Nuestra presencia en el Salón de Honor del Congreso en Santiago el Lunes 10 Diciembre es un hecho histórico. Casi 250 personas que se convocaron para compartir un momento de expansión, de apertura, de recepción, para afirmar -con hechos- la existencia de un plano inmaterial de la existencia, el espíritu, la conciencia, el Ser que somos, trascendente a la materia, y el derecho a cuidar de esa dimensión sutil y propiamente humana, del modo que a cada uno la vida le ofrezca.
Lo hicimos sin renunciar ni comprometer la especificidad de cada uno, por el contrario la riqueza de la diversidad estaba manifiesta mientras juntos recuperábamos el contacto con la profundidad de nuestro Ser y su continuidad con el Todo.
Seguramente hubo para muchos, momentos en que la mente intelectual, al no poder cuadrar lo que allí pasaba con la expectativa y los cánones habituales, estalló en mil explicaciones y lecturas parciales o sesgadas del momento, que es lo que ocurre cuando intentamos atrapar a lo nuevo con la explicación vieja. Quienes pudieron soportarlo y no perderse en ese mar de cuentos, manteniéndose conectados con el presente, pudieron experimentar, vivir la certeza de ser hermanos, de ser familia, de compartir una misma esencia, que no es, ni de broma, lo que se nos ha propuesto como la naturaleza humana y su triste posibilidad.
Sin mucho más preámbulo entramos en materia haciendo música y cantando. La letra de este primer himno entonado dice lo necesario para partir:
«… preste atención aquí tiene un planta divina,
quien sabe consagrarla tiene una madre que le enseña…
…ella cura y alimenta el amor en nuestro corazón
su perfume nos entibia y nos conforta en nuestra misión…
…ahora vamos a estar unidos
y más respeto a Santa María»
Y luego se despliegan una a una las declaraciones de quienes vinieron a dejar su impresión. Personas reales, cotidianas, hablando desde sí mismas, de sus experiencias y de las convicciones que se han formado en el ejercicio de vivir activamente, buscando acceder a toda la plenitud que esté al alcance y al mismo tiempo colaborar en la construcción de un mundo mejor.
Así es, gente «ambiciosa», pero no de materia, sino de finura, de armonía, de realización de una expresión pura y potente de lo humano. Personas capaces de decir aquí en este lugar y ante la concurrencia presente y todos los demás, que hay una dimensión de lo humano que hoy no está incluida, que por el contrario está siendo vulnerada, y que es necesario recuperarla para tener desde donde construir lo que todos en el fondo, de todos lados, estamos anhelando: Armonía, Amor, Paz, Solidaridad, Salud, Alegría…y no dejarnos amedrentar por esa parte nuestra -o de otros- que todavía tiene miedo y no sabe cómo esto se puede realizar.
Si, porque como dijo Dago Pérez, no vinimos aquí a hablar de drogas, tampoco vinimos a pedir permiso, ni a convencer a nadie. Simplemente nos convocamos aquí para compartir una experiencia, y no me refiero a los relatos de quienes van tomando la palabra, sino a la que estamos haciendo juntos aquí ahora, en este lugar que parece inaccesible a los ciudadanos y que sin embargo es nuestro lugar. Aquí trabajan quienes tienen nuestro mandato, y es nuestra obligación y nuestro derecho al mismo tiempo, traer aquí un conocimiento vivo y no solo teorías, estadísticas y opiniones, una experiencia que de lugar a una comprensión, en nuestros legisladores y en toda la comunidad nacional, en nosotros mismos también, y abandonar una cuota de temor y desconfianza propia de la ignorancia, del estar orientándonos por un mapa pobre y no por las señales del territorio, que en este caso se traduce en conducir la vida desde el «pensado común» y no desde la Conciencia, capacidad que en todos habita porque es propia de la existencia humana: el poder adquirir Conciencia de Sí, y desprenderse de la cruel identificación con el ego y la materia, para re- conocernos parte y todo al mismo tiempo. Y no tenemos que pedir permiso, no es necesario, el Derecho Natural reconoce el derecho/obligación a cuidar de la nuestra vida, como punto de partida para cualquier desarrollo social y cultural que verdaderamente valga la pena, y no someternos a los absurdos que todos hemos vivido, cuando se nos presiona socialmente y ante la falta de competencias nuestras cedemos a participar de organizaciones para la vida, de proyectos de vida, que no dan cuenta de las necesidades más básicas y esenciales de nuestra humanidad, nos las imponemos muchas veces como propias y nos medimos en función de conseguirlas.
Está bueno ya, es hora de no pedir nada y hacer lo que hay que hacer, forzar nosotros al sistema para que de prueba de su coherencia o se transforme por la fuerza de los hechos. La Cannabis es, ha sido, y con certeza seguirá siendo, una planta sagrada, maestra, de poder, de sanar, una medicina en una comprensión de la salud que dista mucho de nuestra parcelada perspectiva médica occidental, que nos fascina con sus conquistas y no nos deja ver el delicado equilibrio de la globalidad de nuestro ser material y espiritual. Somos Seres Espirituales viviendo una experiencia Humana declara de entrada la Psicóloga Gabriela Torres, y nos vamos aclarando después que lo Espiritual a lo que hacemos referencia, es la Vida que anima la materia, que no le pertenece y que la trasciende, que se expresa en la biología, en la química, en la física, pero no parte allí, por eso que no obstante se describen ciertas relaciones entre el cerebro y la Conciencia, él no es su origen, aunque pueda ser su órgano de expresión.
