Forzados por las circunstancias y el escaso entusiasmo que genera en el mundo su política antirrusa, el atlantismo anda resucitando a la Asamblea General (AG), para darle palos a Rusia. Olvidadas quedan las más de sesenta resoluciones de la AG exigiendo el fin del bloqueo a Cuba y las tropecientas mil contra el apartheid, la guerra en Vietnam, las operaciones contra Nicaragua y un largo y casi infinito rosario de resoluciones contra las políticas del Occidente atlantista. No hace mucho, la AG era un nido de populistas, antiimperialistas, izquierdistas y demás istas, a la que los países poderosos y serios no tenían por qué darle ninguna importancia. A fin de cuentas, la mayoría de miembros de la AG era masa, chusma radicaloide. Puf.
Ahora, de repente, conejo sacado de la chistera, es órgano principal, relevante, brillante, rutilante y despampanante. Una mayoría de ellos, obedientemente, hace lo que pide el poderoso y civilizado atlantismo y vota contra Rusia. Muy bien los niños. Pero… ¿todos los niños? Hay 193 en NNUU, que son muchos y, bueno, al hacer un examen del voto de ese chusmerío, las cosas no se ven tan claras como parecen a primera vista. Veamos.
La votación para suspender a Rusia del CDH fue así: a favor: 93 países; en contra, 24; abstenciones, 58. Haciendo números, entre votos negativos y abstenciones, sumaron 82. A anotar que muchos países votaron contra Rusia, incluyendo a países amigos, como Serbia, bajo durísimas presiones y amenazas de los atlantistas. El presidente serbio pidió disculpas luego, explicando que su voto fue resultado de coacciones recibidas de la UE. Votación con pistola en la cabeza, como gusta organizarlas EEUU.
Con todo y todo, lo más interesante es la lectura de la votación. Como sabemos, NNUU se rige por la norma un país, un voto, de forma que vale tanto el voto de Mónaco como el de China, aunque, en la realidad de las cosas, el peso de uno y otro no tiene nada que ver. Por eso mismo, es usual en NNUU que los países hagan lectura de las votaciones, pues, en un número relevante de casos, no importa la cantidad, sino la calidad. También está el hecho de que, para cada país, ciertos votos valen más que otros, aunque pierdan una votación. O dicho de otra manera, no importa perder una votación si logras reunir a tu favor a países cuyo respaldo es lo que realmente te importa, según lo que se juegue.
La votación sobre la suspensión de Rusia del CDH marca pautas políticas e indica posiciones que es menester destacar. De entrada, votaron en contra o se abstuvieron la gran mayoría de países relevantes del mundo: China, India, México, Brasil, Indonesia, Egipto, Nigeria, Sudáfrica y Paquistán, para citar los de mayor extensión territorial y de mayor población. Si se hacen números, en el grupo de 82 no favorables a la suspensión se encuentra el 60% de la población mundial. Por regiones, los países más relevantes de África (Egipto, Argelia, Nigeria y Sudáfrica) no apoyaron la iniciativa atlantista. Igual ocurrió con Latinoamérica: tampoco lo hicieron las dos principales economías (México y Brasil). En Oriente Medio y Próximo el rechazo fue aún peor. Irán, Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes, Iraq, Jordania, Siria y Kuwait no apoyaron al atlantismo. Líbano se ausentó. En resumen, en esta parte del mundo sólo votó a favor Israel.
No menos interesante fue la votación de los países de lo que EEUU llama ahora Indo-Pacífico y el resto Asia-Pacífico. Esta es, sin duda alguna, la región más estratégica y vital del planeta, donde, muy posiblemente, se dé un conflicto tectónico entre China y EEUU, y donde EEUU lleva décadas proyectando lo más duro y grande de su poder. Pues bien, aquí el atlantismo también terminó naufragando. China, India, Indonesia, Vietnam, Singapur, Malasia, Tailandia, Bangladesh, Brunei y Sri Lanka votaron en contra o se abstuvieron. Tomando en cuenta que estos países integran la casi totalidad de la región Asia-Pacífico o Indo-Pacífico (al gusto), la debacle es general, más tomando en cuenta que esta suma de países representa el 50% del PIB mundial.
