Cuidando las proporciones: Avatar y las reivindicaciones de los pueblos originarios

Desde el reciente estreno de la película “Avatar” del director James Cameron, han surgido algunas interpretaciones que ven en ella una metáfora entre los conflictos entre la invasión capitalista occidental de las “culturas ancestrales”, basada en las máximas del lucro y la eficiencia económica


Autor: Vincent

Desde el reciente estreno de la película “Avatar” del director James Cameron, han surgido algunas interpretaciones que ven en ella una metáfora entre los conflictos entre la invasión capitalista occidental de las “culturas ancestrales”, basada en las máximas del lucro y la eficiencia económica. Evidentemente, esta imposición es efectuada en los términos de la cultura imperialista dominante, que, al no tener algo valioso para los nativos que ofrecerles a cambio del consentimiento de éstos para explotar sus tierras sagradas, recurre al poderío militar para cumplir con sus objetivos.

La contraposición subyacente se produce entre dos visiones de mundo. La cultura unidimensional basada en una relación instrumental con la naturaleza, contra una concepción de la naturaleza sagrada, viva y dialogante, creadora del mundo y sus habitantes. Aunque menos extremas en el sentido de su intensidad metafórica, también se pueden hacer analogías con las reivindicaciones del movimiento ecologista, que defienden una relación más amigable con la naturaleza, en miras a evitar la depredación del ecosistema.

Si estamos en la postura de encontrar metáforas y analogías reveladoras, también es posible decir que la visión que bosqueja Avatar sobre las relaciones entre los sexos, se asemeja al discurso que promueven muchas activistas mapuches, respecto de que en su cultura estas relaciones se basarían en la dualidad y en la complementariedad de los femenino y lo masculino presente en la propia naturaleza, no en relaciones jerárquica de dominación y subordinación.

Las repercusiones interpretativas que ha tenido la película me recuerdan a lo que sucedió en ciertos círculos intelectuales con la película “The Matrix” hace unos años atrás. El filosofo Slavoj Zizek comenta en un artículo, que todos sus pares intelectuales veían en la película una metáfora de sus respectivas posturas. Situación similar se dio con la famosa serie animada “Los Pitufos”, donde no faltaron los que vieron que las relaciones en la aldea de setas era una expresión metafórica de la sociedad comunista, basada en el principio de “a cada quien según sus necesidades, a cada cual según sus capacidades” y al malvado Gárgamel como representación o bien de la iglesia católica -por sus ropajes franciscanos- o del imperialismo capitalista en su afán de fagocitarlos.

Aunque no parezca porque se encuentran en polos opuestos en términos de proyecciones de mundo, estas películas tienen cierta similitud. “The Matrix”, por una parte, expresa un mundo completamente interconectado y gobernado por las máquinas, que reduce y utiliza a los seres humanos como fuentes de energía y la experiencia a la serie mínima digital del 0 y el 1, en función de la eficiencia general del sistema. En Ávatar, en cambio, la interconexión está dada por la naturaleza, en un mundo orgánicamente integrado y equilibrado, donde los nativos se enchufan literalmente con los demás seres vivos. Es decir, la idea de una voluntad general, totalizadora y omnipresente, externa a los sujetos, es compartida por ambas películas, ya sea como paranoia del progreso tecnológico basado en la razón instrumental o como exaltación idílica de una visión de mundo en que la intervención del ser humano sobre la naturaleza es mínima debido a que su acción se rige bajo reglas derivadas de la misma. Ambas películas parten de la idea de que el héroe está sumergido en distintas realidades que escinden su identidad personal. Por último, ambas películas, desde puntos de vista diferentes, abordan el peligro que implica el avance tecnológico sin límites morales.

Siempre hay que tener cuidado con las metáforas y analogías para mirar los fenómenos sociales; más aún cuándo se considera que la particular combinación de elementos en la trama de “Avatar” hacen referencia a la obra anterior del autor. Por otra parte, la recurrencia al mito del héroe en su versión feliz y el desenlace mágico que propone la película para resolver el conflicto pone de manifiesto que se trata de una fantasía que, evidentemente, recoge algunos temores actuales respecto del desastre ecológico y la devastación total de las formas culturales de los pueblos originarios. Como señala Zizek, la fantasía y la paranoia están indisolublemente unidas.

