Por Félix Madariaga Leiva
Así recitaba el lienzo que llevaban en sus manos los alumnos y alumnas de la Universidad de Chile en el Salón de Honor de esa casa de estudios en rechazo a la charla que dictaría la Vice Primera Ministra de Ucrania, este miércoles 15 de mayo.
Una tarde inesperada y muy movida se vivió en la Casa Central de la Universidad de Chile. Un grupo de cerca de 500 estudiantes tomaron la decisión política de realizar una acción que denominaron “Banderazo y Acampado” en el patio Domeyko de la casa de Bello para solidarizar con la causa palestina: sus demandas son claras, exigen a la Rectoría de la Universidad que rompa de inmediato sus relaciones con universidades sionistas y le piden al gobierno de Gabriel Boric que rompa relaciones diplomáticas con el Estado genocida de Israel.
La otra cara de la moneda y que dio el contexto para la acción de las y los jóvenes, fue una actividad publicitada y programada para las 17 horas, y que seguramente buscaba estrechar aún más las relaciones entre la Universidad de Chile y Ucrania: a esa hora esperaban la visita de la viceprimera ministra de ese país, Yulia Svyrydenko para dictar una charla magistral. Actividad organizada en primera persona por la rectora Rosa Devés en conjunto con el embajador ucraniano Yuri Diudin.
Claramente el resultado no fue el esperado; la actividad tuvo que ser suspendida a último momento; las razones, varias. La primera y quizás la más importante fue el rechazo claro de parte de las y los estudiantes que no permitirían que, una vez más, la casa de estudios tomara una posición unilateral frente a un conflicto; la segunda, más banal pero no menos importante, la falta de público; no más de 50 personas que se miraban con muchas preguntas y ninguna respuesta; la tercera -y esta es una suposición- la falta de visión política de la Rectoría: en un conflicto se supone la participación de más de un actor, pero la U. de Chile ha decidido comprometerse con sólo uno de ellos, dejando fuera del espacio y del debate al otro, contradiciendo la larga tradición democrática de la Universidad.
Sin querer polemizar en los detalles, ya que el fondo es lo importante, la actividad -considerando el nivel de invitados que se esperaban- fue desorganizada (lamentable la falta de conexión de las autoridades con los estudiantes); como ejemplo, una hora antes del inicio de la charla se les preguntó a miembros del gabinete de la rectoría si la actividad de la Viceprimera ministra ucraniana se realizaría y su respuesta fue que “podrían cambiarla para otra universidad», ¡inverosímil! En fin, llegó la hora, los asistentes comenzaron a llegar y en las listas de invitados no aparecíamos las personas «normales» que nos habíamos inscrito como público; y ante la inminente arremetida de los estudiantes que querían ingresar al salón de honor para impedir la actividad en favor del gobierno fascista de Ucrania, los que estábamos esperando, fuimos ingresados a la fuerza para cerrar las puertas y no dejar entrar a los estudiantes que protestaban. No quiero extenderme, pero no pude evitar una sonrisa al ver que los estudiantes ingresaban por el segundo piso del salón, otros por la entrada principal y otros por la entrada lateral, y con las banderas de Ucrania y de la Universidad en el escenario, aparece una funcionaria, toma el micrófono y comunica que la actividad se suspendía. El lugar se inunda de estudiantes que entraron con un lienzo gritando consignas en contra del Estado fascista de Ucrania y a favor de la causa palestina.
El lienzo decía “En Chile no aceptamos fascistas, el régimen ucronazi de Zelenski caerá», y mientras uno de los dirigentes estudiantiles denunciaba que “al igual que el fascista asqueroso de Zelenski que ha asesinado a 14 mil ruso-ucranianos en el Donbass, esta es la mierda que existe en la Universidad de Chile, esta es la mierda con la que solidariza Chile”. Todo esto sucedía mientras una persona retiraba rápidamente la bandera de Ucrania del salón, y yo pensaba por qué en este Chile que conmemoró recientemente los 50 años del golpe de Estado, se resiste al diálogo, por qué no se escucha a los estudiantes, por qué las decisiones las siguen tomando las cúpulas, y ya sin la sonrisa en los labios, pensaba en lo poco que hemos cambiado; en los bellos discursos que se pierden en una realidad parcial.
No quiero vivir con miedo -como lo hicimos por casi 20 años-, quiero escuchar todas las versiones y los relatos, quiero decidir informado -de verdad- dónde quiero estar. Lamento la exclusión de los representantes de la Federación Rusa -que tienen embajada y embajador en Chile-, lamento la falta de diálogo, lamento que no seamos capaces de confrontarnos porque los espacios públicos son manejados privadamente.
Adelante los que luchan, adelante los estudiantes que no pierden los sueños, adelante los humildes y los excluidos. Como Indoamericano seguiremos -con todas las dificultades que este sistema nos impone- informando, desde allí donde no quieren que informemos.
Por Félix Madariaga Leiva
Periodista
Columna publicada originalmente el 16 de mayo de 2024 en El Indoamericano.
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