De la militarización no se vuelve ni rápido ni fácil

Alcaldes progresistas se han mostrado excesivamente conservadores a la hora de hablar de seguridad en las calles urbanas de Chile: la única solución que se les ocurre es pedir más y más militares en las calles.

De la militarización no se vuelve ni rápido ni fácil

Autor: Pealo Carvallo

Más y más. Porque desde hace ya unos cuantos años que la presencia militar en los territorios chilenos es habitual, con la excusa de Estados de Emergencia en el territorio mapuche o de estacionarse en las fronteras de los territorios altiplánicos y desérticos del Norte Grande. Ha habido sino un esfuerzo al menos una dejadez en no tener respuestas civiles y basadas en los derechos humanos a los fenómenos continentales del crecimiento de la delincuencia armada y organizada y al de la migración forzada como forma de estabilizar regímenes tambaleantes. La solución habitual en Chile ha sido solicitar la intervención militar ante las limitaciones civiles.

Esto no es gratuito, el discurso pro militar actual en Chile tiene su origen en políticos de derecha que se sienten deudores de la dictadura militar de Pinochet. Y han actuado en consecuencia: 2021 fue el año con mayor gasto militar en los últimos tiempos y el presidente era el derechista Piñera, quien sacó los militares armados a las calles para reprimir la legítima revuelta social iniciada en octubre de 2019 y los mantuvo en las calles con la excusa de la pandemia. Ese discurso y práctica militarista de pedir y poner militares en las calles es fácil, efectista y reconocible como imagen. El problema para quienes piden esas políticas militaristas es que esos discursos no traen réditos a los políticos civiles que los enuncian, sino que esos réditos van a los militares en forma de aumento de ingresos y gasto militar, así como de conocimiento de la administración pública general y territorial. Va convirtiendo la presencia militar en normal y necesaria.

Ahora alcaldes progresistas intentan “ganar” el discurso militarista y piden ellos militares en sus calles, veredas y plazas. La dificultad de esto es que la experiencia histórica reciente es que es muy complicado volver a los militares a sus cuarteles[1]. Es algo muy difícil de hacer, pero no imposible. Los ejemplos de México con la “guerra contra las drogas”, que ha traído de vuelta la calamidad de la desaparición de personas (caso Ayotzinapa), es una muestra clara de ello. Cada presidente mexicano desde el inicio de esa “guerra” ha ido dando más espacio y financiamiento a los militares, controlando cada vez más instancias antes civiles tanto administrativa como empresarialmente.

La experiencia chilena va siendo similar; se van creando leyes para justificar la intervención militar en todo momento sin necesidad de estados de emergencia; no se evalúa en términos de derechos y libertades el efecto de la presencia militar en los territorios afectados por su presencia y no se hace una relación (que la hay) en la retroalimentación simbólica de la presencia militar en lo civil y el aumento de discursos autoritarios y antiderechos en la escena política.

Bolsonaro mostró cómo no es necesario un dictador para sostener una rápida militarización de un país. Bajo su gobierno, la presencia militar en la administración civil del país tomó características de usurpación. Por suerte hubo unos cuantos militares prudentes que evitaron que diera continuidad a su gobierno militarista con un golpe de Estado a lo Trump.

Es peligroso este discurso militarista en alcaldes progres pues demuestra que no se aprendió nada de la militarización que vivió el país desde antes del golpe y la dictadura chilena hasta al menos el año 2000, pues el proceso de desmilitarización fue lento y truncado pues debió negociarse con Pinochet, el ex dictador en la jefatura del Ejército hasta 1998.

La falta de inteligencia para recabar en la experiencia mundial soluciones no militares para frenar la expansión de la delincuencia letal entrega la cancha libre al viejo, repetido y por ello muy escuchable discurso militarizador. No se oyen propuestas tajantes de control absoluto de armas que disminuirían la letalidad de todos los crímenes. El negocio de las armas de fuego estaría en riesgo con una política pública de desarme social. Quizás por ello no se plantean. Lamentablemente con la militarización pierde la sociedad y ganan los autoritarismos. No es fácil revertir la situación en la que ya está Chile, de militarización progresiva discursiva y práctica, pero no imposible.

Por Pelao Carvallo

Abril de 2024

Integrante del Grupo de Trabajo CLACSO ‘Memorias colectivas y prácticas de resistencia’


[1] Ver, por ejemplo https://wri-irg.org/es/articulo/2018/desmilitarizacion-y-remilitarizacion-en-paraguay

Fuente fotografía

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