El derecho al cuidado y cultivo de la dimensión espiritual no se agota en absoluto en institución religiosa alguna, no las requiere tampoco, es prerrogativa del Ser Humano hacerse cargo de esta dimensión del modo que tenga oportunidad, disposición y valor de intentar. Hacerlo es una obligación humana también, pero no una que pueda controlar la ley o el Estado, no obstante el Estado se ha dado para sí la obligación de ofrecer condiciones para que cada persona de la comunidad nacional pueda alcanzar su más pleno desarrollo en esta dimensión así como también en la material. Y nos quedó a todos claro que no obstante la falta de legitimidad de nuestra carta fundamental, lo que dice en su artículo primero es digno de recogerse, de atenderse, y por lo demás es plenamente coherente con cuerpos normativos de orden internacional, para empezar la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que la Constitución también hace suya. Como ilustraba Francia Flores, abogado, el problema más profundo no son la leyes, que bien pueden corregirse, sino la limitada interpretación que de ellas hacemos todos, legisladores, jueces, gobernantes y ciudadanos. Si le damos a lo que ya existe una interpretación más profunda, más justa, con el norte de favorecer el desarrollo de lo humano esencial, no haría falta nada más, apenas unos retoques.
En Chile no está prohibido usar Cannabis, y no podría estarlo, debe aclararse que para usarla tampoco pueden ponerse más restricciones que las propias del contexto en que su uso adquiere sentido para cada uno, la sana convivencia y el bien común. Plantar está prohibido para el comercio a no ser que se tenga un permiso, queda en cierta ambigüedad si lo está también el autocultivo no comercial, de tal suerte que temor de por medio, tanto jueces como defensores y fiscales han tendido a considerar que si, y se ha degradado la aplicación de la norma a un vicio, donde se castiga algo que parece delito pero no lo es. Tanta fuerza ha tenido el discurso y práctica que se ha construido en torno al uso de la Cannabis, que hasta los mismos usuarios se comportan de manera poco natural, o se consideran fuera de la legalidad y desprovistos de legitimidad. Pero no es el caso de los que hemos venido al Salón de Honor del Congreso el día de hoy. Aquí están los usuarios de Cannabis que están dispuestos a dar un paso al frente, a seguir al frente aquellos que nunca dieron un paso atrás, y aportar al sentido común y a las políticas públicas una mirada más integradora, más lúcida, para re-crear una comprensión acerca de la naturaleza humana y las condiciones en las que verdaderamente puede desplegarse su potencial, y para mejor comprender el papel de una Planta Maestra en la vida de una persona y de una comunidad.
Si antes ya hemos coincidido en la necesidad de un cambio de paradigma, un cambio en el modo como creamos y comprendemos el mundo, ahora se requiere aclarar que ese paradigma está anclado en nuestra manera de percibir, de recibir la realidad, que va privilegiando una información sobre otra, llevándonos de vuelta al mismo punto siempre, manteniendo el equilibrio anterior. Una auténtica transformación pasa por poder acceder -en un salto que no esté mediado por el mismo paradigma- a más de la realidad que está disponible, otra categoría de información, que enriquezca nuestra comprensión y vivifique nuestra experiencia al punto de re-ligarnos con el Todo que siempre somos, aunque no nos demos cuenta.
Esta expansión de la percepción es el efecto básico de la Cannabis, independiente del sentido que el usuario le de (evasivo, lúdico, recreativo, medicinal, exploratorio, consagrado). Este efecto tiene un enorme potencial para la re-creación de nuestra relación con la realidad, para la inclusión de dimensiones no materiales en la conciencia, y para la construcción de un mundo mejor, anclado en un acceso directo a más de lo que hay para recibir y considerar, anclado en una experiencia de hermandad universal de especie, que incluye la diversidad y la trasciende. Ciertamente no es la única manera de acceder a una Conciencia expandida, al mismo propósito sirve la meditación, en todas sus formas, la oración, la música y el canto, hacer deporte, hacer el amor, saborear la comida, sentir la planta de los pies cuando caminamos, escuchar nuestra voz al hablar… y en general todas las actividades cotidianas cuando se conducen desde la intención de estar presente, atentos, y usamos el cuerpo, la sensación del cuerpo como un puente para salir del aislamiento y falta de contacto en la que habitamos rodeados de nuestros pensamientos y representaciones, ese interminable comentar que se dice yo.
La experiencia del lunes fue así, una oportunidad para vivir y compartir la sutil profundidad que somos, la fuerza y la potencia de nuestra unión, que no radica en la coincidencia de nuestras ideas, sino en la recuperación del contacto con aquella dimensión donde ya somos Uno y Todo. De esa profundidad emerge Júbilo, Esperanza, Confianza en el poder de ser. Cosas sobraron o faltaron, son detalles ahora ante la potencia de lo que dejamos encendido; en el camino nos vamos afinando, recordando que la deficiencia observada puede suplirse con algo propio que falte poner en común, al mismo tiempo que, desde más adentro, comprendemos mejor.
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¡Muchas Gracias a todos!
Por Paulina González Céspedes
Equipo Triagrama