Por Ed Rampell
Este 22 de noviembre se cumplen 60 años del asesinato que conmovió a Estados Unidos y que se convirtió en una verdadera bisagra en la historia de su democracia. El asesinato de John F. Kennedy, nos dice Oliver Stone, no fue obra de ningún loco francotirador solitario, sino un plan finamente ejecutado por parte del estado de seguridad nacional, la CIA y el FBI.
En 2021, con motivo del quincuagésimo octavo aniversario del asesinato, así como el trigésimo aniversario de su histórica película JFK, en 2021 el tres veces ganador del Oscar Oliver Stone volvió a la escena del crimen en su documental JFK Revisited: Through the Looking Glass. Luego de conseguir un Oscar por escribir Midnight Express (1978), JFK (1991) coronó lo que posiblemente sea el ascenso más meteórico de un cineasta con sensibilidad radical en la historia de Hollywood. El clásico de Stone de 1986, Platoon, obtuvo cuatro nominaciones a los premios de la Academia y ganó otros cuatro, entre ellos el de mejor película y mejor director. También fue nominado ese año al mejor guión, tanto por Platoon como por Salvador, que se oponía explícitamente a la política del presidente Ronald Reagan en Centroamérica.
Veterano de la guerra de Vietnam, ganó su segundo Oscar al mejor director por la película antibélica Born on the Fourth of July (1989), que también fue nominada en las categorías de mejor película y mejor guión. Dos años más tarde, la tan controvertida como influyente JFK recibió seis nominaciones, incluidas las de mejor película, mejor director y mejor guion, y ganó en las categorías de montaje y fotografía.
Menos conocidos, sin embargo, son los documentales más recientes de Stone sobre Fidel Castro, Yasser Arafat, Hugo Chávez y la miniserie de no ficción de 2012 The Untold History of the United States. En 2021, este verdugo cinematográfico del statu quo volvió con el documental de casi dos horas JFK Revisited: Through the Looking Glass, en el que se atreve a ir más allá de lo que hizo en 1991 al intentar descifrar el caso y revelar quiénes fueron los grandes artífices del asesinato de Kennedy.
Oliver Stone, de setenta y cinco años, conversó con Jacobin vía Zoom desde su casa en Los Ángeles y demostró, como dijo el poeta revolucionario ruso Vladimir Mayakovsky, que no tiene canas en el alma.
–Existe un viejo debate sobre si el arte puede o no cambiar el mundo. Pero su película JFK parece haber zanjado esa cuestión, porque después de su estreno (en 1991), el Congreso estadounidense aprobó en 1992 la Ley de Recogida de Registros del Asesinato del Presidente John F. Kennedy (ARCA). ¿En qué consistía esa ley y para qué servía?
-La ley establecía que un grupo de ciudadanos examinaría los registros —no todos, pero sí buena parte de ellos—, luego tendrían acceso a ellos y podrían desclasificarlos. No sé cuáles eran las excepciones. La Junta de Revisión de Registros de Asesinatos duró hasta 1998, funcionó durante cuatro años, y luego se quedó sin dinero. Como dice en la película John R. Tunheim, juez del tribunal de distrito de EE.UU. y presidente de la Junta de Revisión de Registros de Asesinatos, podría haber durado mucho tiempo, porque había mucha información. Pero hicieron lo que pudieron, y realmente hicieron un muy buen trabajo. Y por eso queríamos llamar la atención sobre ello en la película. Es raro que una película pueda provocar algún tipo de honestidad por parte del gobierno.
Pero no nos engañemos sobre el gobierno, los representantes —entre ellos, Joe Biden— que votaron a favor y que recientemente volvieron a clasificar los archivos por otros años. Cedieron a la presión pública: mucha gente escribió cartas y estaba molesta. Una de las razones de la molestia era que los archivos del Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Asesinatos (HSCA), como dijimos en el rastreo al final de la película, estaban cerrados hasta 2039, creo. Pero no los han abierto. El Comité Selecto de la Cámara de Representantes no ha entregado esos archivos.
Tampoco hemos visto los archivos de la CIA, que son muy importantes. Y estoy hablando de los agentes alrededor del caso, alrededor de la comunidad cubana. Gente como George Joannides y David Atlee Phillips. E. Howard Hunt —quien confesó en su lecho de muerte muchas cosas que estaban sucediendo—, así como William Harvey, que era un agente muy importante en la central cubana en Miami, estaba alrededor de este asesinato y era un verdadero odiador de Kennedy. Estas personas eran importantes. Pero también, más importantes, fueron Allen Dulles y Richard Helms. Estos tipos eran los verdaderos peces gordos.
