Antimercado, anticlerical, apolítico, hijo de diplomáticos, abstemio, oracular, el autor de La Tirana y Los Sea Harrier, poemario doble editado a fines del 2007 en la Argentina por Editorial Gog y Magog y que marca uno de los hitos mas importantes de la poesía chilena contemporánea, habla desde su sillón de poesía y realidad, con la autoridad del comandante de una nave que ha vivido naufragios espectaculares y que sigue surcando mares.
La “M” de su apellido es como un viaje en montaña rusa que en la mitad declina, te lleva por un brusco abismo para luego, una vez tocado fondo, comenzar el repunte. Esta letra es como un oráculo para el poeta, Diego Maquieira quién, en la mitad de su vida, luego de su internación en una clínica para el tratamiento del alcoholismo, a la que llegó en un estado grave, casi ciego, dice hoy, abstemio y recuperado, que se encuentra en el trayecto de vuelta.
Sentado en un viejo sillón de su casa en el tradicional barrio de Providencia en Santiago, con el pelo largo y cano, frente a un cuaderno de amplias páginas blancas, donde anota todo lo que ve, dispara sus verdades acerca de la poesía y la vida, con una rapidez que recuerda a la velocidad de la adolescencia, pero con la sabiduría (sin humildad) de quien atravesó el fuego.
No quiere fotografías y es reacio a dar entrevistas a la prensa nacional.
Cansado de la sobrexposición, me advierte al teléfono que no tiene nada que decirle a la prensa chilena. Supongo que por amarillista.
Le respondo que no se preocupe, que es para un medio de la ciudad de Buenos Aires, donde, en diciembre del 2007, apareció su poemario doble La Tirana y Los Sea Harrier, editado por Gog y Magog. Se trata de una edición doble al igual que el aparecido el 2003 en Santiago de Chile, editado por Tajamar Editores y que reunió por primera vez los dos trabajos más importantes de Maquieira. El primero, La Tirana, aparecido en una autoedición en 1983 y bastó para situarlo en el punto más alto de la M de la creación poética de los 80 en Chile. Un periodo tan complicado como fructífero, que, entre balazos, pinochetismo expandido a todos los ámbitos de la realidad, torturados y desparecidos, fue testigo de una escritura que los 90 no ha podido repetir en toda su riqueza. Producción de la cual La Tirana y luego los Sea Harrier, aparecido primero en forma de adelantos en revistas literarias y luego en una autoedición en 1993, son dos piezas claves.
La leyenda cuenta que la tirana fue una princesa india que vivió durante la conquista, cuyo padre mató a Diego de Almagro, el descubridor del territorio de Chile y que luego lideró la resistencia a los conquistadores españoles hasta que se enamoró perdidamente del portugués, Vasco del Almeyda, prisionero de su gente. Él la convirtió al cristianismo y ambos murieron ajusticiados a flechazos.
En el libro de Maquieira, La Tirana, es una virgen puta que se regocija en su inmortal fama de libertina, una mujer que vive en un tiempo fantasmal, que a la vez de moderno, en su caos y decadencia, no deja de estar contaminado por la rancia tradición, sobre la cual, ella no para de ensuciarse. A esta mujer le gusta como cae la luz sobre sus tetas cuando se hinca a rezar en el altar mayor, dice sin tapujos que se los ha tirado a todos y que se preparen porque les va a hablar de amor, a la vez que confiesa que aún es de una ordinariez feroz.
La tirana parece estar siempre en el ojo de la tormenta, ¿Fue su escritura una vorágine también?
Yo quería que la poesía pudiera reflejar una visión que yo tenía en ese momento y esa visión era ultraviolencia en todo aspecto.
Tuvo que haber sido difícil para ese tiempo, en el apogeo del gobierno militar, hablar del dolor desde el goce y desde un erotismo descarnado, orgiástico como el que aparece en La Tirana.
Sí, aunque más que erotismo y todo lo que tú dices yo creo que en La Tirana, hay una libertad de espíritu rara para la época. Y ese espíritu consistía en una aleación de fuerzas que tienen que ver con todo eso que nombras.
¿Qué siente hoy cuando le dicen que La Tirana es un libro clave en la poesía chilena contemporánea?
La verdad es que yo no alcanzo a medir la real importancia de lo que hago, soy bastante autocrítico. No creo que sea tan importante, los estudios que hacen esas categorías son muy aleatorios. En lo personal durante todo ese periodo yo fui un poeta “mientras tanto”, hoy soy un poeta “mientras pueda”.
