Columna de opinión: Rompiendo mitos de Servicio

Columna de opinión acerca de la permanencia en el Servicio Militar de autor Anónimo

Columna de opinión: Rompiendo mitos de Servicio

Autor: Felipe Cornejo Oyarce

Hay un pequeño capítulo en mi historia, que no mucha veces menciono, y que por ende hay quienes no conocen. Por eso creo que hoy, que se cumplen 10 años desde aquella vez, es buen momento para hablar de lo que fue mi época en el Servicio Militar.

¿Como llegué ahí? Eso es tema para otro día. ¿Fue lo peor que me pasó en la vida? No, no lo consideré así en su momento, mucho menos ahora que ya he pasado por peores épocas que esa. Aún así, y obviando el hecho de que un servicio militar no está pensado para ser algo agradable, tampoco es una época que recuerde con mucho cariño.

Para no explayarme tanto, lo diré corto y preciso: fue todo un año de toxicidad 24/7. Para alguien introvertido es difícil dejar el hogar, aguantar lo otro es veneno puro. Convivir con los milicos es quizás una de las peores relaciones interpersonales que he tenido, llenos de una mentalidad facha obsoleta y de una doctrina donde el pelao «tenía que aprender a ser leal», pero el jineta se podía dar el lujo de despertar a toda la tropa a media noche para aporrearlos (aparte, sin los conscriptos el ejército no se mueve, ni cagando). Y los demás pelaosson otro tema, gran parte eran alumbrados, complemento perfecto para pasarla como el orto.

Obviamente, no todo podía ser negativo. Dentro de ese cúmulo de gente inaguantable, había alguna que otra buena persona con la que te podías llevar bien, y eso de alguna forma te hacía sentir mejor. Y al final, esa dichosa «lealtad» de la que tanto pregonan los milicos, la terminas encontrando al complementarte con buenas personas, no a través de doctrinas patrióticas pedorras que solo consiguen crear odiosidad y deslealtad.

Es por haber estado en esa posición que, en lugar de aprender a respetarlos, aprendí a detestar la institución. Cuando veo fotos de conscriptos participando en el Golpe del 73, cuando recuerdo el caso de Antuco, o cuando recuerdo que volvieron a usar conscriptos para las revueltas del 2019. Como conozco la cosa desde adentro, me es inevitable ponerme en esas situaciones y decir para mí mismo «que ejercito de mierda».

Es por eso mismo que mi desprecio hacia los chupa fusiles es tremendo. Me carga ver a esa manada de fachos vanagloriarse de sus milicos, cuando ellos no saben ni juntar las chuecas, mucho menos van a saber portar un fusil correctamente. Solo esperan que sus «valientes soldados» hagan lo que ellos nunca harían, y peor aún son los ultra patriotas que ansían una guerra que ellos no van a pelear. ¿Cómo sé lo que es estar en la fila, pasar hambre en campaña, pasar frío y sueño haciendo guardia? Solo puedo decir que quienes romantizan todo eso merecen una buena parada de carro.

Se bien que mi experiencia no es nada comparado a lo que era el servicio en la época dorada de los milicos, pero aún así no deja de ser una experiencia non grata. ¿Me arrepiento de haberlo hecho? No tengo una respuesta clara al respecto, ya que a pesar de todo lo que detesto de la institución, siento que me sirvió de experiencia para afrontar el mundo real, tal cual es, así que me mantengo bastante ambiguo en ese sentido. ¿Deberían entonces los padres mandar a sus hijos al servicio? Lo único que puedo decir es que, si sus hijos tienen algún patrón introvertido o inestable, lo peor que pueden hacer es mandarlos al servicio. No los van a hacer “más hombres”, solo van a hacer que sea una experiencia más desagradable de lo que ya debiera ser.

Fotografías de Felipe Cornejo

Reels

Ver Más »
Busca en El Ciudadano