La última encuesta CEP ha sido, por estos días, objeto de comentarios y análisis diversos. Todos se focalizan, como es natural, en la cuestión electoral, tratando de desentrañar ese incierto futuro inmediato. Con todo lo importante que resulta el tema electoral, la encuesta correspondiente al mes de octubre del Centro de Estudios Públicos es un instrumento muy rico que permite otras lecturas de la realidad nacional.
Al revisar la primera parte de las últimas encuestas CEP, descubrimos, no sin cierto estupor, que ante la pregunta sobre los tres problemas a los cuales, el Gobierno, debería dedicar su mayor esfuerzo en solucionar, aparece en un destacadísimo primer lugar el tema de la delincuencia, los asaltos y robos (44 en mayo, 54 en agosto, 54 en octubre). Esto contrasta notablemente con tres temas que aparecen indexados en los últimos lugares, a saber: medioambiente, derechos humanos y reforma al sistema electoral binominal.
Estos antecedentes, muestran que la gran mayoría de nuestra población está respondiendo a los “estímulos mediáticos” inmediatos. Notemos, por ejemplo, cómo el tema educación sube de un rango mediano a un rango alto, precisamente, en un mes en que el sector educación ha ocupado la pantalla de los noticieros televisivos (33 en agosto, 41 en octubre). Es claro que en el caso del tema educación, esto obedece a un efecto de la movilización gremial en torno a la “deuda histórica”. Sin embargo, una explicación tal en relación al tema delincuencia, asaltos y robos no es convincente.
Todo indica que la preeminencia de los temas policiales se relaciona más con una estrategia de los medios que con una convulsiva realidad social. Las noticias en horario estelar explotan hasta el cansancio una casuística infinita de la cual, por cierto, no está exenta ninguna gran ciudad del planeta. La cuestión de fondo es que los temas relacionados con la delincuencia, los asaltos y robos son tratados con una obscena espectacularidad que sirve, tácitamente, para acrecentar el temor de los públicos. Esto se ve reforzado por algunos programas sen formato de “Reality Show” donde se muestra el quehacer cotidiano de las policías. Como se sabe, atemorizar a la ciudadanía es uno de los modos más eficientes de ejercer el “control social”.
Esta estrategia mediática guarda una estrecha relación con el llamado “rating”, pero posee, sin duda, un alcance político. No es casual que, en Chile, esta tendencia hacia lo policial signifique, al mismo tiempo, una desvalorización de temas medioambientales o relacionados con los derechos humanos o reformas constitucionales. La mayor parte de los medios de comunicación, televisivos, radiales e impresos, están ligados a intereses conservadores, lo mismo ocurre con prestigiosas organizaciones que se ocupan del tema.
En pocas palabras, los chilenos hemos sido domesticados para colar mosquitos, dejando pasar los camellos. El control de los medios a lo largo de décadas ha significado instilar una agenda conservadora en el imaginario chileno que bascula entre el temor ante la amenaza y el éxtasis cosmopolita del consumo suntuario. En este contexto, no resulta extraño que las grandes encrucijadas morales que aquejan a la humanidad contemporánea, como son la crisis medioambiental y el respeto a los derechos humanos estén ausentes del debate nacional.
Por Álvaro Cuadra
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS