Esto es lo que pasa cuando Brasil se queda sin WhatsApp

Brasil, 17 de diciembre de 2015. Durante unas horas, el Whatsapp deja de funcionar en el mayor país de América Latina. El pánico cunde entre los 100 millones de usuarios brasileños de este servicio, en permanente conexión a través de los tropecientos grupos que cada uno administra en sus vidas paralelas.

Más de 100 millones de almas en pena amanecen en una especie de Blade Runner tropical, sin entender el por qué de una decisión judicial que ha apagado su principal fuente de alimentación virtual.

Pero el juez de un tribunal de provincias, en el estado de S. Paulo, se muestra inflexible en su determinación de hacer caso a las grandes compañías de telefonía, que alegan pérdidas millonarias desde que Whatsapp introdujo las llamadas de voz gratuitas.

Incluso el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, interrumpe su idilio de padre nodrizo para indignarse públicamente por este bloqueo. «Hoy es un día triste para ese país», afirma desde su perfil de Facebook. «Estamos trabajando duro para corregir esta situación», añade Zuckerberg.

Pocas horas después, en las que se registra un éxodo masivo hacia el Telegram, el servicio de Whatsapp es reestablecido gracias a otra decisión judicial que anula la precedente.

Entre tanto, miles de memes han invadido las redes sociales. El proverbial sentido del humor de los brasileños no podía fallar ante una hecatombe virtual de estas dimensiones, una plaga bíblica 2.0 que casi acaba con la alegría nacional.

«Hoy la gente tendrá que mirarse en los ojos, conversar en los ascensores, los automovilistas no podrán hacer barbaridades mientras conducen y digitan al mismo tiempo, y la circulación de los peatones va a ganar fluidez. A lo mejor nos daremos cuenta de que nos hemos convertido en robots y hemos perdido un poco de lo que se llama humanidad», bromeaba un internauta.

«Whatsapp es tan brasileño que no ha cumplido ni la mitad de la pena», se burlaba otro, en alusión a los escándalos de corrupción que han sacudido el país en el medio de una impunidad generalizada.

La pesadilla tecnológica del año ha acabado sin víctimas mortales. Brasil ha recomenzado a comunicarse. Todo vuelve a la normalidad… pero los chistes quedan.