¿Peones de la Concertación o representantes de los trabajadores?

Más vale tarde que nunca


Autor: Wari

Más vale tarde que nunca. Arturo Martínez, vicepresidente del mismo partido de la mandataria (el PS), al retomar su puesto de presidente de la Central Unitaria de Trabajadores acaba de darse cuenta —tras perder la elección de diputados— que si la Concertación dejó las tareas sindicales “pendientes”, fue porque nunca tuvo la voluntad de llevar a la práctica las promesas hechas por Bachelet el 2005.

Pero es una lástima que Martínez no continúe su razonamiento hasta el final. Porque si éstas fueron incumplidas, fue por razones más que de fondo. Sin embargo, bastaba con ver quién era y cómo actuaba estratégicamente el ministro de Hacienda —por quién Martínez tiene un “gran aprecio”— para percatarse de las intenciones concertacionistas.

Ya es hora que la dirigencia de la CUT saque las lecciones de su estrategia errada ante los cuatro gobiernos de la Concertación.  Ésta no hizo más que defender celosamente los intereses patronales, ya que ni siquiera tramitó en el parlamento las leyes básicas para garantizar los derechos de los trabajadores, vigentes en todas las democracias, pero una y otra vez defendidos con movilizaciones por el movimiento sindical cada vez que las coaliciones derechistas ganan el gobierno y aplican políticas liberales.

Es necesario que lo haga ahora y con ganas, porque es muy probable que los trabajadores tengan que hacer frente al gobierno empresarial de Piñera. Éste utilizará la legislación laboral pinochetista (y sus vacíos normativos que le dan “seguridad jurídica” al empresariado e inseguridad laboral a los trabajadores), de la que la Concertación fue su fiduciaria y testaferro, para atacar al movimiento sindical y sus reivindicaciones.

Fue el carácter de clase de la Concertación el que sacrificó y postergó las reivindicaciones de los trabajadores durante los cuatro gobiernos concertacionistas.

Parece que no es pura casualidad que los candidatos ligados al movimiento obrero, como Cristián Cuevas, y el mismo Martínez, entre otros, hayan perdido en las parlamentarias.

Las razones son múltiples, pero al menos hay que retener una, clave: el binominal, al cual la Concertación se adaptó, es una traba para la elección de representantes salidos del mundo obrero y popular, incluso de los que van en un pacto. Además, el binominalismo favorece la mentalidad de cúpula y las dirigencias políticas están lejos de la precarización e inseguridad que se vive en el mundo laboral.

Y como no es necesario ser marxista para saber que el código laboral pinochetista que los gobiernos concertacionistas conservaron para demostrar sus prejuicios favorables hacia los empresarios, es el que les garantiza legalmente a éstos las tasas de plusvalía y de explotación sin equivalente en países democráticos como los de la OCDE. Ahí está la archisabida verdad de la milanesa.

Como el mismo Arturo Martínez lo expresa en entrevista al decano de la prensa chilena y vocero empresarial: «El proyecto del defensor laboral no llegó al Parlamento, tampoco el de la AFP estatal, aunque nosotros planteamos un sistema público de seguridad social; la reforma laboral con el fortalecimiento de la negociación colectiva y la sindicalización ni el financiamiento de la capacitación sindical de trabajadores. La escuela sindical la formó el Gobierno, sin la CUT. Este gobierno para nosotros fue el más malo en el tema laboral de los cuatro períodos de la Concertación».

Por supuesto. Ahora es el momento oportuno de exigir al concertacionismo freísta signos de buena voluntad. Como contrapartida del apoyo a Frei el gobierno Bachelet debería enviar al Congreso, en trámite urgente, las leyes que refuercen la sindicalización y la negociación colectiva. Sería un error histórico e imperdonable de la Concertación si una Bachelet sonriente le entrega la banda presidencial a Piñera dejando a los trabajadores desprotegidos legalmente contra la voracidad del capital que representa Piñera.

Sería la prueba de lo que llamaremos, sin inflar los términos y aplicando categorías claras y modernas, el carácter burgués y capitalista de la Concertación (*).

Es de Perogrullo. La CUT es una organización de la clase trabajadora y debe dotarse conscientemente de una política sindical. Sobre todo ahora que acaba de constituir un comando para apoyar a Frei y para “parar a la derecha piñerista”, la dirección sindical tendría al menos que aprender de los errores; estudiar y prever las maneras (debieron hacerlo con los otros gobiernos concertacionistas) que en un gobierno eventual del candidato democristiano, las promesas se cumplan y que los trabajadores no sean los sacrificados en el altar del “pragmatismo” para hacer frente a las crisis del capitalismo.

Pero además tendrán la tarea de prepararse para una eventual victoria de la derecha de Piñera. Y la única forma de hacerlo es con más democracia … sindical.

Contra viento y marea y en condiciones adversas la CUT tendría que organizar un Congreso ampliado nacional con delegados elegidos en los cuatro rincones del país, entusiasmar a las trabajadoras (es) jóvenes para debatir acerca de un plan de acción con el fin de darse las condiciones óptimas y ganadoras para enfrentar a otro gobierno concertacionista o, lo que sería el peor escenario, a un gobierno patronal de Piñera.

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(*) Al menos que le demos la razón a los que como Eugenio Tironi dicen que las clases sociales ya no existen, o a los que sostienen la posmoderna y confusa categoría de la “transversalidad” social, o como los neoliberales que dicen que sólo hay individuos sin relaciones sociales.

Por Leopoldo Lavín Mujica

Ex miembro del Comité de solidarité international de la FNEEQ (Federación Nacional de profesores (as) de la Provincia de Québec), B.A. en philosophie et journalisme, M.A. en Communication publique de l’Université Laval, Québec, Canadá.


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