Veamos ahora qué países no europeos integran el ‘bando’ atlantista. Les pasamos los nombres (una tarea, reconocemos, harto aburrida y apostamos que, más de un lector, sabrá por vez primera de la existencia de esos países): Antigua y Barbuda, Bahamas, Comoras, Dominica, Fiji, Granada, Haití, Honduras, Kiribati, Islas Marshall, Mauricio, Micronesia, Nauru, Palao, Panamá, Papúa Nueva Guinea, Santa Lucía, Samoa, Sao Tomé y Príncipe, Timor Este, Tonga y Tuvalu. A ellos habría que sumar Andorra, San Marino, Liechtenstein, Mónaco y Luxemburgo. Hacen 29 países, con una extensión territorial que no llega a los 300.000 kilómetros cuadrados (sin contar agua). Todos los países tienen derecho al máximo respeto, pero, en la vida, lo sabemos, aunque ambas sean frutas jugosas y sabrosas, no tiene la misma entidad una sandía que un albaricoque. Y, en la votación en NNUU, del lado no atlantista estaban las sandías y del lado atlantista, los albaricoques. A la hora de calibrar a uno y otros, la desigualdad de peso es astronómica. El peso, en política, hace más que el número. Mejor tener de tu lado a las sandías y no a los albaricoques, pues, aunque hagan número, pesan poco y valen menos.
Pocas cuestiones pueden reflejar mejor la soledad del gallinero y del atlantismo. Suman números arriando albaricoques que, con cuatro dádivas, dos amenazas y vagas promesas de inversiones y bendiciones, los llevan de figurantes. Con algunos, ni eso, pues países como Islas Marshall, Micronesia y Palao son cuasi protectorados de EEUUU. Otros, como Bermudas, Bahamas, San Lucía o Dominica lo son de Gran Bretaña. Por demás, el gallinero suma 41 votos, lo que supone como el 45% del total de votos negativos. Si agregamos a los aliados militares (EEUU, Canadá, Australia, Japón, Corea del Sur y Filipinas), la suma llega a 47, es decir, al 50,5% del total de votos antirrusos. Cierto, lograron la cantidad necesaria para suspender a Rusia, pero quedaron a dos galaxias de la calidad. Y, en el mundo real -ese que el ambiente orwelliano creado por el gallinero tiene proscrito y vive en catacumbas-, la calidad es lo único que cuenta efectivamente.
La votación sobre Rusia, por tanto, constituye una radiografía auténtica y evidente de la correlación de fuerzas en el mundo real, no en el de Blancanieves. Que el Occidente atlantista, echándolas todas y empleando todas las coacciones, halagos y amenazas posibles, haya logrado reunir lo que logró reunir resulta patético. Una victoria pírrica que ha puesto en evidencia su debilidad y escaso respaldo internacional. Políticamente es una derrota, no una victoria. Rusia, en cambio, a pesar de haber sido suspendida del CDH, ha logrado, sin casi mover un dedo, un respaldo indirecto más que notable. Es aviso, también, de cómo marcha la correlación de fuerzas real a nivel internacional, que se parece muy poco a la que pintan políticos y medios desinformativos.
Recoge el diario del Partido Comunista Chino, Global Times, esta anécdota: “Como dijo Gérard Araud, ex embajador de Francia en Estados Unidos, aunque no les guste especialmente Rusia, muchos no occidentales la apoyan sólo porque se enfrenta a Occidente”. Debe admitirse que el ex embajador lleva razón. Un número impreciso de países puede no simpatizar del todo con Rusia; pero con Occidente no simpatizan nada. Resumiendo, la votación en la ONU revela una cuestión. Quien está aislado en este planeta es eso que llamamos Occidente. Un gallinero tan aislado que sólo tiene capacidad de reclutar albaricoques, pues no logra el respaldo de ninguna sandía. Si así piensan ir a la guerra con China –que está en los planes de EEUU-, deberían meditarlo cuarenta veces.
Con albaricoques se hace bulto, pero no se ganan guerras. Así de simple, para quien quiera ver, oír y entender (¿queda alguien por ahí?).
Por Augusto Zamora R.
Publicada originalmente el 13 de abril de 2022 en Politika.