico se van haciendo cada vez más etéreos, inmateriales, disolviéndose finalmente en una anulación del tiempo, dándonos entonces la posibilidad de encontrar nuestras raíces en ese «illo tempore» propio del mito…

AFRODITA, DEMETER, APOLO

Pasando al fenómeno concreto de los estadios que distingue Bachofen, se recortan tres momentos esenciales :

– Un primer estadio simbolizado por la diosa Afrodita en el que hay una absoluta identificación con el principio material femenino de la naturaleza, en donde no hay ningún tipo de mediación y, en consecuencia, la comunión es de carácter indiferenciado ya que no existe todavía la regulación a través del matrimonio.

El derecho natural que rige para este tipo de comunidad está basado en el crecimiento silvestre y la procreación de la tierra, esto es, la imagen de la tierra como «Madre incesante», como dadora permanente de vida sin límite alguno, a la vez que es la que recibe en su seno al ser que muere.

– Un segundo estadio simbolizado por Démeter. Si bien se sigue la relación de absoluta identificación que posee el afrodítico, esta vez está dada por medio de la relación matrimonial, que une al hombre con la mujer en un plano, y con la tierra en otro a través de la agricultura. De esta manera, la tierra, trabajada de manera exclusiva por cada individuo, se presenta como imagen y prototipo de una unión íntima, duradera y exclusiva ante la relación entre el hombre y la mujer.

Es así que el derecho natural está basado en la regulación de la agricultura sobre la procreación de la tierra.

– Un tercer estadio simbolizado por Apolo, que marca el paso decisivo de lo matriarcal hacia lo patriarcal. Del reinado de las divinidades ctónicas se abre camino el héroe solar uránico. El hombre se emancipa de la naturaleza, diferenciándose radicalmente en la concepción que tiene de ella de los dos períodos anteriores. Se da primacía al desarrollo individual y al espíritu-razón, relegando lo material-emenino al ámbito de lo corporal.

Es importante advertir los matices que hay en las transiciones de un estadio a otro: mientras que desde el afrodítico al demétrico, si bien hay importantes cambios en cuanto a la relación entre los sexos, y una distinta concepción en el ámbito religioso ya que la etapa demétrica implica el fenómeno de la muerte como condición del nacimiento del grano, lo cual lleva a la sublime concepción religiosa de la idea del ocaso como condición de un renacimiento más elevado, convirtiéndose este hecho en el centro del misterio de la religión ctónica -piénsese en los Misterios Eleusinos-, ambas tienen tienen su fundamento en las leyes de la naturaleza, y por ende se puede hablar en ambas de un «derecho natural», mientras que el paso hacia el sistema patriarcal, según palabras de Bachofen:

«Asistimos a la disolución de una era, y desde sus ruinas florece una nueva época, la apolínea. Tras la divinización de la madre, sobreviene la del padre, tras el primado de la noche, el del día, (…) las diferencias de ambos estadios vitales se desvelan con total nitidez. (…) Si allí prima la ligazón material, aquí el desarrollo espiritual; allí la regularidad inconsciente, aquí el individualismo; allí la entrega a la naturaleza, aquí la emancipación de ella (…) La máxima esperanza del misterio demétrico es el don libre de la madre, como ocurre con el destino del grano; el heleno, por el contrario, desea obtener todas las cosas por él mismo, hasta lo más supremo. En la lucha es consciente de su naturaleza paterna, luchando se eleva sobre el matriarcado al que antes pertenecía (…) Para él la fuente de la inmortalidad no mana ya de la mujer concipiente, sino que se halla en el principio masculino creador al que reviste de una divinización que el mundo antiguo sólo a ella confería» (2).

Ahora ya se puede ir viendo más claramente la innovación que hace este creador en el campo de la cultura antigua, entendiendo a la misma como el resultado de la convivencia de dos culturas: una cultura originaria, mediterránea o preindoeuropea -la época de los pelasgos, los leleges, los carios, los epirotas, los eolios y los minios- que tiene como base al matriarcado, en sus dos clases, el afrodítico y el demétrico, y una cultura «helénica», indoeuropea o semita -con el término «semita» se hace referencia al Antiguo Testamento exclusivamente- que representa al patriarcado, el cual se continúa históricamente durante el imperio Romano y el posterior cristianismo.

Es imprescindible, una vez hecha la mención de los tres estadios culturales, ver el modo en que Bachofen concibe su dinámica a través de la historia: la evolución humana es vista como continuidad, el mito y la historia como diferentes modos de expresión de la tradición de un pueblo; a través de la tradición mítica se transmite la tradición histórica de la cultura arcaica, es decir, no es posible pensar en un quiebre o corte entre lo mítico y lo histórico.

