Las imágenes de Il Cavaliere derramando sangre, dieron rápidamente la vuelta al mundo. Gracias a las nuevas tecnologías de información y comunicación, nosotros simples ciudadanos, pudimos enterarnos de que Silvio Berlusconi recibió aquel 13 de diciembre un golpe en la cara, mientras firmaba autógrafos en un mitin del Pueblo de la Libertad en Milán (Italia). Hasta supimos que su agresor Massimo Tartaglia le pegó con una estatua (un souvenir de Milán) de modo que el jefe del gobierno italiano tuvo que ir al hospital para que le curaran sus múltiples heridas (dientes rotos, labios abiertos, y fracturas del tabique nasal).
Esos datos fueron relevados por parte de los medios de comunicación del mundo entero. También infló la polémica, estos últimos días, acerca de la posible puesta en escena de la agresión. Las teorías conspirativas denuncian una maquinación por parte del gobierno. Es cierto que esas teorías se pueden legitimar al ver la historia italiana, en el que ocurrieron numerosas manipulación de la opinión pública. Se entiende este recelo con respeto a la sinceridad del gobierno; también se entienden las discrepancias sobre el tema de la legitimidad o no de usar violencia como acto de contestación…
Sin embargo, toda esta agitación acerca de la cara ensangrentada de este político, esconde algo más importante. Analizar los medios de comunicación en un periódico, como aquí, es algo un poco raro, pero se entiende mucho mejor al ver el problema que saca a relucir esta historia. Al hablar tanto del sufrimiento de Berlusconi, nosotros los periodistas le convertimos en un mártir. Y eso, es lo que él más necesita: en efecto, su cuota de popularidad se hundió desde la revelación de sus fiestas con call girls o el acontecimiento del Noemigate (del nombre de su joven amiga menor de edad). A continuación, la derecha utiliza este episodio trágico de la vida mediática italiana, para descreditar a la oposición y denunciarla como la que fomentó la violencia en el país.
Pero, sobre todo, lo que se olvida es que esta insistencia mediática oculta el resto de la política italiana. Y eso es lo inadmisible: olvidar (¡o ocultar, depende del punto de vista!) que este jefe de gobierno tomó iniciativas contra minorías -como los gitanos-, que desde octubre el Constitucional tumbó la ley que garantizaba su inmunidad, lo que permitió abrir juicios en contra suyo por fraude fiscal, o por su hipotético vínculo con la mafia siciliana… La degradación de la vida política en este país europeo está tapada para dejar a la vista sólo lo superficial que ocurre allí.
Es preciso ver que este golpe que se le dio a Berlusconi da paso a un juego político artificial. Con este papel cada vez más importante que desempeña la opinión pública (con los sondeos, por ejemplo) y las imágenes mediáticas que reflejan los gobernantes, estos últimos gobiernan sólo por efectos de anuncios. Por ejemplo, justo después de lo que le pasó a Il Cavaliere, el ministro de Interior Roberto Maroni y de la Defensa, Ignazio La Russa, han anunciado en el Congreso que llevarán al próximo concejo de ministros, medidas legislativas para controlar mejor y endurecer las sanciones contra las páginas web y los grupos que inciten a la violencia. ¡Además de fomentar la inflación legislativa, este mecanismo socava los reales problemas del pueblo!
Al empezar así, las próximas leyes dejarán detrás los temas cruciales de la justicia social, de la educación,… para sólo enfocarse en los problemas del cotidiano de los dirigentes políticos, o los de las pop stars. ¿Para cuándo una ley sobre la prohibición de llevar zapatos en las ruedas de prensa?
Por Mélissa Quillier
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