La Agrupación de Ex-Presos Políticos de Chacabuco funciona de facto (sin Personalidad Jurídica) desde 1975. Como cuerpo organizado no somos unos desconocidos: En actividades oficiales hemos sido recibidos por autoridades de Gobierno y formamos parte de la delegación de ex-presos políticos que conversó con la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados con ocasión de la aprobación de la ley para la “indemnización austera y simbólica” de las víctimas. En Chile se es austero y simbólico con los torturados y muy generoso y concreto con el gran capital.
Hago esta breve introducción para decir que estuvimos consternados al enterarnos que en Chacabuco -ex oficina salitrera del norte de Chile-, se realizó un acto cultural patrocinado por la Corporación Museo del Salitre Chacabuco, que en su página Web explica cómo el lugar se transformará en el Circuito Turístico N° 5, un “tour” en el cual se podrá consumir “café y otras especialidades…”.
Desde mayo de 2008 se están realizando actos culturales en lo que para muchos fue una Oficina Salitrera, y para nosotros un Campo de Concentración. Los ex “prisioneros de guerra” (la de ellos, porque nosotros nunca estuvimos en guerra) hemos sido ignorados ¿casual o deliberadamente? Desde el 7 de noviembre de 1973 hasta noviembre de 1974, Chacabuco fue un “centro de turismo” muy especial. Si los nazis calificaron de “centros de vacaciones” a sitios como Dachau o Mauthausen, ¿por qué Chacabuco no podría ser un “tour”?
Al ser liberados no pudimos olvidar a los compañeros que aún integran la fatídica lista de Detenidos Desaparecidos. Óscar Vega, ex-obrero de la salitrera, no pudo soportar la amargura de estar preso en el mismo lugar en donde vivió mucho tiempo junto a su familia. Una aciaga tarde reubicó la casa que los había cobijado, desenterró sus herramientas ocultas en el antiguo patio de su ex-hogar, se desprendió de su cinturón y se colgó de una de las vigas.
Fuera del campo electrificado y rodeado de minas que nos mantenía prisioneros, en un subterráneo contiguo a la sala de máquinas, funcionó una celda de castigo. La cancha de fútbol fue testigo de las revisiones periódicas con que se nos torturaba, obligándonos a desnudarnos, con temperaturas bajo los 10°, rodeados de tanquetas, reflectores, perros azuzados por soldados fuertemente armados, que se deleitaban golpeando e insultando, mientras otros héroes de la patria saqueaban nuestros dormitorios, robaban las escasas provisiones que con inmensos sacrificios nos enviaban nuestros familiares dispersos en todo el país.
Quienes nos reconocemos como “Chacabucanos” reclamamos que cada milímetro cuadrado de ese campo de concentración sea declarado Centro de Conservación de la Memoria, al igual que Pisagua, Dawson, Villa Grimaldi y otros centros de tortura. El Gobierno alemán, el Goethe Institute y otras asociaciones nos han escuchado, y han exhibido en sus salas y galerías los tallados, pinturas y películas que recuerdan nuestro calvario. Lo que nos lleva a preguntarnos ¿Por qué se nos sigue ignorando?
Exigimos el respeto que nos fue negado en dictadura. Porque no solo contribuimos a llevar a La Moneda a uno de los más preclaros hijos de esta Patria, al compañero Salvador Allende Gossens, sino que combatimos la dictadura y ayudamos a instalar en el Gobierno a la Concertación, alguno de cuyos líderes figura entre los promotores de este sórdido negocio que consiste en hacer de Chacabuco un “tour”.
Por Guillermo Orrego V.
Politika, segunda quincena enero 2011
El Ciudadano Nº95
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