Como si se tratase de un chiste de don Otto, la derecha en pleno apunta sus dardos, por estos días, contra Transparencia Internacional, una ONG que elabora informes periódicos sobre irregularidades en muchos países, incluido Chile, por mencionar el nombre de su candidato en una lista de personajes poco transparentes.
El entorno de la candidatura de derecha ha vertido mucha tinta en los medios de comunicación para defender lo indefendible, utilizando los más astutos sofismas se pretende demostrar que el señor Sebastián Piñera es inocente de todas las faltas que se le imputan.
Digamos de entrada que el perfil de este hombre de negocios, ahora candidato de la derecha chilena, es ya bien conocido en el mundo financiero y empresarial. Su fama no es, por cierto, reciente, sino que se arrastra desde hace más de una década. Todos lo saben, pero algunos callan por amistad, los más por interés y conveniencia y los menos por simple pudor. La equívoca figura de Piñera es, después de todo, la que se impuso en los sectores de derecha, anulando a sus competidores como es su estilo.
Contra lo que piensan los asesores de imagen, la estatura moral de un candidato no se improvisa. De poco sirven los melifluos discursos para la ocasión y ni siquiera las cirugías cosméticas logran el milagro. La imagen de un candidato a la presidencia es el resultado de una vida entera dedicada al servicio público y a la vocación política. Cuando un personaje ha dedicado su existencia a amasar fortuna en los negocios, se nota. El mercader y el político representan dos vocaciones difíciles de conciliar.
El mero hecho de que un candidato a la presidencia se vea en la obligación de dar explicaciones al país por sus actuaciones empresariales en un pasado reciente, no sólo es inusual sino, en el límite, bochornoso. Desde este punto de vista, la candidatura del señor Piñera muestra la falta de espesor político e histórico del sector al que quiere representar, incapaz de ponderar las consecuencias mediatas e inmediatas de poner su destino en manos de un personaje con estos antecedentes.
Cuando los mercaderes, con la delicadeza de un vendedor de autos usados y las prácticas de un gangster de Chicago, imponen sus maneras al mundo de la política, ésta se degrada. Ha ocurrido en otras latitudes con muy lamentables consecuencias. En la hora presente, nuestro país reclama un real y efectivo compromiso social para superar la pobreza y mejorar cuestiones de fondo como son la previsión, la salud y la educación.
Finalmente, la manera en que se pretende desvirtuar el verdadero alcance de las acusaciones que pesan sobre el señor Piñera, nos da una idea de lo que podría ser su gobierno, una modalidad reñida con los conceptos mínimos de transparencia. El actuar de la derecha frente al informe de Transparencia Internacional nos trae a la memoria ese viejo adagio que solían repetir nuestros abuelos ante este tipo de comportamientos: El ladrón detrás del juez.
Por Álvaro Cuadra
Investigador y académico de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. ARCIS