El biólogo neerlandés Vincent Vos, que camina desde hace 20 años la Amazonía boliviana, conversó con Sputnik sobre las múltiples amenazas que dañan a un ecosistema compartido por nueve países y ya fue considerado el pulmón del planeta. También dio recomendaciones para protegerla.
Vincent Vos es un biólogo nacido en Países Bajos, quien hace 20 años llegó a Riberalta, una población del departamento amazónico de Beni de la cual ya no pudo desligarse. Esta región, donde la vida —ya sea vegetal o animal— se manifiesta en cada sitio donde se posa la vista, es la meca para quienes se dedican a investigar la naturaleza.
En entrevista Vos relató los grandes cambios que presenció en la Amazonía durante las últimas dos décadas, época marcada por la degradación ambiental de uno de los ecosistemas más grandes del planeta. También, por las luchas de pueblos indígenas para protegerla.
La Amazonía puede verse como una fuente de vida que debe ser protegida de toda amenaza. Pero, también, se la puede percibir como una cuantiosa bolsa de dinero por saquear hasta la última gota. Lamentablemente, esta mirada prevaleció en los últimos años, por lo cual las imágenes satelitales muestran, año tras año, la pérdida del verdor original para dar paso a manchas que representan actividades agroindustriales, como la cría de ganado y el cultivo de soja.
Vos recordó que cuando llegó adonde hoy vive, «lo vi bonito todavía, muy selvático. Pensaba que realmente iba a ser un rincón del mundo donde se podrían revertir los procesos de destrucción que se dan en todo el planeta».
A pesar de todo, la Amazonía sigue siendo el bosque tropical más grande del mundo. Abarca a nueve países: Brasil, que posee su mayor porción, seguido de Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam, Guayana Francesa y Ecuador.
Según un informe del Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP), más del 65% de la deforestación registrada en 2020 se situó en Brasil, donde se perdieron 1,5 millones de hectáreas, un 13% más que en 2019.
Le sigue en la lista Bolivia, donde el año pasado se arrasaron 240.000 hectáreas de selva, lo cual superó su récord de 2017. Contribuyeron a alcanzar esta cifra los incendios de septiembre pasado en el departamento de Santa Cruz (este), donde fueron afectados los bosques de la Chiquitanía y del Chaco.
¿Quién es Vincent Vos?
Con 20 años en el oriente boliviano, Vos se mimetizó con los pobladores locales, de modo que ya es «más camba que la yuca», como dicen por esos lares. En Beni tiene hijos y hasta nietos. Aquí decidió echar sus raíces, bien lejos de su Dronten natal, un poblado rural del centro de Países Bajos, donde creció rodeado de árboles de manzana.
La vida en el campo lo llevó a estudiar Biología en la Universidad de Utrecht. Para obtener la maestría, en 2001 llegó a la Amazonía boliviana. Aprovechó que la Universidad Autónoma del Beni tenía un convenio con su casa de estudios y, al poco tiempo, comenzó a trabajar con organizaciones indígenas y de la sociedad civil.
Vos es una enciclopedia de la Amazonía. Aunque su fuerte está en la biología, conoce las formas de organización de los pueblos indígenas, también las potencialidades para su desarrollo económico.
Afirmó que «hasta ahora, en el norte amazónico tenemos una economía que depende principalmente de la castaña, de la madera. La gente vive todavía de la caza, de la pesca, de su propio chaquito«, como llaman al campo de cultivo de cada familia.
«Hay esperanza de poder hacer las cosas diferentes. Pero cada vez vienen con más fuerza las políticas de producción de biodiesel, de soja transgénica y otros productos transgénicos que tratan de meter sí o sí», comentó.
Según el investigador, pesan sobre la Amazonía intereses corporativos y empresariales transnacionales, dispuestos a explotar sus recursos forestales y mineros a cualquier costo: «Todo el mundo está viendo esos recursos nomás y no se interesa por la vivencia de la Amazonía misma, de la gente que vive ahí».
Contra los transgénicos
Días atrás, el presidente Luis Arce Catacora anunció la anulación de decretos de apertura plena a los cultivos transgénicos, aprobados mediante decreto durante el Gobierno de facto de Jeanine Áñez (2019-2020).
«La abrogación es una victoria, es positiva. Pero también los ambientalistas mantenemos una posición muy escéptica, porque se siguen promocionando los transgénicos y todavía hay normas que facilitan su cultivo», dijo Vos.
Por ello, consideró que «todavía no hay un cambio de modelo económico. Hay un montón de otras normas ecocidas que hemos identificado. Hay mucho más por abrogar».
En este sentido, sostuvo: «No puedes apuntar por un lado a un desarrollo basado en la destrucción del bosque, para después hacer un proyectito de reforestación».
