Por Sergei N. Koshkin, embajador de Rusia en Chile
Occidente desató una feroz guerra híbrida contra Rusia que incluye varios elementos esenciales –militar (conflicto bélico proxy donde los ucranianos, abastecidos con el armamento, municiones e infraestructura de la inteligencia de la OTAN, son utilizados por sus patrones como “carne de cañón”), propagandístico y mediático, cultural (política de “cancelación” de todo lo ruso), barreras para la libre circulación de personas, etc. En este sentido, son de especial importancia las medidas restrictivas unilaterales económicas ilegales contra Rusia –las así llamadas “sanciones” impuestas por EE.UU., la UE y un puñado de países prooccidentales. Utilizo comillas porque, como bien sabe el estimado lector, únicamente el Consejo de Seguridad de la ONU tiene una facultad de imponer sanciones contra Estados.
En términos globales el número de restricciones contra Rusia no tiene precedentes y ya ha superado 17 mil. Sus objetivos son claros –destruir nuestra economía, inducir a la población rusa al levantamiento contra su gobierno, obligándolo renunciar a la política exterior soberana o hasta provocar un golpe de Estado. Como en innumerables ocasiones, Occidente miente descaradamente cuando asegura que las sanciones “no están dirigidas contra los ciudadanos de a pie”. La realidad es exactamente opuesta. La historia conoce muchos ejemplos –y los latinoamericanos lo saben muy bien– de esta política de EE.UU. y sus satélites.
Para la sorpresa de los que aún dan crédito a la propaganda occidental, la Federación de Rusia ha mostrado su enorme capacidad de resistir, adaptarse y seguir adelante en medio de las ilegítimas sanciones. Las cifras hablan por sí mismas. El 14 de diciembre de 2023, en su rueda de prensa anual y línea directa con la población, el Presidente Vladímir Putin indicó que este año el PIB de Rusia crecerá un 3,5%. La producción industrial aumentará en un 3,6%, mientras que el sector manufacturero en un 7,5%. La inversión en activos fijos se incrementará en un 10%. Los salarios reales subirán un 8%, deducida la inflación. La tasa de desempleo alcanzará un mínimo histórico del 2,9%. La deuda pública disminuirá de 46 a 32 mil millones de dólares.
Sin duda alguna, los que hacen negocios en Rusia y con Rusia, ganan. Lo entienden perfectamente muchas empresas extranjeras, cuya presencia en el país aumentó notablemente pese a la histeria mediática y las sanciones del Occidente. De hecho, al 1 de marzo de 2022, en Rusia estaban registradas 24.100 empresas extranjeras. Al 1 de noviembre de este año, hay casi mil quinientas más, es decir, 25.600. La estabilidad macroeconómica, el crecimiento del mercado interno y la ampliación de los contactos de nuestro país con los Estados de Asia, Medio Oriente, América Latina y África abren grandes oportunidades para nuevos emprendimientos.
Mientras tanto, según estimaciones aproximadas, la UE ya ha perdido hasta 250 mil millones de euros debido a sus propias sanciones antirrusas. Evidentemente, los notorios planes de las autoridades de estos Estados, cegadas por su propia propaganda y enfermizo anhelo de “derrotar a Rusia”, fracasaron. Éste es su camino. Se subyugaron a las órdenes estadounidenses y ahora deben sacar conclusiones de la situación.
Lo que sí han conseguido las sanciones occidentales contra Rusia es una mayor crisis de la economía global. Subrayo: son las sanciones occidentales ilegales –y no la Operación Militar Especial de Rusia para desmilitarizar y desnazificar a Ucrania– las que han agravado los desequilibrios provocados anteriormente por las erróneas políticas macroeconómicas occidentales durante la pandemia de COVID-19 y su obstinación por forzar la “transición verde”. El boicot declarado a los recursos energéticos rusos, el arbitrario y anti-mercado “tope de precio” al petróleo ruso, barreras artificiales para las exportaciones rusas, y otras medidas golpearon duramente a la seguridad energética y alimenticia mundial. Son estas acciones poco razonables que condujeron a la ruptura de las cadenas históricamente establecidas, a mayores costos logísticos y a dificultades con las transacciones.
Entendemos muy bien que las sanciones impuestas contra nosotros no desaparecerán en un futuro previsible. Y francamente esto no nos preocupa demasiado. Vemos que cada vez más Estados comparten nuestra visión de un mundo más justo y buscan establecer formas alternativas (o sea, que estén fuera del control de Occidente) de cooperación en lo político, comercial, financiero, deportivo, etc. La tendencia a la multipolaridad está cobrando fuerza.
Por Sergei N. Koshkin, embajador de Rusia en Chile