La modificación al binominal gira en torno a dos perspectivas; el cálculo político y la convicción democrática. El cálculo político se relaciona con evaluar si conviene –política y electoralmente- cambiar el sistema. Lamentablemente, es esta la lógica que ha dominado y domina el debate: se cambia si no me conviene y se mantiene si me conviene. Todos los partidos –unos más que otros- han caído en la lógica instrumental. A su vez, la convicción democrática –o razones “ideológicas”- dice relación a que en una democracia debe existir correspondencia entre votos y escaños a partir de lo cual el “voto” tiene el mismo peso político para todos.
Durante veinte años se ha querido modificar el sistema electoral; los de la Concertación afirman que siempre intentaron y que no tuvieron los votos. Los actuales partidos del oficialismo no sólo niegan la tesis anterior al afirmar que nunca hubo proyectos y que tampoco les interesaba, sino además, afirman que el binominal ha sido bueno para Chile; dio estabilidad y gobernabilidad.
Argumentos a favor y argumentos en contra. Finalmente, todo depende con el cristal que se mire o el “cálculo político” que se haga. Si antes no se cambio fue por cálculo político; y si hoy se insiste y las mayorías se van consiguiendo también es por cálculo y posicionamiento político. Aquí, parece que la convicción democrática no existe.
En efecto, los que ayer prefirieron mantener el sistema y no presionaron como hoy lo hacen –por cierto, las condiciones políticas de la coyuntura son muy distintas- lo hicieron porque se beneficiaban con el binominal. Hoy insisten, por lo mismo: son perjudicados con su lógica excluyente y desigual.
La DC y RN son ejemplos clásicos de esta situación. Ambos fueron los partidos más grandes del sistema político en los noventa y por tanto los más beneficiados con el sistema electoral. La correlación de fuerzas cambió y no sólo perdieron votos y escaños, sino también el binominal comenzaba a conspirar contra su crecimiento. En la coyuntura están en un escenario de estancamiento electoral. Ambos necesitan crecer; y por tanto, modificar el binominal por un proporcional corregido.
La DC fue el partido más grande de la Concertación y del sistema del partido en las tres primeras elecciones de la re-democratización. En el ’89 obtuvo el 26%, en el ’93 el 27% y en el ’97 el 23%. Según esas cifras sus diputados fueron 38, 37 y 38 respectivamente. El subsidio binominal que logró en cada una de esas elecciones fue respectivamente de 7, 4 y 10 diputados. Al interior del pacto –al evaluar la correlación interna de fuerzas- sus subsidios fueron de 3, 3 y 7 diputados respectivamente.
En ese período RN también era un partido grande. Sus votos en el ’89, ’93 y ’97 fueron respectivamente del 18%, 16% y 17%. Con esas cifras logró una representación de 29, 29 y 23 diputados respectivamente. De ese modo, llegó a un subsidio político-electoral de 7, 9 y 3. Al interior del pacto su subsidio fue respectivamente de 3, 7 y 1.
Desde el 2001 la correlación electoral comenzó a cambiar de manera importante. La DC en las parlamentarias del 2001, 2005 y 2009 tuvo una votación respectivamente del 19%, 21% y 14%. Con esas cifras obtuvo 23, 20 y 19 diputados. Los subsidios llegaron en esas elecciones a 0, -5 y 2 escaños respectivamente. Al interior del pacto sus subsidios fueron también respectivamente de -1, -6 y 1.
En RN la situación es similar. En el 2001, 2005 y 2009 tuvo una votación del 14%, 14% y 18% respectivamente. Los diputados que obtuvo fueron 18, 19 y 18 respectivamente. De ese modo, sus subsidios fueron de 1, 2 y -3. Al interior del pacto obtuvieron un subsidio de 0, -1 y -6.
Vemos, por tanto, que la DC en las tres primeras elecciones tuvo un subsidio acumulado de 21 diputados. Al interior del pacto ese subsidio llegó a 13 escaños. Luego, en las tres últimas elecciones no tuvo subsidio; en términos generales tuvo una pérdida de tres diputados. A su vez, al interior del pacto la pérdida llegó a seis diputados. Claramente, el binominal ya no les sirve.
En RN el subsidio acumulado en las tres primeras elecciones fue de 19 diputados. Al interior del pacto ese subsidio llegó a 11 escaños. Luego, en las tres últimas elecciones no tuvo subsidio y al interior del pacto tuvo una pérdida de siete diputados. Claramente, el binominal tampoco le es útil.
Curiosamente, ambos partidos se juntan a conversar un cambio del sistema electoral. En nombre de superar la crisis de representatividad, de la convicción democrática y de la “voz de la calle” esconden el cálculo político.
Este encuentro ha hecho posible que emerjan las condiciones políticas para dar luz verde a la modificación del binominal. Con este hecho, por primera vez, en 20 años estarían los votos para cambiar uno de los más duros “enclaves autoritarios”.
La derrota del guarismo 120 el martes pasado debe interpretarse como parte de un camino que inexorablemente avanza hacia la modificación del binominal. Fue una medición de fuerza y un sinceramiento. Ahora, es el turno del Senado de hacer la primera evaluación en terreno. Como dijo la diputada Rubilar en la sesión del martes es el momento de “que los votos hablen” y la voluntades se manifiesten.
Ha costado muchos años converger hacia un cambio del binominal. Ahora, me pregunto cuánto tiempo más pasará para consensuar el tipo de sistema electoral que va a comenzar a regir no más allá de las parlamentarias del 2017. Si prima el cálculo político, la negociación que viene tampoco será fácil. Espero, eso sí, que más corta.
Por González Llaguno