Por otro lado, jamás he hecho carrera, no pertenezco a ningún circuito, estoy completamente fuera de todo eso. Me interesa mucho más el concepto de viaje, como el viaje de Marco Polo que el concepto de “carrera literaria”. Motivo por el cual me cuesta hablar de las condiciones en las que escribí La Tirana, estaba de viaje, sigo estándolo. Yo sólo soy un viaducto, un tubo por el que pasa la expresión. La Tirana es una loca de patio, que recibe señales, es una suerte de receptor emisor y ahí se crea todo un mundo poético.
¿Generó el libro, violento y claramente anticlerical, una reacción violenta en el entorno literario o social del Chile de los 80?
No. La asimilación del libro fue un proceso muy lento. El ojo de la gente no estaba puesto en la literatura precisamente en aquellos años, hoy tampoco. El libro tuvo una muy buena acogida a pequeña escala, que es la escala que me interesa a mí, la escala de gente sensible e inteligente que le hizo eco. Jamás pensé en generar algún tipo de polémica, lo principal para mí era manejar ese cuerpo espiritual y convertirlo en obra para hacer visible ese espíritu. Las preocupaciones que tengo son muy distintas a las de las demás personas, entonces como ahora, estaba componiendo, jugando como un niño, con el niño que hay en mí. Lo que trato de hacer es tener una inteligencia ordenadora de todos los elementos que me asombran y hacer conexiones entre ellos, una cosa muy elemental en realidad.
¿Qué desafíos le planteó la feminización de la voz en La Tirana?
A mí me interesa lo completo, entonces no fue un desafío “feminizarme” porque yo utilizo las hormonas femeninas que tengo y me son suficientes para crear un personaje femenino porque mis hormonas femeninas son sensoras de lo femenino. Incorporo ese aspecto para dar con un ser más completo y para eso no fue necesario ser homosexual.
Lo femenino es un mundo de una profundidad poética que me apasiona.
¿Se torna más complejo un yo poético que contempla la dualidad?
Es que no me interesa el yo poético. Nunca me ha interesado hablar de mí mismo. El yo poético es un estorbo, no sirve para nada, es de un narcisimo enfermo.
Yo quiero desmarcarme del yo. Lo que quiero con la poesía es ser un canal, vuelvo a la idea de un viaducto por donde pasan cosas, un instrumento a través del cual aparecen mundos, realidades que están ocultas o en latencia.
No tengo, no puedo tener una idea a priori de lo que escribiré. Soy una antena transmisora. Yo pesco señales, registro cosas.
INTERDISCIPLINAS
No obstante, la poesía de Maquieira no es nada inocente, sino extraordinariamente rica en referencias culturales de todo tipo. De ella Dijo Enrique Lihn:
“Aquí hay un poeta que ha dejado pasar a la escritura casi todas las formas que adopta en Chile el lenguaje para responder a la degradación de la vida y costumbres en términos de ojo por sujeto y diente por predicado. Si se quedara en eso, en una jerga de pato malo, precaria pero contundente como un buen chute, un chopazo o una patada en las canillas, tendríamos sólo el mejor de los poetas colegiales; es decir, a alguien suficientemente feroz, como para representarnos en el Chile de hoy. Pero Maquieira sabe mucho. Ha leído bien y de lo mejor. A Eliot, a Kavafis, a mundo y medio. Por lo mismo su poesía, aunque parezca hablada o vociferada es archiescrita, un refrito muy cuidadoso de sí mismo, una economía y no un despilfarro del Chicago verbal. Los efectos de rayadura son parte de la escritura y están tan trabajados como los horrores del barroco. Una confusión de nombres o pronombres, pequeñas anomalías en el régimen de las frases, en las combinaciones de palabras -un paso de baile entre el lenguaje- constatativo al imperativo, y la rayadura se pone genial” (Comentario extraído de un texto inédito escrito en 1983 y publicado posteriormente en la página www.letras.s5.com).
Y Maquieira luego lo confirma:
“Tengo un gran amor por el verbo, por el lenguaje, soy un poeta prolijo, me interesa mucho el trabajo artesanal con la palabra, más que “el mensaje”. Me siento más un compositor que un poeta, tengo ojos en los oídos y viceversa. Tengo un campo magnético entre estos dos sentidos. Yo soy un discípulo de Stravinsky, en cuanto a la poética musical de Stravinsky. A mi me abrió los ojos cuando planteó la búsqueda de la unidad a través de la música, donde había que proceder por similitud y no por contraste, entonces mi oído busca una música, un sonido que suena igual a otro emitido mil años luz después. Yo trabajo con las palabras como si fueran instrumentos musicales”.