Por su parte, la trama del héroe está acompañada de una transformación subjetiva, en que se despoja de su identidad anterior -supuestamente cegada por su matriz cultural de origen- producto de su inmersión incluso física en una cultura que se relaciona armónicamente con la naturaleza y una comunidad bastante idealizada en sus relaciones intra-grupales. Ejemplos de la metamorfosis y el renacer del héroe pueden encontrarse en muchas manifestaciones culturales basadas en esta estructura mitológica. Por ejemplo, los libros de Carlos Castañeda en que el antropólogo en vez de revelar y objetivizar la visión de mundo del nativo, se zambulle en ella, encontrando una sabiduría ancestral que aparece como realidad objetiva igual o más valiosa que los dogmas del método científico. Me imagino la “satisfacción heroica” que han de haber sentido algunas personas de mi generación al ver la película, que dejando atrás su vida acomodada, la moratoria psico-social que tan bien describe el desarrollo de la identidad entre los jóvenes de las clases altas –me incluyo- optaron por alejarse de la “falsa realidad” que les entregaba el mundo virtualizado por la televisión, los computadores y el consumo, para irse a vivir con las comunidades mapuches del sur, en un intento de ser parte de ellas. Si bien ésta constituye una opción legítima, se podría decir lo que ya dijo Rorty sobre los jóvenes que protestaban en la Europa contra la elite política que la había reconstruido tras la segunda guerra mundial: podían dedicarse a la protesta porque tenían el futuro asegurado. Por otra parte, más allá de que la asimilación efectivamente se produzca o no, habla de lo difuso que pueden ser los límites simbólicos entre los grupos, en que sujetos con un background cultural basado en las bondades del sistema capitalista quieran hacerse parte de comunidades basadas en la raza que han sido objeto de colonización y represión histórica en función de los intereses del Estado-Nacional asociados a mantener una “identidad nacional única” y de la modernización capitalista.

Como recuerda Zizek en su artículo sobre “The Matrix”, los antagonismos en las percepciones de mundo son constitutivos de lo real. Recordando a Levi-Strauss y los quiebres simbólicos encontrados en la tribu Winnebago constituida por dos grupos, donde los miembros de un grupo veían a la aldea como un todo articulado en torno a un centro –el templo- y los otros la consideraban dividida por una línea fundamental, que escindía a tales grupos. Pese a ello, todos se consideraban parte de la tribu producto de la función ideológica en su estado más puro, proporcionando un espacio neutral que englobe todo y pretendiendo diluir cualquier antagonismo social.

El peligro de tomarse demasiado en serio la metáfora de la película, radica en que se pueden olvidar los conflictos y relaciones de dominación intra-grupales. Como señalan Vergara y Foester, durante el siglo XX, ha sido una realidad indiscutible la preferencia de la población mapuche rural por los candidatos de derecha, es decir, por aquellos que dicen defender el respeto irrestricto del «estado de derecho» y el ordenamiento político vigente, aunque puede producirse la situación paradojal de que algunos de ellos se tomen el fundo vecino en función de un interés personal, o en el mejor de los casos, para su comunidad discreta, no para el “pueblo mapuche”. Por otra parte, el movimiento mapuche tiene en múltiples organizaciones, cada una de las cuales se considera a sí misma como la genuina representante del pueblo mapuche.

Aún así se pueden sacar algunas lecciones de la película. El protagonista se da cuenta de que nada material puede ofrecerles su civilización a los nativos. Los logros del progreso tecnológico y la modernización vista como un proceso unívoco de expansión capitalista les resultan insignificantes. Asimismo, la política del Estado hacia los mapuches y los pueblos originarios en general, se ha basado en considerarles como grupo vulnerable o como delincuentes y no como sujetos, que al menos en una parte de ellos reclaman algún grado de autonomía política sobre un territorio en función de su autodeterminación como pueblo.


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