Cómo sobrevivir sin oráculos

Espejito espejito... ¿capitalismo o socialismo?, ¿inseminación o adopción?, ¿mascarpone o sambayón?

Cómo sobrevivir sin oráculos

Autor: Lucio V. Pinedo

El viernes pasado, inauguramos la sección #FilosofíasParaResistir. Se trata de buscar el auxilio de la Sabiduría (o algo así), para procurar encontrar un norte (o un sur), en la vida diaria. La vez anterior, usamos a Aristóteles para ampliar el panorama de la crisis inmigratoria mundial (click aquí). Ahora, recurrimos a Plutarco, a ver si nos tira una puntita para entender qué debemos hacer hoy, cuando ya no contamos con el oráculo. Escribe Jimena Bezares.

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Olvido de dios, ¿memoria del hombre?

Los antiguos confiaron sus decisiones a una fuerza mayor y omnisciente. Por un lado, si consideramos a los griegos (y esto es muy discutido, porque ni siquiera es lícito hablar de algo así como «los griegos») como la cuna de Occidente (que no se enojen los latinistas), veremos que, en el pensamiento del tiempo y del trascurso de una vida, cualquier vida, el destino operaba sobre los hombres, e incluso, sobre los dioses. Hasta acá, la visión convencional. Pero, por otro lado, sabemos que el cristianismo transformó el tiempo y, con esa transformación, la idea de progreso desplazó la certeza de destino. Sin embargo, las artes adivinatorias se extienden desde el comienzo de la raza (¿razón?) humana hasta la actualidad. Entonces, ¿existen hoy los oráculos?, ¿han cambiado de forma?, ¿los necesitamos?

En principio, podemos señalar, y es algo por casi todos sabido, que una gran parte de los políticos más importantes del mundo consultan a «brujas» y otros especialistas de las «artes ancestrales» (y no tanto, porque, al parecer, los asesores no distinguen entre lectores de baraja española y nuevas prácticas de respiración New Age). De todos modos, y prejuicios aparte, los oráculos, en la antigua Grecia (al igual que en Roma), tenían finalidades netamente políticas y económicas (eran el receptorio de ofrendas), dado que los dioses no prestan su don a cambio de nada.

Asimismo, el ser humano siempre quiso ver por sobre su presente, quiere adelantarse (¿el ser humano naturalmente padece trastorno de ansiedad?). Pero el futuro es tan intangible y, a su vez, tan próximo, que es normal actuar con cierta irracionalidad, por no decir locura, ante él.

Sin embargo, nuestra capacidad de hacernos preguntas ha ido menguando (y en este sentido, no es ingenua la conexión de la filosofía y los oráculos). Será por eso que la filosofía es una carrera en peligro de extinción. Aunque el deseo de saber (una de las frases más repetidas de Aristóteles) y de tener es algo que trasciende toda época. Los medievales y renacentistas, por poner un ejemplo, practicaban la bibliomancia con La divina comedia o la Biblia (cerraban los ojos, tomaban el libro elegido, pasaban páginas al azar y apuntaban a una palabra o frase y se daban por respondidos). Los oráculos se habían convertido en manuscritos.

Hay algo de dramatismo en el paso de la oralidad a la escritura, y me arriesgo a decir, nuevamente, a la oralidad (como indica un colega con respecto a los mensajes de voz de Whatsapp). Y en estos períodos de transición e incertidumbre, no falta algún intelectual que se pregunte, comenzando así una eterna cadena de nostalgias.

Plutarco era un iniciado del oráculo, era sacerdote en Delfos (no en ese centro de atención que había sabido ser, sino, más bien, en la decadencia del lugar). En un texto donde repasa algunos conceptos de filosofía presocrática, junto con memorias de este «saber antiguo», se pregunta acerca del silencio de los oráculos, y, en definitiva, por qué cesan los oráculos.

A riesgo de resumir vagamente un texto de fundamental importancia, las respuestas de Plutarco se reducen a dos: los oráculos no son ajenos al paso del tiempo y los dioses se han cansado de que los hombres mal utilicen los oráculos, entonces nos han abandonado. Y, definitivamente, todos estamos de acuerdo en que hay motivos de sobra para ese abandono (¿qué clase de dios podría amar de forma tan incondicional? Un hombre o un loco, o un hombre loco). 

Consideraciones teológicas aparte, habría que preguntarse si seguimos necesitando ese «rumbo» (literalmente, del latín rombo, ángulos, quiebres y continuidades para vivir). Si es necesario vivir sabiendo lo que tiene o puede suceder… Recordemos que los oráculos han sido tan ambiguos (sino pregúntenle a Edipo) y tan confusos en su temporalidad, que no solo hablan del futuro, muchas veces, el pasado es más importante, o remiten a un presente demasiado oculto. Entonces, lo que precisamos son pistas, ¿para qué? No sabemos y tampoco nos importa. ¡Qué alguien o algo nos de pistas!

Por lo tanto, queridos amigos, he aquí unas propuestas:

  • Si bien se ve que youtube ha tendido a llevarnos a videos que no solo no necesitamos, sino que no queremos mirar y nada tienen que ver con los videos por nosotros escogidos. ¡Véalos, amigo! Tal vez allí está la respuesta que busque. 
  • ¡El texto predictivo de los celulares y tablets nos habla del más allá! Si todavía se sigue tomando en chiste la ciencia ficción, ¡se equivoca! ¿Acaso no se ha dado cuenta de que Hollywood trabaja para la industria? Eso que «aún no sucede» o ya sucede o está al caer. Entonces en vez de insultar a su teléfono cuando en lugar de «casa» le pone «caza», INTERPRETE, algo le está queriendo decir, ¡sea creativo! «Caza» puede ser tanto «cuidado que te van a obligar a formalizar un compromiso», como «¡nos atacan los zombies, te dije Marta que teníamos que aprovechar la oferta en latas de conserva!».
  • Para qué acercarse a muchos libros, si existe el libro de todos los libros, el libro de las caras, el Facebook. En este caso, cierre sus ojos y apunte ramdomicamente a cualquier lugar del muro, o si es más osado, a un mensaje privado. Allí estará su respuesta o la última obra de arte de su suegra. ¿Y eso que me quiere decir? (los riesgos corren por su cuenta). 

Vean más allá de donde están acostumbrados a ver, todo el tiempo, todos los malditos días. Anímense a interpretar. Sus vidas también pueden ser una película de Woody Allen (si es que eso para alguien es deseable).

Todo aquello que no sabemos, sobre nosotros o el mundo, está en todas partes, y eso lo sabía muy bien el oráculo, que predecía sobre la experiencia de otros hombres, de los viajeros, de los angustiados, de los lejanos visitantes que traían cosas raras. Plutarco mira y escribe, si no escribe, se pierde de la humanidad, si escribe, mata el misterio. La elección, aunque no parezca, fue sencilla.

«Nada tiene de extraño que ese alma que puede captar las cosas que ya no existen sea capaz de anticipar muchas de las que todavía no existen… Pues el alma tiende al futuro y se lanza hacia él…». 

 Jimena Bezares


 

Jimena Bezares es docente y licenciada en Filosofía. Se especializa en Aristóteles, y trabaja, sobre todo en una lectura política de su obra. Hoy en día, se encuentra dando clases de Filosofía en el curso de ingreso de la UNLaM y trabajando en algunos proyectos de cursos antiacadémicos. Contacto: [email protected]

 


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