No tienen ensayo ni una rutina clara. Tampoco definido el escenario, pero allí están cada cierto tiempo irrumpiendo en algún rincón de la ciudad. Es un grupo de bailarines que de tanto en tanto se les ocurre hacer danza en las calles.
Un día de marzo de 2011 un grupo de amigos convocados por Francisco Bagnara se juntaron, no tenían muy claro a qué llegaban, pero tenían ganas de hacer algo. La inquietud estaba: querían probar la danza en la calle.
Eran las tres de la tarde cuando caminaron hacia la Plaza de Armas. Allí, en medio de pastores evangélicos gritando su prédica, policías somnolientos, vendedores contando monedas, inmigrantes esperando una pega, saldrían al escenario. No la pensaron mucho e interrumpieron el tráfico cotidiano con danza. Fue una experiencia improvisada, pero que con el tiempo fue cobrando fuerza, agarrando un ritmo y ensayando despliegues por otras ciudades de Chile y en Buenos Aires. Le llamaron a lo que hacían Las Danzas Calle.
Francisco estudió Filosofía en la Universidad de Chile, lleva diez años dedicado a hacer danza y desde 2011 es el director general del proyecto Las Danzas Calle. Hace tiempo le picaba el bichito de hacer algo en espacios públicos “Siempre fue una exploración, nunca supimos para dónde iba. Sólo tenía algunas premisas claras: partir desde la incertidumbre, hacer desde lo que hay, de lo que tenemos a mano. Y no teníamos una sala de ensayo, ni plata para los intérpretes” – recuerda.
Sentados una noche en la misma Plaza de Armas que los vio nacer, entre perros, vagabundos y policías formados terminando su turno, Francisco afirma que eligió partir allí porque “es un lugar político para mí”.
El equipo de trabajo está compuesto por Francisco Bagnara, Joaquín Leal, Alexander Correa, Chery Matus y una gran cantidad de bailarines de la escena local; Daniella Santibañez, Carmen Gloria Venegas, Francisca Lillo, Andrea Amaro, Pablo Zamorano, Ninoska Valenzuela, Betania González, Josefina Camus, Rodrigo Chaverini, Alexandra Mabes, Paulina Vielma, Pablo Tapia, Paula Sacur, Valentín Keller, entre varios.
LA CALLE COMO ESCENARIO
Cada vez que tienen una sesión del proyecto se juntan un tiempo antes y se hace la pregunta: ¿para dónde vamos hoy día? Joaquín confiesa que les atrae “ese no saber dónde vamos a ir, qué vamos a hacer”. Tampoco existe la idea de ensayo. Simplemente “nos sale” – como cuenta Francisco.
Más allá de repetir una técnica o un estilo, “nos lanzamos a desarrollar principios en movimiento” – añade.
La táctica que tiene es entrar a la calle desde la nada. Cuando aparecen en algún rincón de la ciudad, el santiaguino poco acostumbrado a dejarse sorprender pasa de largo, algo le resulta extraño, miran a lo lejos, pero la mayoría no se detiene. Los transeúntes están entrenados en la dinámica sobre estimulada de la ciudad, pero cuando aparece algo nuevo en una rutina tan impredecible como un paseo peatonal atiborrado de gente, como es la imagen de un cuerpo bailando, nos descolocamos.
Los que se detienen a mirarlos les preguntan ¿qué estaban haciendo? o ¿qué es eso? A quienes les resultan más extraños son los carabineros. “Los pacos lo plantea más desde un cuestionamiento, más que una aceptación o aceptar como incertidumbre lo que pasa ante sus ojos” – cuenta Joaquín.
“¿Pero por qué esto? ¿Por qué lo hacen? ¿Es un espectáculo?” – son las preguntas de la policía. “No se les ocurre que sea un espectáculo o simplemente dejarlo ser” -reflexiona Alexander.
¿Qué están haciendo? o ¿tu amigo está volado? – pregunta la gente. “Ven un cuerpo en movimiento y a ellos les genera esa incertidumbre” – comenta Alexander, y ese territorio les gusta explorar.
LA INTERACCIÓN
La segunda acción fue en La Vega central de Santiago. Entre cargadores que se echan un costillar al hombro, vendedoras de frutas, dominicanos y colombianos en sus primeros trabajos y familias comprando mercadería, volvieron a lo suyo.
En el barrio Independencia, el Cerro Artillería en Valparaíso, en el mercado y centro de Antofagasta, en una misa de la Catedral o aprovechando la circularidad de una escultura azul en la noche santiaguina. Entre las Fuerzas Especiales y los estudiantes en algunas de las jornadas de protesta del agitado 2011, nace la entrega del video Las Danzas Protesta.
Así fueron agarrando vuelo. Buscamos los “lugares donde los cuerpos intercambian, circulan, transitan, se encuentran” – cuenta Francisco.
Los elementos de trabajo con que operan son la arquitectura, la gente que está allí, los perros, las palomas y la gente que pasa, los participantes, la hora del día.
Vuelven un día a la Plaza de Armas, pero esta vez al portal Fernández Concha. En el pasillo de los locales que venden completos y hamburguesas está Joaquín bailando. La gente pasa. Joaquín los ve, en pocos segundos calcula, a veces apuesta, un paso, un giro. La persona ya pasó. “Es la interacción con las personas. En cada momento surge el cómo nos planteamos la interacción” – nos cuenta.
Un curado que pasaba empieza a bailar junto a él. Joaquín lo sigue. Se produce un juego de movimientos. “En la interacción con una personas que pasa está el riesgo” – comenta Joaquín.
Con el tiempo empieza a aparecer una estructura al momento de enfrentarse a un nuevo espacio. Entre medio de la danza pasan transeúntes apurados, juniors llevando encargos o perros vagabundos. A veces pasa que el perro se queda. Hay que integrarlo al movimiento. “Empiezo a insistir, me muevo… y va funcionando” -cuenta Francisco.
-He bailado con hartos perros – recuerda. “En la calle nada es azaroso, tienes muchas posibilidades de creación a partir de los factores que están en ese espacio. Te mueves alerta a todo. Más que ir con ideas preconcebidas te encuentras con todo y desde el filtro de la práctica sabes ya con qué referenciarte, con qué aspectos trabajar, qué elementos rescatas de la calle, de la arquitectura, los sonidos” – añade Joaquín.
UNA POSTAL
Se han preocupado de dejar un registro de sus intervenciones. En un video en Youtube se ve a Francisco colgado arriba de un árbol mientras un evangélico pontifica contra el amor entre dos hombres. En otro video a la bailarina Francisca Miranda embarazada le sirve de escenario una pileta en un paseo peatonal.
“Esos registros testimonian una época y una comunidad que hace danza” – cree Francisco.
Para Joaquín lo que realizan es “hacer patrimonio a través de lo que hacemos nosotros, que es la danza. Es hacer patrimonio desde el cuerpo dancístico, y además de un entorno y un contexto social”.
El grupo, mientras más veces salía a la calle, más preguntas surgían: ¿dónde se instala la danza? ¿para quién es la danza? ¿quién hace danza? eran preguntas que los asaltaban en medio de la calle.
Lo que hacemos “es la pregunta por la danza, pero también por los cuerpos. Por los cuerpos chilenos, locales, los de acá, de nosotros – piensa Francisco – Queremos que quede como un registro de cuerpos y de lugares”.
Por Mauricio Becerra Rebolledo
Cultivos Chilenos, suplemento de Arte & Cultura
El Ciudadano Nº136, segunda quincena noviembre 2012