Cuba: ¿La Revolución Cultural contemporánea?

Los que hablan de revolución y de lucha de clases sin referirse explícitamente a la vida cotidiana, sin comprender lo que hay de subversivo en el amor y de positivo en el rechazo de las obligaciones, tienen un cadáver en la boca

Cuba: ¿La Revolución Cultural contemporánea?

Autor: Wari

Los que hablan de revolución y de lucha de clases sin referirse explícitamente a la vida cotidiana, sin comprender lo que hay de subversivo en el amor y de positivo en el rechazo de las obligaciones, tienen un cadáver en la boca.
Raoul Vaneigem

Más vale deformar que repetir.
Antes destruir que copiar.
Vengan los monstruos si son jóvenes.
El mal es lo que vamos dejando a nuestras
espaldas. La belleza es el misterio que nace.
Rafael Barret

Yailín Orta Rivera, periodista del Juventud Rebelde, órgano oficial de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba (UJC), califica de «regocijo nacional e incluso universal» la satisfacción que le produce ver recuperado al comandante Fidel Castro. Sin lugar a dudas, las constantes -y nada subrepticias- apariciones del “compañero” Fidel, han dado lugar a infinidad de elucubraciones. No han faltado los detractores (lógicamente, al servicio del Imperio), atónitos ante su renovado impulso, que insisten desde Miami en darle vida a la versión descalificadora, asegurando que en realidad se trata de un doble bien entrenado, dispuesto a repetir -como desalmado títere de ventrílocuo- uno que otro libreto previamente aprehendido y auxiliado mediante un discreto y sofisticado apuntador electrónico.

Tampoco están ausentes los adoradores que aseguran la inmortalidad del comandante, gracias a modernísimos métodos de resucitación mediante secretas técnicas de conservación criogénica, exitosamente desarrolladas por una cofradía de prominentes científicos de la extinta Unión Soviética, subvencionados por el propio régimen cubano para concretar exitosamente sus estudios y poder regalarle al Máximo Líder, la vida eterna (ensoñación que sin duda, alimenta a más de un abuelete burócrata del ala reaccionaria del partido-Estado, a modo de premio de consolación). Realmente, es intrascendente determinar cuál de los dos bandos es el indiscutible poseedor de la Verdad. Lo cierto es que han decidido sacar a pasear al muñeco y con él enarbolar de nueva cuenta el absolutismo y la intransigencia.

El regreso uniformado del “compañero” Fidel, tiene fuertes connotaciones políticas que van mucho más allá de las interpretaciones de los mass media burgueses y el hincapié que hacen en la obstinación senil del octogenario comandante en desarrollar sus dones de pitoniso en franca competencia con el afamado pulpo Paul. La pasada reunión que sostuviera con un centenar de jóvenes en el Palacio de las Convenciones, encabezados por Liudmila Álamo Dueñas, primera secretaria del Buró Nacional de la UJC, estudiantes, jóvenes combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Ministerio del Interior, intelectuales y artistas, despierta suspicacias. Como señalara anticipadamente el compañero García Guerra, este evento nos hace «recordar la vuelta de Mao Zedong por una Revolución Cultural que capitalizaba al malestar de las multitudes». Sólo que la reedición extemporánea de tan lamentable incidente tendría características muy particulares -en caso de llevarse a cabo- en la mayor de Las Antillas.

Ante las actuales circunstancias, no se le augura futuro alguno a esta farsa. Al menos, no con la participación masiva de la juventud. La Revolución Cultural cubana tendrá que hacerse al compás de aquel viejo son que, con su sabroso y pegajoso estribillo, ordenaba: “suelta la muleta y el bastón”. El 17% de la población cubana supera los sesenta años de edad y es ahí donde precisamente radica la mayoría del apoyo incondicional a los constantes desvaríos del “compañero” Fidel.

JUVENTUD: DIVINO TESORO

Casi 7 de cada 10 cubanos oscilan en el rango de los 16 a los 50 años de edad. O sea 6.087.436 nacidos después del triunfo de la Revolución; «una mayoría de los cuales -como nos recuerdan Gabriel J. Pupo y otr@s firmantes- sólo conoce del socialismo, el periodo especial y las carencias» ; entre las que incluyo, la falta de Libertad individual y colectiva, manifiesta en la prohibición de la libre asociación y la libre expresión (claro está, no me refiero a la letra muerta que morosamente reposa en la Carta Magna).

Ese 54.1% de la población cubana con “conocimiento” explícito de las restricciones y las carencias en carne propia, es reconocido por Alfredo Guevara, quien durante un encuentro con estudiantes de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, el pasado mes de mayo, confesó ante los participantes que «las cosas que vivimos en la vida cotidiana son demasiado duras, demasiado amargas, a veces nos lastiman tanto […], y es lógico que se desarrollen ciertos rasgos de insensibilidad, de desesperación y de rechazo» en la juventud.