¿Y cuál es la importancia que le otorga a la imagen en la poesía?
La misma que la música. Si La Tirana es como una pieza para teatro, Los Sea Harrier es una película en verso. Siempre lo he dicho, eso es todo lo que he hecho, una obra de teatro y una película.
¿Y el cine?
Para mí el cine ha sido fundamental. He tratado de explorar el cine y meterlo en la poesía. Usar elementos cinematográficos para incorporar nuevos fertilizantes a la poesía. Me interesa que los poemas se “vean” y que tengan velocidad. Eso fue lo que yo traté de hacer en Los Sea Harrier, imprimirle velocidad, que en fondo, esa velocidad tiene que ver con la velocidad de mi sistema nervioso central, es decir, se corresponden cuando este último se siente estimulado por una película como Blade Runner.
Todo autor es también lector de otros textos culturales como el cine, la pintura, el teatro.
Exacto, la gente, los diálogos también son textualidades que me interesan sobremanera. Me gusta hacer un registro del mundo circundante. Me interesa todo lo que dice la gente común y corriente, los que no se sienten privilegiados por la creación. Ahí hay una fuente muy rica.
Muchas veces ese eclectisismo genera desconfianza en el público digamos “docto”, más vinculado a la academia.
Problema de ellos. Yo escribo para una minoría. Nunca he pensado en un lector, no me gusta ese concepto, prefiero pensar en un oyente, un espectador que sepa leer. Pienso en una persona que se encuentra con un libro, con la poesía como se puede encontrar con un parque.
¿Qué rol juegan los personajes en su poesía? La Tirana esta plagada de ellos
No me interesan tanto. Mira, para mí los personajes son aglutinaciones de fuerzas y de significados. Velásquez (co-protagonista de La Tirana) es como un caracter chino, lo mismo Alexandra Mussolini. Todos son caracteres y yo compongo con ellos una especie de ideograma.
Siempre ha dicho que no tiene ninguna relación con el poder, ni el poder político ni el poder de la academia. Sin embargo, en Chile hay una larga tradición de poetas vinculados al poder político, que desempeñaron cargos y papeles muy activos en su época, desde Neruda, hasta Gonzalo Rojas, ¿Cuál es su relación con esta producción poética que sí elige vincularse políticamente?
Todos ellos eran personas y creadores muy coherentes que vivieron en una época donde la actividad política tenía sentido. Eso ya paso.
Hoy el poder se baraja, al menos entre los poetas, en el terreno de los premios literarios y las ediciones en editoriales importantes.
¿Y cuál es su relación con el mercado? Cuando es tan omnipresente.
No me interesa, yo quiero estar en la viña, no en la feria. Yo quiero estar en el mundo pero al mismo tiempo oculto.
¿Y como se logra ese estado paradójico?
Siendo discípulo de Lao Tse y de Confucio. Estar pero con libertad y honestidad interna.
RECUADRO:
Diego Maquieira (Santiago, 1951):
Bibliografía:
Upsilon 1975
Bombardo 1977
La Tirana 1983
Los Sea Harrier en el firmamento de eclipses, poemas de anticipo 1986
Los Sea Harrier 1993
La Tirana y Los Sea Harrier, 2003
(Tajamar Editores, Santiago de Chile)
La Tirana y Los Sea Harrier, 2007
(Gog y Magog Editores, Buenos Aires)
Fragmento:
LA TIRANA
(POEMA)
(1975 – 1983)
Primera Docena
(ya nadie sabe lo que yo hablo)
LA TIRANA I
(ME SACARON POR LA CARA )
Yo, La Tirana, rica y famosa
la Greta Garbo del cine chileno
pero muy culta y calentona, que comienzo
a decaer, que se me va la cabeza
cada vez que me pongo a hablar
y hacer recuerdos de mis polvos con Velázquez.
Ya no lo hago tan bien como lo hacía antes
Antes, todas las noches y a todo trapo
Ahora no.
Ahora suelo a veces entrar a una Iglesia
cuando no hay nadie
porque me gusta la luz que dan ciertas velas
la luz que le dan a mis pechugas
cuando estoy rezando.
Y es verdad, mi vida es terrible
Mi vida es una inmoralidad
Y si bien vengo de una familia muy conocida
Y si es cierto que me sacaron por la cara
y que los que están afuera me destrozarán
Aún soy la vieja que se los tiró a todos
Aún soy de una ordinariez feroz.
Por Elizabeth Neira
(Nota realizada para la revista argentina La Negra durante el verano del año 2008)
El Ciudadano