El Sindicato de Suplementeros Independientes de Santiago celebra 80 años

Cobijados por el comercio ambulante, los niños que vendían diarios y periódicos, se expandieron por todas las incipientes ciudades de finales de siglo XIX


Autor: Ángela Barraza

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Cobijados por el comercio ambulante, los niños que vendían diarios y periódicos, se expandieron por todas las incipientes ciudades de finales de siglo XIX. Los “canillitas”, como eran llamados, poco a poco fueron tomando su lugar en la sociedad. Por mucho tiempo los ciudadanos solo veían los problemas asociados a que un niño trabajase a tan corta edad, de hecho, para unos eran los pares en la calle, mientras que para otros “el mayor rechazo que se generaba hacia los niños en la calle, y en especial hacia los suplementeros, se debía a la libertad que demostraban en ese espacio y la dificultad de contrarrestarla […] el niño suplementero disponía de dinero por su misma actividad laboral, sin que esta lo atara a un horario estricto…” En un futuro, según esta visión, no sería un buen trabajador.

Así también, el desempañarse al borde la ley, lo hacía codearse con la delincuencia, las estafas y la prostitución, siendo la preocupación de las autoridades, por sobre otras cosas, su escolarización, a la vez que les imponía decretos que regulaban su actividad, disminuyendo sus lugares de ventas, obligándolos a pagar patentes y cumplir requisitos como leer, escribir, ser mayor de diez años, no tener antecedentes ni enfermedades contagiosas. Sin embargo poco se hizo al respecto, ya que alrededor del 70% del comercio se realizaba de manera informal, siendo casi imposible para las autoridades, controlarlo.

La tradición de picardía de los niños, la astucia de trabajar en la calle, el esfuerzo de comenzar su labor a primera hora y la libertad inherente al desarrollo de su actividad, dan forma a la identidad de las siguientes generaciones, adultos que en conjunto con todos los trabajadores, fueron construyendo a lo largo de la primera mitad del siglo XX, sus organizaciones sindicales, cristalizando voluntades el día 27 de abril de 1934, constituyendo el Sindicato n°2 de Suplementeros Independientes de Santiago.

Su incidencia en la vida social fue determinante, pues eran el intermediarios entre las editoriales de diarios y revistas y el público en general; constructores materiales de la opinión pública. Incluso la Ministra del Trabajo de la Unidad Popular, fue suplementera. De hecho los vigentes convenios nacionales que involucran al rubro fueron firmados en 1972.

Sin embargo, la construcción de la ciudad ha generado que según el lugar que ocupan dentro de ella, es el ingreso que tienen, perpetuando desigualdades al interior del gremio. Las subcontratación de empresas distribuidoras – agencias – disminuyen su clientela. En esa misma línea, las suscripciones a empresas y particulares, con facilidades de pago de 30 a 90 días, limitan sus clientes.

La venta en lugares no tradicionales, como supermercados, bencineras, farmacias entre otros, aumentan la competencia desleal, provocando con ello que diversifiquen sus productos en venta; confites, artículos de bazar, cigarros entre muchas otras mercaderías se encuentran en sus quioscos. Más aún, la entrega de diarios gratuitos financiados por la publicidad de las grandes empresas, y controladas, en algunos casos, por grandes transnacionales como el holding MTG de origen sueco, con quienes simplemente, no pueden competir, generan desazón e impotencia. Por, en un futuro, según esta último, la masificación de la información digital, día a día deja de lado al papel, reduciendo sus ingresos considerablemente.

Muchos de los socios del sindicato superan los 50 años, siendo el gremio en su mayoría adulto mayor, lo cual les brinda una gran experiencia y testimonio en la historia social de Chile. Mas esto no los desalienta a la hora de luchar por sus derechos, como cuentan que lo hicieron el año pasado en las afueras de los edificios de Copesa y El Mercurio, los grandes consocios de la prensa en el país, manifestándoles su más hondo repudio en sus formas de hacer negocios, coludidos con el Estado y el financiamiento que éste les brinda con su publicidad.

La noche del treinta de abril, fueron éstas y muchas otras historias más las que se comentaron en su 80° aniversario. La casona de calle Libertad #14, se convirtió en el lugar que entre bailes, comidas, fiesta y merecidas premiaciones llenaba de vida el centro de Santiago.

i) Extracto del libro de Jorge Rojas Flores. “Los suplementeros: los niños y la venta de diarios. Chile, 1880-1953, Editorial Ariadna, Santiago, 2010.

Directiva del Sindicato de Suplementeros de Chile

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