Éste es un hombre delirante. Eso he sentido desde que leí sus poemas la primera vez.
Y es que cuando la locura no se ha trasmutado a la escisión definitiva, el umbral que queda a aquellos que bailan en el durante es exquisito. Eso pasa con Parra, es un definitivamente un hombre que tiene la destreza de hacer que el delirio parezca fascinante.
Entonces:
- 1. Sobre su muerte :A Parra la vida lo ha golpeado con fuerza, incluso en sus relaciones amorosas -entre las que se cuentan tres matrimonios. No hace mucho vivió con una muchacha hermosa, mucho más joven que él. Un buen día le dijo que se iba . Y por la ventana le fue haciendo señas, mientras partía del brazo de otro. «Me han puesto el gorro hasta el mentón», dice, aunque también a él le ha tocado estar del otro lado.
- 2. Sobre la Antipoesía:»Yo me preguntaba por qué cresta los poetas hablaban de una forma y escribían de otra. ¿Por qué utilizan esa jerga que se llama lenguaje poético y que no tiene nada que ver con el lenguaje de la realidad?»
«Durante medio siglo
La poesía fue
El paraíso del tonto solemne.
Hasta que vine yo
Y me instalé con mi montaña rusa».
- 3. El hombre imaginario: La mujer que inspiró su poema «El hombre imaginario» era casada. Para él -tal como lo cuenta en el libro de Leonidas Morales, Conversaciones con Nicanor Parra-, «ella era la mujer que yo soñaba, y que yo buscaba y que creía haber encontrado». Aquello ocurrió en 1978. Él tenía 64 años; ella, 32. «Cuando me pulverizó, entonces ella me dejó, me abandonó». Tiempo después, ella optó por el suicidio y Parra inmortalizaría ese idilio en uno de sus poemas más hermosos.»Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario».
- 4. A Parra la vida lo ha golpeado con fuerza, incluso en sus relaciones amorosas -entre las que se cuentan tres matrimonios. No hace mucho vivió con una muchacha hermosa, mucho más joven que él. Un buen día le dijo que se iba. Y por la ventana le fue haciendo señas, mientras partía del brazo de otro. «Me han puesto el gorro hasta el mentón», dice, aunque también a él le ha tocado estar del otro lado.