El 6 de diciembre de 2013 el Presidente de Bolivia, Evo Morales, cumplirá cuatro años desde que asumió su segundo período presidencial, fecha que coincide con la Novena Disposición Transitoria de la Constitución Política del Estado boliviano. Dicha norma señala que “En el plazo de cuatro años desde la elección del nuevo Órgano Ejecutivo, este denunciará y, en su caso, renegociará los tratados internacionales que sean contrarios a la Constitución”. De acuerdo a la carta magna (aunque no hay certeza absoluta) esa fecha sería a fines de este 2013, momento en el cual el Estado plurinacional de Evo Morales daría por desahuciado el Tratado de Paz y Amistad de 1904, dando comienzo a una ofensiva internacional para reposicionar el debate sobre su enclaustramiento geográfico. Ya en la pasada Cumbre Celac el Presidente Morales planteó ante el resto de los gobernantes que Chile no ha respetado el acuerdo de 1904, en una clara señal de lo que se viene para las relaciones internacionales de ambos países. Pero al margen de este nuevo cruce de declaraciones es importante entender bajo que razones teóricas se desarrolla el debate a nivel de Estados. Por parte de Bolivia se insiste en que Chile es un mal vecino y que no reconoce la existencia de un problema con este país, argumento que es rebatido por la Cancillería local sosteniendo que no hay conflictos pendientes con Palacio Quemado.
Por lo general los escritos realizados por los intelectuales nacionales y bolivianos han procurado maximizar los aspectos conflictivos entre Chile y Bolivia, quedando la sensación de que la rivalidad existente entre ambos países no tendría una temprana solución, robusteciendo la idea de que entre Chile y Bolivia hay paz, más no amistad. Obviamente estas visiones entorpecen la apertura al diálogo que pueda coadyuvar a la integración latinoamericana, cuestión que al mediano plazo no se ve tan sencilla. Si ordenamos la discusión se logran identificar cuatro hipótesis sobre el encierro geográfico del país del norte. La primera señala que sí es posible una solución para la salida al mar (postura optimista claro está); la segunda hipótesis sostiene que primaría la visión de enemigos en lógica de la seguridad nacional, cuestión que impediría todo tipo de entendimiento y situación que durante las dictaduras regionales habría estado patente. Esta postura se desvaneció rápidamente, puesto que el momento para dar salida al mar a Bolivia fue precisamente con las dictaduras de Pinochet y Banzer. De todas formas, el alto aislamiento internacional de Chile favoreció este encuentro. La tercera hipótesis sostiene que Chile no tendría ningún problema de carácter territorial que resolver con Bolivia, siendo un conflicto presente solamente en la memoria boliviana y reconocida sólo por Bolivia. La cuarta y última hipótesis insiste en que, a pesar de no experimentar contactos políticos entre Chile y Bolivia por un buen período, si han permanecido relaciones económicas sólidas entre los países las que podrían servir como fórmula de entendimiento bilateral.
De todas las posturas acá expuestas la última de las hipótesis podría ser la de mayor sentido a la hora de buscar una fórmula para destrabar las complejas relaciones políticas entre los países vecinos, sobre todo porque será un año tenso para ambas Cancillerías. El escenario pos Haya que se presentará favorecerá a Bolivia para insistir en su salida al mar y será fundamental para Chile disminuir la presión internacional que buscará Morales en los próximos meses.
Lamentablemente Chile se ha preocupado más en establecer tratados de libre comercio con potencias del primer mundo, que mejorar las relaciones internacionales con sus vecinos. Es decir, ha privilegiado lo económico por sobre lo político con otros países, en circunstancias que la tensión regional no ha sido abordada seriamente por la Cancillería. Mientras esto no sea visto como la oportunidad para buscar espacios de armonía bilateral y de mayor integración latinoamericana, Chile dejará inconcluso algunos puntos que aprovecharán los vecinos para emplazarlo multilateralmente.
Por Máximo Quitral
Historiador y politólogo, investigador del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Arturo Prat (Inte).