–¿Cuál es la información nueva y más importante que ha descubierto gracias a ARCA y a otras fuentes desde que hizo JFK en 1991?
-Me estás haciendo una pregunta enorme. En primer lugar, desclasificaron un montón de archivos; entre ellos encontramos pruebas claras de que Kennedy quería retirarse de Vietnam, a partir de las reuniones de la Secretaría de Defensa del Pacífico a principios de mayo del 63.
Descubrimos que Lee Harvey Oswald tenía las huellas de los servicios de inteligencia desde hace años. Habían estado leyendo el correo de su madre durante tres o cuatro años. Era un agente o algún tipo de contacto con la CIA. Y estaba protegido. Porque regresa de Rusia, nadie habla con él, nadie lo interroga. Pero es enviado a varias misiones, en Nueva Orleans, Fort Worth y Dallas, hasta que pueda ser utilizado.
Tienes todas las pruebas de la autopsia, que ya conocíamos entonces, pero ahora están más confirmadas que nunca. Que había un gran agujero, una herida de avulsión en la parte posterior del cráneo de Kennedy en el lado derecho, lo que indica claramente un disparo de frente [N. del E.: El edificio del depósito de libros de la Escuela de Texas, desde donde supuestamente disparó Oswald, estaba detrás del presidente].
Esto pone en vergüenza a la Comisión Warren, y así arribamos a la cuestión de que en realidad era más una «Comisión Dulles» que una Comisión del Presidente de la Corte Suprema Earl Warren. Dulles controló gran parte de los procedimientos y se aseguró de que la CIA no revelara ninguna información. Ni siquiera sabían que había planes de asesinato en Cuba. No conocían la historia de los asesinatos de la CIA. Se les mantuvo en la oscuridad.
Se habló con las enfermeras, con toda la gente del Hospital Parkland [donde murió Kennedy]. Hablamos con los agentes del FBI James Sibert y Francis O’Neill, por ejemplo, que estuvieron en la autopsia de Bethesda [de Kennedy] y con sus propios ojos testificaron el agujero, la herida en la parte posterior del cráneo de Kennedy. Y cuando al fotógrafo oficial John Stringer se le preguntó de nuevo si estas eran sus fotos de la autopsia, dijo: «Claramente, no. Esta no es mi película».
Además, en la toma, en el coche abierto, se veía el cráneo volando. Pedazos: el fragmento de Harper fue encontrado en la calle al día siguiente [por William Harper en Dealey Plaza] y no fue admitido como testimonio [N. del E.: Los teóricos de la conspiración consideran que el fragmento de Harper es una prueba de que a JFK le dispararon de frente, desde el famoso montículo de hierba].
El testimonio de las tres mujeres [en el edificio del Depósito de Libros de la Escuela de Texas], las tres secretarias —muy importantes, porque prestaron atención a los detalles— en el momento en que se producen los disparos, están en el cuarto piso, dos de ellas corren hacia abajo, en un minuto y nunca ven a Oswald en la escalera. Entonces Dorothy Garner, su supervisora, una mujer mayor, que también es muy brillante, va al borde de la escalera y no ve a Oswald cuando mira hacia abajo. ¿Cómo hace Oswald para bajar del sexto piso al primero en un minuto, incluso menos? No puede esconder el rifle, ni hacer todo lo que se supone que hizo en el sexto piso. Lo que me lleva a creer que ni siquiera estaba en el sexto piso. Mucha gente ha dicho eso ya, y yo lo creo, pero definitivamente la forma en que las balas fueron colocadas, la forma en que el rifle fue dejado, sin huellas dactilares… nada podría haberse mantenido en la corte. No hay huellas dactilares en el rifle, ¡no es el mismo rifle! No son las mismas balas. Vamos con todo eso. Todas las pruebas originales desde el primer día estaban corrompidas.
–Mucho de esto está en JFK Revisited: Through the Looking Glass.
-También tenemos muchos otros detalles, como los movimientos de Oswald, la protección de Oswald, el «flash warning» que se le quita para que no lo detengan antes de la visita a Dallas. Hay una advertencia de flash dada por el FBI que impide que el Servicio Secreto recoja a Oswald.
–El detalle que me resulta más escalofriante en relación con el asesinato es el de «los dos Oswald». ¿Puede hablarnos de esa teoría? ¿Cree que es cierta?
