A principios del siglo XX, en la ciudad de Nueva York, las mujeres obreras realizan grandes jornadas de lucha reclamando mejores salarios y recorte de la jornada laboral. Estas luchas, como todas, significaron grandes sacrificios para las trabajadoras; 146 trabajadoras textiles ofrendaron sus vidas en una fábrica que fue incendiada por la patronal. En base a estos antecedentes, la socialista alemana Clara Zetkin, en 1910, propone en la Segunda Internacional de mujeres socialistas, el señalamiento de un día en que se pueda rendir homenaje a la mujer trabajadora. Como siempre, los organismos burocráticos, en este caso, Naciones Unidas, tardó decenas de años para que por fin reconociera en 1977, el 8 de marzo como DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER TRABAJADORA.
Queremos recordarles que la participación de la mujer en las luchas en favor del pueblo y la clase trabajadora, no se inicia a principios del siglo XX. En el caso concreto de nosotras las latinoamericanas, muchas son las mujeres que vienen luchando desde los años 1700 hasta nuestros días. Lucharon contra los imperios español e inglés y ahora, siguen luchando contra el imperio norteamericano. Las mujeres latinoamericanas, hasta con las armas en la mano, se han enfrentado a las fuerzas colonialistas, a los patrones, a los dictadores y toda clase de enemigos del pueblo y de la clase trabajadora.
Las mujeres en muchas partes del mundo, a través fundamentalmente de nuestras luchas, hemos logrado el derecho a elegir y ser elegidas, a debatir los problemas serios que enfrenta la clase trabajadora y las grandes mayorías populares. Las mujeres, al mismo tiempo recordamos que todavía hay en el mundo millones de hermanas marginadas del quehacer político, debemos recordar y tomar como referentes, a todas aquellas mujeres que en defensa de sus ideales y sus derechos han sido torturadas, encarceladas, expatriadas, perseguidas y hasta asesinadas.
Las legislaciones en la gran mayoría de los países del mundo, nos reconocen tantos derechos como a los hombres pero, en la práctica, éstas no se cumplen. Seguimos siendo segregadas en muchos terrenos. Por el mismo trabajo, no nos remuneran a las mujeres igual que a los hombres. A pesar de nuestra capacidad demostrada, se nos cierra el paso para ocupar cargos de importancia tanto en las dependencias públicas como privadas. En fin, aunque en menor medida, seguimos siendo perjudicadas por la cultura machista, responsable directa de que el mayor porcentaje de analfabetos sigan siendo mujeres y de que miles de hombres sigan maltratando física y psíquicamente a las mujeres dentro de la más completa impunidad.
Ya nadie puede dudar de nuestra valía y nuestras capacidades, por lo tanto, lo que debemos hacer ahora, es seguir luchando para que un día no lejano, dejemos de luchar por metas específicas del género femenino y concentremos todas nuestras fuerzas, en la lucha contra el capitalismo neoliberal que nos viene exterminando por igual a hombres y mujeres. No podemos seguir permitiendo que las grandes empresas transnacionales sigan acumulando fortunas en base a la miseria de las grandes mayorías. No podemos ni debemos permanecer indiferentes ante la invasión de los pueblos por parte de Estados Unidos y sus aliados que lo único que quieren es apropiarse de sus recursos naturales. No podemos permitir que el gobierno del pinochetista Piñera siga aumentando las ganancias de las empresas cupríferas a costa del empobrecimiento del pueblo chileno. En los años 60, cuando el cobre era del pueblo, la explotación de 500 mil toneladas le permitía al Gobierno mantener la gratuidad de la enseñanza, la salud y otros servicios sociales. Sería lógico pensar que ahora que se explotan 5 millones 300 mil toneladas, el pueblo chileno tendría un mejor nivel de vida, pero, esto no es así porque la dictadura entregó las dos terceras partes del cobre a las transnacionales, y los gobiernos de la Concertación a partir de los años 90 terminaron, prácticamente, regalando nuestro cobre a las empresas extranjeras y a espaldas de pueblo de Chile. En el año 2011, mientras las transnacionales se embolsaban 35 mil millones de dólares, el lacayo Piñera ofrecía la ridícula suma de 3 millones quinientos mil dólares para solucionar el problema de la educación, cada vez más alejada de los hijos del pueblo.
Las mujeres hemos sido explotadas, maltratadas y marginadas, pero nunca débiles ni incapaces. La historia mundial en general y la latinoamericana en particular, espera por nosotras. Desde aquí o de cualquier parte decimos que estaremos en todas las trincheras de lucha por la construcción de una nueva sociedad donde no tengamos que presenciar más guerras, más abusos y más niños muriéndose de hambre.
Por Juana Donoso Casanellas
La foto es de larebeldiadelosinmigrantes.blogspot.com
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