Agitados días vivimos en esta angosta y larga faja. Revoltosos tiempos nos trae la primavera. En un mismo tiempo, mientras continúan las movilizaciones estudiantiles y ciudadanas y se hace patente el descontento en diversos contextos sobre una serie de acontecimientos, los ultraderechistas y pinochetistas, momias y fachos, rememorando quizás sus audacias de juventud y con Labbé llevando la batuta, rinden tributo al asesinato y a la tortura, “al servicio a la patria y al heroísmo”, según ellos.
Buen golpe da el facho alcalde y capta la atención de todos. Con soberbia nos recuerda quién es y a quiénes defiende, reivindicando haber custodiado al tirano Pinochet y a los milicos que mataron, torturaron, exiliaron y que ahora él, el alcalde, los homenajea como si la patria les debiera algo. Un Labbé que se salvó, que no ha podido ser condenado hasta estos días, gracias a la justicia chilena que por momentos actúa bajo el precepto de “la medida de lo posible”. La misma justicia que sí condenó a Krassnoff a 144 años de reclusión -imposible decir cárcel-, pena que cumple en el Centro de Detención Cordillera, el que junto a Punta Peuco fue construido para retener –en condiciones privilegiadas- a represores del calibre de un Manuel Contreras, criminales que en estos calurosos días de primavera han sido reivindicados por sus amigos pinochetistas Gonzalo Rojas, Alfonso Márquez de la Plata y Hermógenes Perez de Arce, entre otros civiles golpistas.
Las movilizaciones sociales que han transcurrido en el año están dejando su legado, una marca profunda en lo cultural, un aprendizaje colectivo de la mayor importancia que no se observaba desde hace ya mucho tiempo. Es imprescindible lograr conquistas concretas e inmediatas, pero quienes creen que no se ha logrado nada, sin duda se equivocan. Al parecer las personas están cansadas de los abusos y atropellos y percibimos la reconfiguración de lo que podríamos llamar una cultura de la indignación.
Se experimenta incipientemente una toma de conciencia sobre aquellos abusos y la decisión de tomar cartas en el asunto y pasar a la acción. La mayor enseñanza la han otorgado, por lejos, quienes están dedicados a aprender, los estudiantes, que han sabido, a pesar del desgaste natural de estos procesos cuando son tan largos, mantener sus postulados sin traicionar sus convicciones. Aun con las legítimas diferencias internas, el movimiento estudiantil ha sabido representar la visión de muchos, y de esa forma desarrollar y organizar el descontento para hacerlo trascender de las aulas y llevarlo a la calle, congregando a toda una sociedad que entiende la importancia y lo justo de las demandas.
De esta forma, el movimiento estudiantil hace rato se transformó en un movimiento social y ciudadano, legitimado por las miles de personas que han salido a marchar y protestar de las más diversas e ingeniosas formas, como por toda una sociedad que la avala y respalda, una sociedad cansada de la violencia del sistema que nos oprime.
Vemos que aquellos aprendizajes nacidos del descontento y la indignación se han instalado para quedarse, configurando nuevas formas de relaciones sociales, nuevas formas de organización. De esta manera la asamblea se ha consolidado como la única instancia popular legítima y democrática de participación política y social, al igual que la acción directa bien dirigida y éticamente ejecutada en las calles se legitima como forma de expresión de un hastío que crece, se expande, se nutre y se desarrolla.
Ejemplo de estas nuevas viejas formas que se reinstalan en el imaginario colectivo y el cotidiano social son las expresiones ciudadanas frente a los megaproyectos destructivos del medio ambiente natural y social, la organización sindical local y gremial que lucha por mejores condiciones laborales, negociación colectiva y trato justo, el rechazo y ‘funa’ al homenaje al torturador y genocida y la respuesta social y popular frente al término sorpresivo y súbito del Día de la Música Chilena, entre otras.
Eso no tiene nada que ver, dirán muchos, con la violencia injustificada del lumpen de siempre, dirán otros. Lo que hay que observar y entender, decimos nosotros, es la irrupción social de estas nuevas viejas formas de expresión que dan cuenta de una indignación que se ha acumulado por años y de una sociedad que sencillamente no está dispuesta a seguir tolerando el pisoteo permanente y cada vez más agresivo de quienes calzan las botas y creen manejar los destinos.
Y es que son ellos, los que soterradamente se aprovechan de la conmoción pública, para efectuar truculentas operaciones. Nos referimos a la transnacional anglo-sudafricana AngloAmerican que “vendió” a la japonesa Mitsubishi un 24,5% de los títulos de Anglo American Sur con el propósito así de reducir la opción de compra de Codelco por un 49% a hacerse efectiva en enero próximo.
Como informa el economista del Cenda -Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo-, Hugo Fazio, esta “es una maniobra que constituye una agresión en contra del país, efectuada por consorcios extranjeros que tienen otros intereses, además, en Chile. La respuesta gubernamental a esta provocación, hasta el momento, es absolutamente insuficiente. En lo fundamental ha consistido en apoyar las acciones legales efectuadas por Codelco. Actuar unilateralmente en este plano favorece a los consorcios extranjeros ya que apuestan a una larga duración de los litigios, mientras continúan explotando sus negocios en territorio nacional, incluyendo una unidad extraordinariamente valiosa, como es Los Bronces. El país debe movilizarse para una respuesta enérgica, partiendo del hecho que la Constitución establece el dominio del Estado de Chile sobre el yacimiento. AngloAmerican y Mitsubishi, con su acción, ponen en el orden del día la nacionalización de Los Bronces, como el gobierno de Salvador Allende lo hizo en los años setenta”.
Con los antecedentes a la vista, muy bien cabe aquí la manoseada metáfora de la olla a presión, que lleva ya décadas a fuego, en silencio, y que hoy ha comenzado a dejar escapar sus primeros chorros de vapor hirviendo, chorros que surgen como géiser desde distintos puntos del territorio y por diversos motivos. Pero que nacen todos de la misma cacerola, una que aún no estalla, una olla que está por fundirse y que todo indica, finalmente, que más temprano que tarde, hará explosión.
Ciudadanas y ciudadanos, es hora de tomar el sartén por el mango.
Por Equipo Editor
El Ciudadano Nº115, primera quincena diciembre 2011
Fotografía: www.todanoticia.com