-En la película de 1991 ya hablamos de ello. En esta versión, simplemente mostramos los otros dos intentos de asesinato de Kennedy, en Tampa (Florida) y en Chicago. En ambos casos tenemos una figura de Oswald; no se le habría llamado necesariamente «Oswald». Tenemos dos hombres que tienen exactamente el mismo perfil que Oswald: marines, fueron a Rusia, volvieron, y parecían tener conexiones con la agencia [CIA].
En ambos casos había un edificio alto por el que debía pasar la comitiva, el edificio alto era perfecto para frenar el vehículo, como ocurrió en Dallas, y el asesinato se habría producido. La de Chicago no siguió adelante porque el Servicio Secreto fue avisado y Kennedy canceló el viaje. En Tampa sí se llevó a cabo, y no pasó nada. Pero se habló mucho. En otras palabras, eran lugares de asesinato parecidos, exactamente iguales, con el mismo tipo de perfil. Y además, estos dos hombres también se habían unido al Fair Play for Cuba Committee (Comité de Juego Limpio para Cuba) y estaban involucrados en actividades procastristas. Porque quien fuera a cargar con la culpa del asesinato, tenía que tener vínculos con Castro. Lo que indica que estaban tratando de culpar a Cuba y a la URSS por el asesinato.
–¿Qué es lo que todavía no ha sido desclasificado y publicado a través de ARCA y otras fuentes?
-Los archivos House Select no han sido desclasificados. Esos son los que —recuerde, llegaron a la conclusión de que había una conspiración— fueron clasificados de inmediato. Así que no sabemos exactamente cómo llegaron a esa conclusión. Eso es un gran problema.
Además de eso, por supuesto, los archivos de la CIA. El Servicio Secreto destruyó sus archivos en 1995 porque los investigadores estaban ladrando y haciendo preguntas sobre estos dos viajes de Kennedy a Chicago y Tampa. Y, por supuesto, conocemos la historia de Abraham Bolden (esa es una historia importante, era el agente negro del Servicio Secreto, fue una idea de Kennedy contratar a un agente negro, quería hacer inclusivo el Servicio Secreto).
Queremos saber más acerca de estas personas. He mencionado a algunos de ellos antes a usted; eso sería valioso. Pero no sabemos, porque han obstaculizado desde el principio. Por ejemplo, George Joannides, el tipo que dirigía la estación de la CIA en Miami, crucial en la comunidad cubana, fue nombrado de nuevo para trabajar con el Comité Selecto de la Cámara en 1975-76. Pero nunca se le reveló a Robert Blakey, consejero jefe de la HSCA, que Joannides había trabajado con la comunidad cubana en 1963-64. Eso es algo escandaloso. Blakey estaba sorprendido. Dijo: «Nunca volveré a creer a la CIA. Me dijeron que no había estado involucrado en el caso. Quería un observador objetivo y externo». Pero Blakey se dejó engañar por la CIA.
–¿Cuál sospecha que es el papel del exdirector de la CIA Allen Dulles en el atentado contra Kennedy y el posterior encubrimiento?
-Juega un papel enorme que nunca podremos… nunca encontraremos una pistola humeante que lo vincule. Pero estuvo en todo el caso. Después de ser despedido por Kennedy en el 61 estaba amargado, así se lo dijo más tarde al escritor Willie Morris sobre sus sentimientos hacia Kennedy, de quien dijo que «se creía un dios». Fue despedido con dos de los suyos. Pero Kennedy nunca limpió la casa. Debería haberse deshecho de todos.
Porque Helms básicamente se hizo cargo de la agencia (era el asistente de John McCone, McCone era un extraño). Helms dirigía el lugar, y Helms sabe mucho. Por lo tanto, debemos tener los archivos de Helms, tantos como sean posibles. Él estaba trabajando con William Harvey, fue él quien trajo a Harvey a trabajar con la comunidad cubana.
Y también sabemos ahora, por la película, que Lyndon Johnson estaba en contra del plan de retirada de Vietnam. Tenemos una conversación telefónica entre él y Robert McNamara, y le dice a McNamara: «Sabes, yo estaba en contra de ti y del presidente». Él era muy arrogante en este punto, pero cuando era vicepresidente se callaba. Así que, sabes que Lyndon Johnson se opuso totalmente a la retirada de Vietnam, y que Kennedy definitivamente la quería. McNamara dejó muy claro en su libro que Kennedy iba a retirarse de Vietnam, ganara o perdiera. Lo mismo dijo McGeorge Bundy.
