En la fiesta de los muertos: Inventario mítico en Re Menor

Músicos y muerte, rock y suicidio, ingrediente frecuente en la vida de los creadores sonoros

En la fiesta de los muertos: Inventario mítico en Re Menor

Autor: Wari

Músicos y muerte, rock y suicidio, ingrediente frecuente en la vida de los creadores sonoros. Réquiem o elegías, según muertes inesperadas o ejercicios de voluntad, siempre encierran misterios y preguntas sin respuesta, en biografías donde está presente el deseo y la extremada sensibilidad frente a los avatares de la vida.

Ya sea el suicidio (explícito o involuntario) o las muertes accidentales, cada una tiene sus particularidades e incertidumbres, y la línea que separa, por ejemplo, una sobredosis de la decisión voluntaria de morir, es difusa, más aún en personas experimentadas en el exceso. A continuación, revisamos un inventario en esa línea.

SUICI-DIOS

En la categoría de los que levantan la mano contra sí mismos hay casos bien conocidos (aunque no siempre resueltos): Desde Tchaikovsky (quien tomó veneno ante una homosexualidad no asumida); a Kurt Cobain; pasando por Ian Curtis, de Joy Division; Michael Hutchence (Inxs); Layne Stanley (vocalista de Alice in Chains, cuya soledad, al momento de morir, se refleja en que su cuerpo fue encontrado semanas después).

En la mayoría de los suicidas el talento musical se mezcla con enfermedades endógenas o circunstanciales. Freud dixit: “El hombre representa sus conflictos o sus deseos insatisfechos a través del trabajo artístico”.

Entre los menos conocidos: Phil Ochs (músico country de los ’60, se ahorcó paranoide), y Nick Drake (el gran cantante de la melancolía, quien puso fin a su efímera y brillante carrera tomando una sobredosis de antidepresivos, con Bach de fondo).

También está Lester Bangs, el más grande crítico musical de todos los tiempos (quien también rocanroleó con sus Delinquents), una especie de Hunter Thompson de la crítica de rock, obsesivo y erudito, quien sumido en la desesperanza de los primeros ochenta mezcló Valium y Darvon un 30 de abril de 1982 y dijo ‘chao’ para siempre.

Plasmatics fue una banda surgida al calor del hardcore gringo de los ochenta. Mezcla de metal y punk, sus actuaciones tenían fuego, destrozos, pero lo que más destacaba era su vocalista, Wendy O. Williams, una ex actriz porno que aplicó su perversión y exhibicionismo a los shows y no dudó en arremeter contra policías y censuradores. Se disparó a los 48 años.

Otros atormentados siguieron el mismo camino: Screaming Lord Sutch (extravagante rocanrolero de los sesenta, uno de los primeros en cultivar el shock rock, ahorcado en 1999); Elliot Smith, quien se apuñaló en el pecho en 2003, a los 34 años, o Vic Chesnutt.

El caso de Chesnutt es conmovedor: Sufrió un accidente a los 18, que lo dejó semi paralítico, en silla de ruedas. Desde ahí, compuso una obra maravillosa, aunque nunca pudo superar el trauma de su discapacidad. Se mató en la Navidad de 2009, cumpliendo lo que varias veces había anunciado.

Dentro del mundo más oscuro, hay para un libro. Baste con mencionar el suicidio de Dead, vocalista de la banda black metal Mayhem, encontrado con un escopetazo en la cabeza por Euronymous, guitarrista de su banda (quien, a su vez, moriría dos años después apuñalado por Burzum). Más siniestro aún es que éste no dudó en tomarle una foto, la que se convertiría en la carátula de un EP, tiempo después.

Por su parte, Rozz Williams, poeta y músico dark, se ahorcó el 1º abril 1998, sin dejar nota alguna.

En esta región tenemos las muertes trágicas de Violeta Parra y Víctor Jara, Gabriel Parra, TV Star (vocalista de Los Dada), Julian Durney (guitarrista de Rekiem), Osvaldo “Gitano” Rodríguez y Gervasio, entre otros.

UNA PICADITA MÁS

En esta lista conviven los mártires de la psicodelia (Morrison, Joplin, Hendrix, Bonham) con figuras como Elvis, Sid Vicious, y Kaoru Abe, el saxo libre más abrasivo del mundo, tormentosa personalidad nipona fallecida a los 29 años, en 1978.

Keith Moon (batero de The Who, famoso por volar baños con explosivos), murió en 1978, cuando se tomó 32 pastillas para la abstinencia al alcohol. Murió a la misma edad, y en el mismo lugar y cama en que cuatro años antes lo hizo Cass Elliot, de The Mamas and the Papas. Bon Scott, de AC/DC, también murió en la nube etílica en 1980.

Se suma Johny Thunders (guitarrista de New York Dolls, sobredosis de metadona el ‘91), Steve Clark (Def Leppard, muerto el mismo años por antidepresivos y alcohol), Shannon Hoon (voz de Blind Melon, sobredosis de cocaína en 1995).

También hay tradiciones familiares: Tim Buckley, el gran músico, muerto por sobredosis accidental en 1975; y su hijo, Jeff, misteriosamente ahogado en el río Wolf en 1997.

El punk tiene lo suyo: G. G. Allin (murió el ‘93 y tuvo dos funerales: Uno a la tradición irlandesa y otro con sus amigos, que lo agasajaron para el más allá con whisky, drogas y rocanrol); Will Shatter (bajista y voz de Flipper, en 1987), Brady Nowell de Sublime; y Darby Crash (voz de The Germs), todos muertos por sobredosis de heroína; y Luca Prodan (paro cardiaco por una hemorragia causada por su cirrosis, debido a su afición a la ginebra).

LA MUERTE INESPERADA

Buddy Holly murió en 1959 en un accidente de avión, junto a Ritchie Valens y The Big Bopper, pioneros del rocanrol en los ’50, en lo que se conoció como “el día en que murió la música”.

Brian Jones, multiinstrumentista del primer The Rolling Stones, murió de un ataque de asma mientras nadaba, aunque las dudas sobre su muerte involucran hasta a sus propios ex compañeros.

Marc Bolan, compositor de la banda glam T Rex -tal como Cliff Burton de Metallica en 1986 y D. Boon de Minutemen, un año antes- murió en un accidente de auto el año del punk (1977).

Nico, la teutona que cantó con Velvet y desarrolló una oscura carrera solista, murió en 1988 de un derrame cerebral luego de caerse en bicicleta. Por su parte, Mary Hansen, de Stereolab, murió arrollada cuando andaba en bicicleta en Londres en 2002.

Entre los vocalistas extremos, Mieszko, de Nasum, se perdió en el tsunami de Tailandia de 2005; y Seth Putnam, de Anal Cunt, fue uno de los últimos en sumarse a esta lista tras morir de un paro cardiaco en junio pasado.

Por Cristóbal Cornejo

El Ciudadano Nº113, primera quincena noviembre 2011


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