Embarazo obligatorio

La discusión nacional sobre temas referentes a la mujer o a la familia ha estado presente por estos días a propósito del prometido post natal de 6 meses que, al parecer, en la campaña de Piñera venía con letra chica y nadie se dio cuenta

Embarazo obligatorio

Autor: Director

La discusión nacional sobre temas referentes a la mujer o a la familia ha estado presente por estos días a propósito del prometido post natal de 6 meses que, al parecer, en la campaña de Piñera venía con letra chica y nadie se dio cuenta. Pero el tema es más profundo de si el post natal son 6 meses ó 3, tiene que ver con la concepción de la familia que manejamos como país y las decisiones que se toman sobre el tema de la natalidad, la maternidad y la paternidad; sí, los hombres son parte de este juego y son, al igual que nosotras, responsables.

Se escuchan quejas porque las tasas de natalidad son bajas, pero no se hace nada por incentivar que decidamos tener hijos; la discusión por el post natal es parte de eso. Me pagan menos, me cobran más en la Isapre, se me obliga a firmar un papel que diga que me comprometo a no preñarme para pagar un plan más económico, todo por tener útero en un país que no me respeta por tenerlo. El útero parece no tener derechos.

Hace ya varias semanas leí en un diario, no recuerdo cual, un artículo relacionado con los 50 años de la píldora anticonceptiva, de él extraje una cita que publiqué en mi muro de facebook: «La píldora (anticonceptiva) es considerada como uno de los cuatro inventos más importantes de la historia», decía. Inmediatamente mis amigas comentaron la publicación con frases como: “sin duda”, “absolutamente!”, “De eso no cabe duda”, “Totalmente de acuerdo”,  un alegre y efusivo “wujuuuu” y una que resumía las anteriores “es el invento más importante para mí y mi cuerpecito. Le amo!!!”. Nosotras vemos en los anticonceptivos, más aun en la píldora, la posibilidad de tomar decisiones con respecto a nuestro cuerpo y a nuestra vida; de cuándo, cómo y por qué tener relaciones sexuales e hijos, son cosas que para nosotras no van de la mano: el sexo y los hijos son decisiones distintas. Pero esas somos nosotras.

Una conversación esta semana me puso de frente una realidad que tenía por sabida, pero a la que últimamente no le había puesto mucha atención. Una de mis primas, con 26 años y 3 hijos, fue al consultorio para que le ligaran las trompas; ella mujer adulta y responsable, no quiere tener más hijos. No quiere arriesgarse siquiera a otro embarazo. En el consultorio le dijeron que era muy joven y que la tasa de natalidad del país estaba muy baja, que no la iban a ligar.

La decisión que ella había tomado con su cuerpo y con su vida no tenía entonces ninguna validez, al no tener dinero para pagar una consulta privada sus opciones se acaban en el consultorio. Se le quita a una persona el derecho de decidir sobre su vida, sobre sus opciones. Se le priva de paso de gozar libremente de su sexualidad y de su cuerpo porque no se le permite usar el método anticonceptivo que más le acomoda y se la obliga a arriesgarse a otro embarazo.

Yo pregunto ¿en una consulta privada la respuesta sería la misma o eso solo ocurre en los consultorios y hospitales públicos? ¿No soy yo la responsable de tomar las decisiones por mi vida y por mi cuerpo? ¿Si yo decido no tener más hijos o simplemente no tenerlos, el Estado o el servicio de salud público o privado tienen derecho a censurar esa decisión? Y, en términos absolutamente prácticos ¿serán los médicos o las matronas que se niegan a esterilizar a las mujeres las que van a mantener, criar, educar y cuidar esos hijos que ellas o ellas y sus parejas no quieren tener?

Las decisiones sobre el cuerpo de una parece que la toman otros, y no es sólo sobre mi vida que deciden sino que sobre la de mi pareja, la de mi familia, las del hijo que puede nacer, su educación, su crianza, el tiempo dedicado a él. Parece que para algunos tener hijos es parir simplemente, se les olvida que un hijo es una responsabilidad que no todos están dispuestos a asumir, que no todos asumen, que no se puede obligar a asumir.

Uno siempre escucha que en el sistema público cuando las mujeres se van a hacer el “pap” les corren la T de cobre, que las mujeres quedan embarazadas aunque estén tomando pastillas; no tengo pruebas, sólo las conversaciones entre mujeres, lo que uno lleva años escuchando. Pero después de todo llama la atención que sea en el servicio público de donde salgan las denuncias a mujeres que han abortato y éstas no existan en el sistema privado ¿o ustedes en realidad creen que las mujeres del barrio alto no se hacen abortos? No sean ilusos.

Tener plata en Chile significa poder decidir, significa tener control del propio cuerpo. El dinero me permite ir a un médico donde me sienta cómoda para hablarle de mi vida sexual, y no simplemente el profesional que me tocó; me permite comprar las pastillas o el método anticonceptivo que más me acomoda; me permite ligarme las trompas si no quiero más hijos; comprar la píldora del día después o algún anticonceptivo que haga el mismo efecto; me permite hacerme un aborto seguro si quiero interrumpir un embarazo. La realidad es esa, en Chile el dinero me permite decidir sobre mi sexualidad y disfrutarla libremente.

No podemos pretender aumentar la tasa de natalidad discriminando a nuestras mujeres porque tienen menos dinero o menos educación. Condenándolas a parir sin remedio hijos que no quieren tener y que tienen porque se les priva de anticonceptivos y de soluciones para los embarazos no deseados; 5 años y 1 día es la condena por hacerse un aborto. No se puede decidir por otros, porque no somos quien para obligarlos, para privarlos de sus propias decisiones de vida, de estudios, de trabajo, de maternidad y paternidad.

El país debe hacerse responsable de su baja tasa de natalidad incentivando a las familias de todos los estratos sociales, sea cual sea su naturaleza, a tener hijos. Facilitando los postnatales, facilitando las licencias por enfermedad tanto para la madre como para el padre, otorgando incentivos. Entendiendo que el país los construimos todos y que los hijos se hacen y se crían de a dos, de manera responsable, porque se quieren tener no porque se deben. Que no es ni un problema, ni una carga, ni una condena el tener útero; es, como dirían los creyente, una bendición.

Por Valentina Escobar

Licenciada en Literatura de la Universidad Diego Portales, estudiante del Magíster en Estudios Culturales de la Universidad Arcis y militante del Partido de Izquierda de Chile (Paiz).


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