El Güegüense, drama satírico y primera obra literaria de Nicaragua para unos y expresión de la cotidianidad del pueblo según otros pareceres, constituye una muestra de resistencia lingüística y social que la Unesco distinguió en 2005 como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.
En su consideración de la distinción, la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para Educación, la Ciencia y la Cultura) caracterizó a la manifestación artística como obra maestra, teatro bailado o baile teatralizado del siglo XVII, tesoro cultural de Nicaragua.
El director del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua), Mario Miguel Cienfuegos, dijo que él lo conceptualiza como una comedia bailete.
Sobre su origen explicó que tuvo lugar en la llamada Meseta de los Pueblos Blancos, en la región del Pacífico Central de Nicaragua en algún momento posterior a la llegada de los conquistadores españoles, pues uno de sus atributos es la mezcla del castellano con el náhuatl, la lengua de las comunidades originarias de esa zona.
«No podemos hablar quizás de los primeros años de la invasión española, pero sí a partir de 1600», indicó el doctor en Historia con especialidad en Estudios Regionales.
«En Nicaragua estamos en resistencia lingüística y social. A la par de Cuba, Venezuela y Bolivia, nosotros tenemos experiencia de tenacidad. Y El Güegüense sería nuestro primer símbolo de resistencia», aseveró el antropólogo.
Al constituir el único monumento inmaterial nicaragüense con la más alta distinción conferida por la Unesco, El Güegüense, también conocido como Macho Ratón es por derecho la principal referencia cultural del llamado país de lagos y volcanes.
«Yo diría que [también] de la región centroamericana, a pesar de que es un baile y para algunos una obra de teatro propio de la Meseta de los Pueblos, las características humanas de El Güegüense son compartidas en Mesoamérica», aportó el catedrático de la principal universidad del país.
El municipio de Diriamba, en la Meseta de los Pueblos, además de ser la cuna de la manifestación de la cultura originaria, es también el único sitio donde aún se baila de manera tradicional, apuntó.
En esa localidad, la expresión artística vernácula está asociada a la fiesta patronal de San Sebastián (entre el 17 al 27 de enero), el santo flechado en el corazón.
Para el profesor Cienfuegos, quizá lo más llamativo de El Güegüense resulte su mezcla de las lenguas del conquistador y el conquistado, y como el segundo (el indígena) le saca partido para ridiculizar al primero (el español).
Y lo logra a través del uso del doble, y en ocasiones triple sentido, un sello distintivo que marca al castellano hablado por los nicas en la actualidad.
«Los nicaragüenses tenemos esa habilidad de hablar con dichos. A veces para decir no, decimos sí», resume el catedrático.
Y esa realidad lingüística hunde sus raíces en la manifestación del arte popular en la cual los nicaragüenses de la época encontraron un arma sutil para resistir el poderío del régimen colonial.
El dios viejo del fuego
Acerca de su curioso nombre, existen diferentes versiones, pero el antropólogo Cienfuegos prefiere la que lo relaciona con el vocablo huehue, que en náhuatl significa anciano.
«Pero no anciano en el concepto que tiene para el capitalismo y la postmodernidad, que es sinónimo de decrepitud y falta de conocimientos; no, aquí es todo lo contrario, era sabio, la ceiba, la persona de más edad y por tanto con más conocimientos para transmitir a su comunidad», explicó.
Desde ese matiz está expresado en la esencia de la obra, agregó.
ón lo identifica con un topónimo de la costa central del Pacífico nicaragüense: la playa de Huehuete.
Huehuetéotl (en náhuatl huēhueh-teōtl, dios-viejo) es el nombre con el que se conoce genéricamente a la divinidad del fuego entre las antiguas culturas de Mesoamérica.
Trascendencia del monumento literario
La trasmisión oral fue la primera polea de la comunicación social que hizo trascender a El Güegüense.
El primer autor que lo comenta fue Daniel G. Brinton, y luego vinieron otras traducciones y cuentos inspirados en el drama como Un güegüe me contó, de María López Vigil.
«Están además las versiones de Carlos Mantica y Alejandro Dávila Bolaños, quien le da una perspectiva marxista, al ponerlo como el revolucionario porque está revolucionando justamente la forma de organización política de la sociedad colonial», explica Cienfuegos.
«La obra cuenta una realidad de los pueblos indígenas mesoamericanos, por eso Dávila Bolaños lo eleva en su análisis como el revolucionario histórico en nuestra literatura anónima», afirma el director de Antropología de la UNAN-Managua.
Sobre el hecho que pueda considerarse la primera pieza teatral escrita en Emperica el catedrático considera que su origen se da a la par del Rabinal Achí, una danza de los mayas de origen prehispánica, descubierta en Guatemala, que va acompañada de diálogos escritos en siglo XIX.
Fuera de su ámbito teatral y danzario, El Güegüense encontró además una representación escultórica en una rotonda de Managua, ambientada con figuras tridimensionales de los principales personajes de la creación popular.
«Lo curioso del caso es que se encuentra frente por frente con Plaza España», señaló Cienfuegos.
Cortesía de Sputnik
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