Latinoamérica, una región fuertemente golpeada por la pandemia de covid-19, parece experimentar un aplanamiento de la curva de contagios; sin embargo, está latente el riesgo de una segunda ola que azote con fuerza tras las festividades de diciembre.
En Ecuador, en diciembre se unen a las fiestas de Navidad y Año Nuevo una serie de festividades tradicionales enraizadas en la población y que podrían revivir aglomeraciones, mortales en tiempos de coronavirus.
«Se puede esperar un recrudecimiento de la pandemia a partir de enero por las festividades de diciembre», dice a esta agencia Víctor Álvarez, presidente del Colegio de Médicos de la provincia de Pichincha, cuya capital es Quito.
Al momento Quito, con un acumulado que ronda los 70.000 casos positivos, es el epicentro del covid-19.
Entre marzo y abril pasados, el mundo se conmovió con las imágenes de cadáveres que permanecieron por varios días en calles y casas de la costera ciudad de Guayaquil (oeste), un importante centro económico de Ecuador que se convirtió en ese tiempo en una de las urbes más golpeadas por la pandemia tras el colapso de los sistemas de salud y funerario.
La catástrofe fue de tal magnitud que el Gobierno tuvo que crear la denominada Fuerza de Tarea Conjunta para levantar los cadáveres, y solo entre el 23 de marzo y el 4 de abril se retiraron 1.350 cuerpos de domicilios y casas de salud, muchos de los cuales tuvieron que ser enterrados en féretros de cartón pues se agotaron los de madera.
ENERO, MES CRÍTICO
Si bien Quito no ha vivido el drama de Guayaquil, ya entre julio y agosto experimentó un colapso en el sistema de salud público, que se quedó corto ante la demanda de los infectados con covid-19.
Álvarez cree que, de darse una segunda ola, Quito la sentirá alrededor de la tercera semana de enero y a más tardar en la primera semana de febrero; igual puede suceder con las demás urbes más pobladas.
Pero la situación puede complicarse aún más, pues el país ha entrado en temporada invernal y es previsible que aparezcan otras enfermedades como la malaria y el dengue.
«Quizá tengamos un incremento en la mortalidad por estas patologías, debido a que los hospitales pueden estar colapsados por el covid-19», comenta a Sputnik el doctor Ricardo Hidalgo, profesor de Medicina y rector de la Universidad Tecnológica Equinoccial, en Quito.
POCAS PRUEBAS Y SUBREGISTRO
Si bien las estadísticas sobre el covid-19 en Ecuador son altas, considerando su población, muchos salubristas creen que existe un subregistro, sobre todo tomando en cuenta las pocas pruebas diagnósticas realizadas.
Con un poco más de 17 millones de habitantes, Ecuador es uno de los países que menos pruebas diagnósticas ha realizado: apenas se aproxima a 740.000 test RT-PCR hasta la fecha, es decir por debajo del 5 por ciento de su población, y tampoco ha hecho, según expertos, un seguimiento de los contagiados, precisamente por la ausencia de un diagnóstico temprano.
Según Álvarez, Ecuador debiera hacer entre un 20 y 30 por ciento de pruebas para tener una cifra más real de los contagios.
Las últimas estadísticas oficiales dan cuenta de un total acumulado de alrededor de 24.000 fallecidos desde el inicio de la pandemia, entre casos confirmados y probables; sin embargo, el país contabiliza unas 40.000 muertes en exceso, entre marzo e inicios de diciembre, en comparación con el promedio de los tres años anteriores.
Según la organización no gubernamental Observatorio Social de Ecuador, pese a que esa cifra considera las muertes de todo tipo, el elevado número evidencia el impacto del covid-19 en Ecuador.
AUTOCUIDADO, LA CLAVE
Álvarez e Hidalgo consideran que el sistema de salud pública del país padece de las mismas fallas que al inicio de la pandemia: falta de insumos, medicamentos, unidades de salud e incluso personal.
En lo que el país sí ha ganado es en experiencia para lidiar con la pandemia, sobre todo a nivel de profesionales de la salud, tras nueve meses de intensa lucha.
«Hemos tenido grandes y dolorosas lecciones. Los médicos han adquirido experiencia en tratar la enfermedad que era desconocida, tanto en los cuidados medios como intensivos; todos hemos aprendido desde inicios de año», comenta Hidalgo.
El subregistro y los mensajes ambiguos o excesivamente optimistas de las autoridades de salud pueden ser una bomba de tiempo, pues la población puede confiarse y relajarse a tal punto de ayudar a que surja la segunda ola de la pandemia.
Para evitar o minimizar esa segunda ola, el autocontrol de la población para mantener el distanciamiento social, y las medidas de bioseguridad, serán claves.
Mercedes Alvaro/ Sputnik
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