Ahora, se puede argumentar que no sabemos lo que habría sucedido; pero el hombre (Kennedy) era un anticolonialista. Había estado involucrado en Argelia, había estado involucrado en Vietnam desde 1954. Y dijo repetidamente que estos países del Tercer Mundo necesitaban su independencia; estaba en contra del concepto de Guerra Fría, en contra de que el comunismo fuera usado como excusa para suprimir la independencia en el Congo, en Vietnam, en Laos, en Argelia, en todo el mundo. Y en América Latina, especialmente, fue muy fuerte con su Alianza para el Progreso.
Todo eso fue desechado cuando fue asesinado, por Johnson. Todo eso fue desechado. Toda la era de políticas esperanzadamente progresistas por parte de la administración estadounidense fue cambiada. Volvimos a la vieja y dura forma de Dwight Eisenhower-Allen Dulles de tratar con los países extranjeros.
–Entonces, ¿cuál fue la participación real de Oswald, qué papel desempeñó?
-Es una especulación, pero definitivamente no creo que estuviera en el sexto piso. Creo que estaba trabajando con contactos en la agencia [CIA]. Tenía contactos: también era informante del FBI. Conocía a Jack Ruby, quien lo mató.
Sabía que le habían tendido una trampa. Creo que sabía que estaba en problemas. Cuando ves al hombre en el pasillo, ves a un operador completamente frío que sabe cómo comportarse en estas situaciones. No era el supuesto asesino loco y solitario que grita: «¡Lo tengo! ¡Lo tengo! Lo hice por mi país» y toda esa mierda… no. Él decía: «Necesito un abogado». Quería un abogado, que es una cosa, y dijo: «No sé nada de esto». Lo cual es cierto: no sabía nada sobre el asesinato real.
Creo que era un hombre que estaba tranquilo bajo presión. Habló con las autoridades en la estación de policía después de varias horas durante el viernes, el sábado, antes de ser trasladado el domingo. Pero no se guardaron registros de lo que dijo.
–¿No es extraño?
-Bueno, todo es muy inquietante.
–¿Qué le diría a alguien que descarta el asesinato de Kennedy como si fuera «historia antigua»?
-¡Ni mierda!
–¿Cuál es su relevancia en la actualidad? ¿Por qué es tan importante descubrir la verdad sobre quién disparó a JFK hoy, en 2021 y más allá?
-Porque en 1963 nuestra llamada «democracia» se fue por el desagüe. Después del asesinato de Kennedy, no ha habido ningún presidente estadounidense —¡ninguno!— que haya sido capaz de desafiar la autoridad de las agencias de inteligencia o del Ejército. Sus presupuestos siguen creciendo y tienen carta blanca. En otras palabras, nadie puede cambiar lo que están haciendo para «proteger nuestra seguridad nacional» que, por supuesto, definen en los términos más irreales. Así que, bajo esa égida, pueden hacer prácticamente lo que quieran. No se puede tocar la seguridad nacional como presidente: es un tercer carril en la política.
Y creo que los medios de comunicación no tienen ningún deseo de volver a tratar este tema. Es un agujero en la memoria. Pero es muy importante porque hay que contemplar la política exterior estadounidense, lo que hemos estado haciendo. Hemos estado en guerras eternas, nunca paramos. Eso es lo que Kennedy estaba combatiendo: él era un guerrero por la paz. Y vio el problema de la Pax Americana, su discurso en la Universidad Americana, su deseo de distensión con la Unión Soviética y Cuba, también. Era un hombre que había estado en la guerra, conocía la guerra, y ya no creía en los generales. Pensaba que eran hombres viejos que habían perdido el contacto con la realidad.
La Operación Northwoods, todos los locos planes que idearon para invadir Cuba, le impactaron, le horrorizaron. Eso es con lo que estaba lidiando: una mentalidad de estado de guerra que salió de la década de 1950. Es realmente cierto, el Pentágono quería la guerra con Rusia, querían ir a por ella en ese momento porque pensaban que en el futuro Rusia aumentaría sus armas nucleares. Y ellos querían conseguirlas lo antes posible. Ese era el punto de vista de Curtis LeMay.
Ed Rampell es historiador y crítico de cine. Autor de Progressive Hollywood: A People’s Film History of the United States, y coautor de The Hawaii Movie and Television Book.
Traducción: JAL
Fotografía: Oliver Stone en la Dealey Plaza de Dallas, Texas, lugar del asesinato de JFK en 1963. (Rob Wilson / Archivo Ixtlán)
Entrevista publicada originalmente el 22 de noviembre de 2023 en Jacobin Latinoamérica.