«Tus objetivos ambientales y tus objetivos de desarrollo económico tienen que ser parte de un mismo proyecto, un mismo programa. Hay muchas opciones», dijo el biólogo. Y mencionó, entre otras, el procesamiento de frutas amazónicas, la pesca y el ecoturismo.
La situación de los pueblos indígenas
En la Amazonía beniana viven 16 pueblos indígenas: Esse Ejja, Chácobo, Cavineño, Itonama, Tacana, Chimán, Mojeño, Yuracaré y Sirionó son algunos de ellos. Vos, que constantemente visita sus comunidades, comentó cómo se encuentran, luego de un año de restricciones impuestas por la pandemia de COVID-19.
Por causa de esta enfermedad, en varios territorios perdieron a líderes ancianos, que guardaban parte de la historia y los saberes de su pueblo. Ante esta amenaza, varias comunidades decidieron cerrarse al contacto con personas ajenas, hasta que se vaya el coronavirus.
«Están muy preocupados. No solamente por la pandemia, también porque no pudieron comercializar sus productos. No podían entrar y salir de las ciudades», contó Vos.
«En sus comunidades tienen cada vez menos opciones productivas. También el cambio climático está degradando sus bosques. Por ello tienen menos caza y menos pesca», relató.
Para la economía de las familias de esta región Amazónica, la recolección de castaña es fundamental. «Pero hay menos producción que antes. Además, los precios no son favorables», dijo Vos.
«Están desesperados para ver qué se puede hacer. Porque, además, sus patrones de consumo van cambiando: quieren celulares, quieren comprarse autos. Entonces necesitan ingresos», ilustró el investigador.
En 2020, durante la pandemia, varios indígenas se vieron obligados a vender madera ilegalmente, también a cazar algunas especies protegidas para comerciarlas en las ciudades.
«Dentro de esa desesperación por producir, muchos caen en esas promesas huecas de los que quieran sacar oro de los ríos, o quieren tumbar bosque para sembrar soja o meter vacas. Firman un acuerdito, pero al final el campesino indígena no recibe beneficio, aunque ya destruyeron su territorio», comentó.
Por otro lado, Vos observó que también afloró en las comunidades la convicción de que deben producir lo necesario para mantenerse, sin depender del comercio con el exterior, truncado por la pandemia.
«Hay más motivación para producir y ya no solo de extraer para vender. Veo algunas cosas positivas. Hay gente que ha dejado la ciudad para venir a vivir a la comunidad otra vez, para producir, planificar y contribuir a la gestión de sus territorios», dijo Vos.
Desde 1996, el Estado boliviano reconoce los Territorios Comunitarios de Origen (TCO) de los pueblos indígenas. Luego de un largo proceso judicial, se reconocieron hasta el momento 58 títulos de propiedad comunitarios. Muchas otras demandas territoriales aún siguen su camino en el ámbito judicial.
El país discute sobre medio ambiente
En estos días, Bolivia debate insistentemente sobre medio ambiente y ecología. Por una parte, el Día Mundial de la Tierra, el pasado 22 de abril, motivó la realización de decenas de actividades, la mayoría online, en varias de las cuales participó Vos.
Por otra parte, el vlogger francés Alexis Dessard moviliza a poblaciones de varios departamentos (ya pasó por Oruro, Cochabamba y La Paz) para limpiar lagos y ríos repletos de toneladas de basura urbana.
El éxito de su cruzada reside, mayormente, en la vergüenza que generaron sus señalamientos a las hectáreas de mugre que cubrían al orureño lago Uru Uru, por ejemplo, que además es un sitio Ramsar: un humedal de importancia internacional, según la Convención de Ramsar.
También, muchas personas y organizaciones se sumaron a las jornadas de limpieza en el marco de una moda que exigía tomarse muchas selfis mientras atendían el desastre.
«Siempre ha habido acciones de limpieza colectiva, pero de perfil mucho más bajo. Al ciudadano francés le han dado mucha importancia mediática, pero me parece interesante que el sector ambientalista también se ha sentido motivado», destacó Vos.
«Es algo bonito, porque la gente está limpiando y así hacen a sus propios barrios más vivibles, más sanos», comentó. Pero no dejó de observar que «sacar una botellita de la calle no va a solucionar los problemas de fondo causados por el cambio climático y el modelo de desarrollo».
Contó que en Riberalta, a partir de las limpiezas colectivas, «muchos grupos ambientalistas están planificando reforestar las calles, o ayudar a prevenir incendios. Hay también interés en dar charlas y discutir los temas de fondo. Eso es positivo».
Cortesía de Sebastián Ochoa Sputnik