Cada 24 de noviembre se celebra el Día Mundial del Vino Tinto.
Esta es una de las bebidas alcohólicas más conocidas y preferidas en todo el mundo, y una de las predilectas en el mundo de la gastronomía utilizada tanto en la elaboración de platos, como de acompañante ideal para las comidas.
Son diversas las propiedades que se le atribuyen al vino tinto que tradicionalmente se han asignado a esta bebida milenaria: Antioxidantes, anticancerígenas, analgésicas, entre otras e incluso, Incluso se ha relacionado su composición con la reducción del estrés, la ansiedad y la salud mental y aunque la ciencia ha logrado desmentir más de una, también confirma algunas de las propiedades.
De hecho, se recomienda tomar una copa diaria, a ser posible, tras la cena o acompañada de alimentos. Otros aconsejan consumirlo a menudo, “pero sin forzar necesariamente una copa diaria, sino disfrutarlo de forma mesurada cuando el cuerpo lo pida”, señala el portal especializado Dehesa de Luna.
La carmenere (en francés carménère) es una variedad de uva plantada originalmente en la región de Médoc de Burdeos, Francia, donde es usada para producir vinos tintos oscuros y a menudo es usada para vinos de mezcla con petit verdot.
El nombre carmenere proviene de la palabra francesa carmin, en referencia al color carmín, por el color del foliage antes de la caída de la hoja. La uva también es conocida como grande vidure, un sinónimo usado históricamente en Burdeos.
Chile y redescubrimiento del Carmenere
Hoy no es habitual en Francia y las mayores plantaciones de esta variedad están en Chile, quien produce la mayoría de los vinos de carmenere disponibles hoy y la industria vinícola chilena está en crecimiento.
Fue casi imposible encontrar vinos de carmenere en Francia a causa de que la plaga de filoxera de 1867, que destruyó casi todos los viñedos de Europa, afectando sobre todo a la cepa de carmenere hasta tal punto que durante años se creyó que se había extinguido.
En Chile, Carménère fue confundida durante muchos años con la cepa Merlot, llegando a ser conocido como el “Merlot chileno”. Esto, hasta que en 1994 el enólogo francés Jean-Michel Boursiquot confirmo que el “Merlot chileno” era en realidad Carménère. Todo un acontecimiento que causó un gran impacto en el mundo vinícola, convirtiéndose desde entonces en símbolo, orgullo y emblema de vitivinicultura chilena.
Una de las causas que las plantaciones de la cepa Carménère en Chile -al igual que el resto de las vides del país- no se viera afectada por la plaga de la filoxera, es la barrera geográfica que implica la geografía: Chile está rodeado al norte por el desierto de Atacama (uno de los más áridos del mundo), al este por la Cordillera de los Andes, al sur la fría Patagonia, y al oeste por el Océano Pacífico.