Por lo tanto, la historia es la manifestación de la interrelación de distintos estadios culturales, en donde cada estadio es como el rostro del dios Jano: mira simultáneamente hacia atrás y hacia adelante. El hecho histórico se abre así en dos direcciones, permitiendo de este modo, una comprensión de la historia que tiene como principio rector el privilegio otorgado al modo de pensar relacional-integrador, desplazando así la concepción dominante en ese momento que ve a la historia como una serie de etapas que se van superando, merced al «progreso» de la cultura occidental, y en donde la idea de corte y ruptura rige significativamente, otorgando a lo venidero un carácter positivo y de superación respecto de lo anterior.

Esta forma de interpretar al conjunto de la historia es la que explica el hecho de que Bachofen, a partir del estadio ginecocrático demétrico, descubra el perteneciente al dominio de Afrodita, y explique a la vez varios aspectos del que le es posterior, esto es, el patriarcado. Asimismo, por la raigambre fundamentalmente sagrada que tiene cada una de estas etapas del desarrollo de la humanidad, es mejor hablar de deslizamientos y de estados manifiestos y latentes, de pugnas casi constantes, lo cual es visible en la tragedia griega por ejemplo: es el derecho que reclaman las Erinias a Atenea en la Orestíada; son las leyes «ágrafas» por las que prefiere morir Antígona frente al orden de las leyes establecidas desde la razón humana emancipada de la Naturaleza que de algún modo se condensan en la figura de Creonte; es Penteo intentando poner fin al poder de Dioniso, y, por qué no, es el gesto soberbio de rechazo de Hipólito hacia Afrodita…

Lo matriarcal es entendido como la primacía de lo femenino frente a lo masculino: aquí es importante aclarar que no se refiere al predominio de lo femenino en cuanto a dominio político-civil -salvo en el caso del amazonismo- de la mujer sobre el hombre, sino que se está refiriendo a un modo de interpretar el Cosmos y por ende de organizarlo, que tiene como centro a lo femenino. Para esto, hay que tener presente el papel que otorga Bachofen a la religión como la expresión más sublime y primigenia del hombre frente al fenómeno de la vida entendida como instancia significativa, como una Gran Madre que, además de albergar en su seno a la vida y a la muerte, es la que permite al hombre iniciarse en sus misterios: aquí cobra sentido la presencia de Diotima en el Banquetede Platón, la cual puede ser pensada como uno de los tantos rostros con que el hombre de la Antigüedad hace visible esa dimensión iniciática de la vida que tiene su mayor expresión en la misma Naturaleza.

Ya se puede ir entendiendo entonces el alcance que tiene el Derecho dentro de una comunidad, puesto que tiene como matriz a la dimensión religiosa-cúltica; de esta forma, pues, se puede entender la afirmación de Bachofen respecto de que el derecho materno es un derecho natural, esto es, la expresión máxima de la vivencia que tiene el hombre arcaico de la identidad que percibe entre la «Phýsis» y el «Dikaion«, entre la Naturaleza y el derecho.

A esto habría que agregar una breve consideración acerca del dionisismo; Dioniso se vuelve doblemente seductor para la mujer, en especial para la amazónica, por la conjunción sublime en él de lo sensible y lo suprasensible. Bachofen hace un profundo estudio de las relaciones que se generan entre la mujer y la institución de la religión dionisíaca y, fundamentalmente con la mujer del matriarcado demétrico: es a través de la dimensión erótica que otorga la religión dionisíaca a la vida femenina que logra paulatinamente desplazar la severidad y la castidad del matriarcado demétrico, conduciendo finalmente de nuevo la vida hasta aquél heterismo afrodítico de los primeros tiempos, representado, como ya dijimos, por la absoluta espontaneidad de la vida de la naturaleza.

A modo de conclusión, haremos una breve consideración en relación con la última etapa de Bachofen, esto es, con la puramente simbólica.

Creo que los ejemplos más representativos de su orientación interpretativa son dos ejemplos que él toma en su Simbólica sepulcral: Los tres huevos mistéricos y Ocnos el soguero, pinturas observadas por él en Villa Panfilia, a fines de 1842.

Aquí, Bachofen realiza profundas consideraciones acerca de la interdependencia entre muerte y vida como las dos fuerzas constituyentes de la misma existencia: es en la vida telúrica en donde él ve expresada con toda su sencillez, y no por eso menos relevante, la ley eterna del devenir -es interesante ver en esta consideración de vida-muerte, una reinterpretación de orden metafísico, y si se quiere más abstracto, del concepto de lo femenino que intuyó por vez primera en sus trabajos antropológicos del matriarcado-.

