Se ha celebrado un 18 de septiembre nuestra “independencia”, siendo que ésta fue declarada un 12 de febrero de 1818. Se celebra un Bicentenario calculado en base al Cabildo “abierto” de 1810, en donde se nombró entre oligarcas, una primera Junta de Gobierno para comenzar a repartirse el país de nombre Chile.
Y es que la Declaración de la Independencia que a O’Higgins nunca complacía, tuvo que ser re-redactada en varias oportunidades hasta ser oficializada, existiendo en lo profundo de ella misma, un análisis necesario de hacer a esta fecha.
La intención política de declarar independencia de la corona española, escondía obediencia a nuevos amos interesados en las riquezas de la Tierra de los pueblos de Chile. Intereses ingleses y de otras nacionalidades, que entregaron las armas para que se diera la batalla derramándose sangre inocente, por peleas de grandes perros.
Desde ese entonces, mucha agua ha pasado bajo el puente, y hoy nuestra gente guiada por la publicidad y tendencias de consumo se une a celebraciones del Bicentenario de un Chile de “5 letras que no dicen nada, sólo una sucursal al sur del Imperio”; tal nos recuerda una canción de la mítica banda del punk Los Miserables sonando en audífonos quinceañeros y que en esta edición nos refresca Armando Uribe al sentenciar que quienes gobiernan han renunciado a la idea de Chile como un país posible.
Pero aún hay quienes creen en los cuentos de hadas y en que Chile es un país de igualdad de oportunidades, libre, democrático e independiente. Nada más alejado de la patente fotografía que nos revela una Encuesta Casen donde se da cuenta de brechas como que de 10 familias pobres, solo dos de ellas llevará alguno de sus hijos a la Universidad y que un universitario ganará de por vida en promedio 3 veces más que el que se quedó con cuarto medio.
Pero la ola del negocio de la educación con Lavín a la cabeza sigue avanzando, mientras el Gobierno obvia que una de las piedras angulares de la desigualdad social, tiene que ver con la calidad de la educación recibida y por lo menos el tener la posibilidad de acceder a ella en todos sus niveles, sin distinción de clase, sexo o religión.
Al parecer los que gobiernan no recuerdan que estudiaron en la universidad pública de forma gratuita. Al parecer mantener al pueblo en la ignorancia sigue siendo su mejor estrategia y hoy el opio de la religión es sustituido por los medios masivos y su constante tendencia a censurar las noticias que importan, que han llevado al hastío a un par de coléricos que desataron su furia el pasado 11 de septiembre contra los móviles de la gran prensa comercial.
Detenidos, contabilización de carabineros heridos, y dele con los hechos por cierto ocurridos, pero aislados y de segundo orden dentro de los procesos de movilización social que vive el país, donde las demandas de fondo -como es la necesidad de un cambio total del cómo queremos sea el futuro- parece nunca llegar.
Mientras tanto pasamos de los mineros a la causa mapuche, hombres y mujeres con problemáticas comunes. Ambos explotados por un sistema desregulado, con privilegio de información para los menos y desigualdad de oportunidades para la gran mayoría.
No obstante podemos decir que confiamos en que la lucha del minero por trabajo digno, va siendo la del trabajador del retail, la necesidad de tierra del pueblo mapuche, la de techo y vivienda para los sin casa, la posibilidad de acceso público a la educación de calidad en todos sus niveles, el sentir del profesor que se toma la docencia como chispa de cambio social y las luchas de los pueblos van confluyendo para tratar de quebrar el nihilismo.
La gran agenda de los pueblos de Chile, y su pliego tejido durante los últimos años hoy poco a poco rompe el cerco informativo de la mano de los medios independientes, alternativos, ciudadanos, populares y comunitarios que han crecido como la espuma en nuestro país.
Obviada aún la gran demanda de fondo que es la necesidad de un nuevo contrato social, una Asamblea Constituyente, se ha aprobado en el Senado en general y en particular un proyecto de ley emanado del Gobierno, referente a la Ley Antiterrorista. Apretones de tuercas mal hechos y la máquina que se quiere reparar sobre la marcha.
Y es que debemos reflexionar acerca de que la lucha contra el modelo, contra el sistema imperante, es simplemente un grito de libertad, no aceptando la criminalización del que lucha con sus voces y con sus acciones directas por conquistarla sin poner en riesgo la vida de sus congéneres, la especie humana.
La solidaridad que demostraron los chilenos con los afectados con el terremoto, la que se ha visto con los mineros atrapados bajo la mina San José, la extendida hacia los prisioneros políticos mapuches desde distintos frentes incluido el parlamentario, el apoyo a las comunidades que son acechadas por proyectos contaminantes y tantas otras que esperamos se sigan sucediendo, son las que finalmente nos darán el ansiado triunfo a los pueblos de Chile, son el ejemplo vivo de que los pueblos comienzan a despertar nuevamente tras largos años de falsas esperanzas.
Recobrar confianzas es lo que se ve difícil, pero lo importante es que ahora más que nunca el pueblo unido debe avanzar por la conquista de la soberanía popular, es ahora cuando se verá quiénes están realmente del lado de los pueblos que luchan y quiénes son los traidores de la patria disfrazados con piel de oveja.
Es ahora que debemos recobrar la memoria, despertar y tomar conciencia que hemos sido gobernados por la derecha desde el golpe de Estado de 1973. El co-gobierno Alianza-Concertación, se ha disimulado en una alternancia del poder que celebra el sistema binominal, herencia de la Constitución antidemocrática del 80.
Por ello el llamado es a abrir los ojos, a identificar bien que aquí, más que gobierno y oposición, la realidad manifiesta la existencia de oprimidos y opresores, privilegiados y vulnerados. Bienvenidos a la lucha de clases.
Equipo Editorial
El Ciudadano N°88, segunda quincena septiembre 2010