Rasgos que, sin duda, se expresan en un amplio muestrario de comportamientos que van desde la frustración (pasando por la apatía y el rechazo) a la negación. En lo concreto, esto se traduce en un alto índice de migración y suicidios (canalizando la frustración); en el creciente rechazo a las obligaciones (manifestando la apatía), y el incremento de la actitud contestataria anti-autoritaria (materializando así la negación) ostensible en la conflictividad conscientemente refractaria.

Sabemos de antemano que muchos amanuenses argumentarán que el suicidio y la migración son insignificantes y se darán a la trillada tarea de las comparaciones -además de machacarnos, hasta la fatiga ajena, con los cacareados logros en materia de salud, educación, deportes, etc. Se sacarán de la manga infinidad de estadísticas que sitúan 16 lugares del mundo por encima de Cuba y refutarán iracundos que es la remota Albania quien se disputa el primer puesto en flujo migratorio.

Sin embargo, amén de las comparaciones, en el caso de Cuba vale resaltar las agudas diferencias, cuantitativa y cualitativamente hablando, entre los jóvenes que optan por el suicidio y la migración, motivados por la profunda frustración y aquellos -numéricamente mayoritarios- que eligen el rechazo a las obligaciones e incrementan la actitud contestataria y la conflictividad conscientemente refractaria.

Quienes se quitan la vida y/o se marchan, esperaban mayores oportunidades y mejores condiciones de vida bajo el actual régimen. Hacen mutis argumentando su decepción en un régimen que no ha sabido recompensar el sacrificio y la lealtad de sus padres (y abuelos), marginándolos del “proceso” y condenándolos al ostracismo. Los que rechazan abiertamente las obligaciones, se cuestionan la autoridad y confrontan de manera refractaria las imposiciones y los abusos, jamás esperaron ni esperan nada del régimen. Únicamente lamentan que sus padres y abuelos, se hayan dejado tomar el pelo con los cuentos de la Tía Tata y perecieran en la trampa.

A estos últimos, les resbalan literalmente los eternos discursos exigiendo un presente de mayores esfuerzos a cambio de un futuro incierto. Se cagan olímpicamente en la repetida actualización “socialista” del septuagenario presidente-General. Se limpian con las predicciones catastróficas del “compañero” Fidel. Les da lo mismo que haya sido Machado Ventura, Fidel o Raúl, el autor de la tediosa descarga el pasado 26 de julio. Hacen caso omiso de lo que diga o deje de decir el Consejo de Ministros, el Consejo de Estado, el Buró Político, el Secretariado del Comité Central del Partido y la Asamblea Nacional. Les importa un bledo que se modifique el tratamiento laboral y salarial de los trabajadores. No les incumbe en lo más mínimo si crece o decrece el PIB, ni la productividad, ni si se elevan o decaen las exportaciones o se reduce el consumo de energéticos. Menos les atañe la «necesidad de trabajar para vivir» ni «el ejercicio del trabajo por cuenta propia y su utilización como una alternativa más de empleo de los trabajadores excedentes»; muchísimo menos les concierne «la comercialización de algunas producciones, flexibilizando la contratación de fuerza de trabajo» que pregona el presidente-General, en pleno tránsito (acelerado) del capitalismo monopolista de Estado al capitalismo privado.

Pertenecen a una generación que ha perdido el miedo; que aprendió a sobrevivir fuera de toda esta ficción; que reconoce el doble discurso congénito a la mediocre comedia del “socialismo” cubano. Una generación que jamás se preocupó por las medallas, ni por las órdenes de avanzada ni por los reconocimientos y distinciones. Qué nunca pensó ser cederista destacado; que en la vida se ha desvelado por estrechar la anciana mano del Coma Andante. Menos han cavilado sobre la posibilidad de convertirse en obreros altamente calificados ni en directivos ni en científicos ni en empresarios autorizados. De ninguna manera les pasa por la mente visualizarse en medio de más de un millón de desempleados pujando por un trabajo asalariado -ya sea bajo la explotación del Estado o en usufructo de los recién autorizados patronos privados. Ni siquiera se perciben como desempleados. Ni hablar de haber especulado con una jubilación miserable o con la remota posibilidad de una vejez depauperante con arteriosclerosis severa, ingresados en Mazorra, abandonados al hambre y el frío. Por eso, viven convencidos que el trabajo no es la única manera de existir y sueñan, inconscientemente, con su destrucción definitiva. No es que no reconozcan la necesidad del dinero para sobrevivir en una sociedad donde -igual que en el resto del mundo capitalista- predomina la Ley del Valor y la transformación de toda mercancía en dinero (incluso la fuerza de trabajo que también es considerada mercancía). Lo que no reconocen es la necesidad de trabajar. Lo menos importante para ellos es el medio como conseguir dinero para sobrevivir. No detectan diferencias sustanciales entre venderse y vender su fuerza de trabajo. Reconocen el hedor a prostíbulo. Y resisten.