Estos dos ejemplos son altamente significativos debido a que podemos conjeturar la lectura atenta que Bachofen está resalizando del De Isis y Osiris de Plutarco: plantea como núcleo de la ley del devenir, la incesante creación en convivencia con la incesante destrucción. A partir de esta base, interpreta varios mitologemas claves de la cultura griega, otorgándoles un espesor de sentido tal que los erige como expresiones simbólicas del misterio mismo de la existencia. Ya en este nivel, lo que uno pueda explicar es muy pobre en comparación con la vivencia que puede originar la lectura de todo este último período , porque, no hay duda, Bachofen es un gran conocedor del mundo antiguo pero, a la vez que posee un gran caudal de conocimientos, está impulsado por el afán de comprender ese gran interrogante que es el significado de lo sagrado en la vida del hombre, afán que contagia por medio de su escritura a todo futuro lector que le inquiete el misterio de este cosmos divino…

Por último, vemos que en la trayectoria por la que va transcurriendo el interés de Bachofen, éste ha arribado al umbral de lo que Diotima en el Banquete llama los «Grandes Misterios», por lo que, a modo de homenaje, es muy significativo un pasaje del Asno de oro de Apuleyo, en donde pareciera ser que por medio de Isis, al igual que Diotima, nos está hablando esa «voz» que Bachofen, y sólo unos pocos, supieron escuchar, dejándose instruir por esa sabiduría milenaria que resuena como eco desde las entrañas más profundas de la tierra:

«Yo soy la madre natural de todas las cosas, señora y guía de todos los elementos, progenie primera de los mundos, la primera entre las potencias divinas, reina del infierno, señora de los que moran en los cielos, en mis rasgos se conjugan los de todos los dioses y diosas. Dispongo a mi voluntad de los planetas del cielo, de los saludables vientos de los mares y de los luctuosos silencios del mundo inferior; mi nombre, mi divinidad es adorada en el mundo entero bajo formas diversas, con distintos ritos y por nombres sin cuento. Los frigios, los primeros en nacer de todos los hombres, me llaman madre de los dioses de Pesinunte; los atenienses, nacidos de su propio suelo, Minerva Cecropiana; los chipriotas, a los que baña el mar, Venus Pafiana; los cretenses, portadores de flechas, Diana Dictina; los sicilianos que hablan tres lenguas, Proserpina Infernal; los habitantes de Eleusis, su antigua diosa Ceres (…) y los egipcios, buenos conocedores de todo el saber antiguo y que me adoran con sus ritos peculiares, me invocan por mi nombre verdadero, Reina Isis» (3).

Por Marta Silvia Dios Sanz

El Hilo de Ariadna

Citas Bibliográficas:

(1) Bachofen, «El matriarcado», traducción castellana de Begoña Ariño, Editorial Anthropos. 1988.
(2) ídem (1).
(3) Apuleyo, «El asno de oro», libro XL, traducción castellana hecha por la Editorial Alianza, 1989.

Apéndice Biográfico:

Johann Jakob Bachofen: Nace en Basilea (Suiza), en 1815, falleciendo en 1887 mientras estudia el aspecto simbólico de las lámparas sepulcrales romanas.
Estudiante de Derecho, y posteriormente profesor titular de Historia del Derecho Romano a los 27 años, inmerso en la época que se da en llamar como el período del «Romanticismo alemán», es profundamente influenciado por el excepcional mitólogo alemán, Friedrich Creuzer, su maestro, cuya obra capital, Symbolik und Mythologie, marca de alguna manera una significativa línea de interpretación simbólica del fenómeno mítico, la cual se diferencia radicalmente de la perspectiva racionalista del mito que predomina entre los antropólogos y filólogos de la Alemania de ese momento.
Su obra se puede articular en tres períodos :
– Un primer período, en donde comienza sus estudios sobre la historia del derecho a partir de 1841. De esta época es su obra El derecho natural y el derecho histórico.
– Una segundo período en donde se ubica El derecho materno, publicado en 1861 y La leyenda de Tanaquil -estudio sobre los etruscos matriarcales-, publicada en 1870.
-Un tercer período en donde publica la Simbólica sepulcral en 1859 y La doctrina de la inmortalidad en el orfismo en 1867.

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FOTO PORTADA: Etnia Mosuo, en China, considerada uno de los más claros ejemplos de matriarcados vivientes.


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