¡Neofascistas! ¡Nihilistas! ¡Escoria! ¡Gusanos! Gritan desde el pulpito las Iglesias de la izquierda autoritaria alrededor del mundo (apoyando a priori al régimen frente a cualquier limpieza “necesaria”) ¡NO! Son los Anarquistas por naturaleza que se niegan a etiquetarse. Otean el desplome de un sistema en decadencia política y moral, el final de una crisis orgánica donde el dominio de la alta burocracia mediante la violencia es el único recurso para mantener sus privilegios. Optan por la negación y reconocen la hora del fin del régimen. Ese régimen que se esmera en resucitar fantasmas mientras condena a morir a los vivos. Ése que se enmarca dentro de la lógica del capital: El gobierno universal de la muerte que reina sobre los vivos -Es el AVISO A LOS VIVOS que extendiera Vaneigem, anunciando el inevitable enfrentamiento entre una civilización moribunda y otra que nace. Son los Comunistas postizquierdistas que se rehúsan a reconocerse como tales porque el vocablo les provoca urticaria; porque la palabra ha sido desvirtuada y vilipendiada por la farsa de dictaduras blanquistas y jacobinas ultraconservadoras, porque se le equipara con regímenes policíacos, con campos de reeducación y fusilamientos; porque se le asocia con la explotación asalariada del capitalismo de Estado; porque se le vincula con la castración de la creatividad, con la anulación de la Libertad, con la muerte del individuo.

Por eso intuyen que cualquier construcción, el más pequeño andamiaje, será recuperado por el Estado-capital bajo el membrete que sea, como una vez fue recuperado con el rótulo de “socialismo real” o sea, capitalismo de Estado. Disciernen que hay que quemar las naves y demoler los puentes del retorno para poner fin a la Barbarie. Es la respuesta ante la disyuntiva de Castoriadis, decididamente encaminados hacia la Libertad.

No están organizados ni siguen consignas. No saben lo que quieren pero están convencidos de lo que no quieren. Son los jóvenes de Seattle que en diciembre de 1999 estremecieron al mundo y no dejaron piedra sobre piedra -ante el rostro estupefacto de propios y extraños- en la ciudad de Bill Gates. Son los jóvenes antiautoritarios que allende las fronteras se desplazan para destrozar y desmontar las reuniones del Poder globalizado y que han sabido decir presente en Davos, en Sidney, en Praga, en Québec, en Barcelona, en Génova, en Cancún y en donde quiera que los poderes transnacionales se sienten a la mesa para despacharse el planeta. Son los jóvenes antagonistas que durante las manifestaciones y protestas callejeras, en cualquier ciudad del mundo, son acusados repetidamente de “vándalos” y “provocadores” por la izquierda neo-jacobina que no entiende -ni entenderá nunca, desde lo alto de la torre positivista y la nublada visión del progreso- la fuerza arrasadora de la negación y la subversividad de la no-esperanza. Son los jóvenes expropiadores en Barcelona, en Torino, en Buenos Aires o en Tijuana, que predican con los hechos la destrucción del trabajo. Son los jóvenes neo-ludditas que queman Hummers, traileres, autos de lujo, maquinaria pesada, aplanadoras y otros vehículos para la explotación de la Tierra en Durango, México o en Temuco, Chile, en Berlín, en Ámsterdam o en Hong Kong. Son los jóvenes insurreccionalistas en México, DF.; en Guadalajara; en Santiago de Chile; en Roma, en Atenas; en Tesalónica; en Kimky; en Bilbao o en Posdan, que detonan artefactos explosivos destrozando bancos, centros comerciales, McDonalds, comisarías y empresas farmacéuticas. Son los jóvenes parisinos en cólera, quemando y demoliendo la “Ciudad de las luces” al ritmo cadencioso de un rap que invita reiteradamente: ¡Nique la France! Es la Rebelión de los jóvenes iconoclastas de la Aldea global que se concreta localmente. La Comuna contemporánea. La esperada insurrección de los Aldeanos. El anunciado alumbramiento de la belleza.

Por Gustavo Rodríguez

San Luís Potosí, 9 de agosto de 2010.

Que me pongan en la lista from Ernesto Hernandez on Vimeo.

Texto incorporado a esta web por (no es el autor):


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