1. Desde el terremoto-maremoto, al menos la población de la zona centro sur del país está gobernada por el trastorno de estrés postraumático por razones obvias. De pocas cosas distintas se habla en la calle, el trabajo, la familia, los colegios, las universidades, los barrios y el transporte público. Abundan las conjeturas, los adivinos inescrupulosos, los discursos con retaguardia más o menos científica, cierta retórica callejera aparentemente religiosa y osadamente apocalíptica. Como los adultos tienen miedo, los niños están angustiados. Y como empezaron las clases escolares, los profesores se han convertido en contención psico-social frente al pavor de los niños y jóvenes, en medio de repetidas simulaciones de emergencia para preparar a los estudiantes ante cualquier eventualidad. Hay niños, de hecho, que prefieren estar en el colegio que en su casa. Naturalmente este servicio de humanidad profesoral no está considerado en la evaluación docente.
2. El terremoto-maremoto es, obviamente, una variable exógena al orden capitalista en Chile. De hecho, los militares y las instituciones asociadas a la catástrofe de este tipo tuvieron una reacción tardía y su eficacia ha sido cuestionada transversalmente por la ciudadanía. Fueron asaltados por sorpresa. En concreto, los primeros días después del mega sismo, reinó el terror, la paranoia amplificada, la falta de ayuda, el desorden institucional por arriba y la incertidumbre y el miedo, por abajo. Paulatinamente la ayuda estatal comenzó a distribuirse en zonas específicas dañadas por la tragedia. Sin embargo, entre la región del Maule y la del Bío-Bío (epicentros del sismo) existen alrededor de 1.800 localidades, caseríos, poblados, comunidades. La mayoría de ellas ha debido auto asistirse a través de la solidaridad ancestral y la genética cooperativa de los pueblos. Otro conjunto de territorios han sido sujetos de ayuda de organizaciones sociales, políticas, jóvenes, voluntariado con sensibilidad, sindicatos, bajo la consigna “Sólo el pueblo ayuda al pueblo”. Pero simplemente, en general, por arriba y por abajo, la ayuda resulta insuficiente. Es obvio que la calidad y sentido de la cooperación es totalmente inversa desde el Estado corporativo y subsidiario que desde la base social de inspiración emancipadora. Los de arriba requieren de la “normalidad” o bien utilizarán los efectos sísmicos para volver a la paz social y gobernabilidad incuestionable que demandan sus utilidades y emplearán la “reconstrucción nacional” para beneficio de las inversiones resumidas en la apropiación privada del trabajo colectivo; mientras, por abajo, los objetivos se asocian a una ética y política ligada al rearme del poder del pueblo.
En Chile, debido a las enormes desigualdades existentes, cuando llueve no todos se mojan. El 20 % más acaudalado de la población ha resistido sustantivamente mejor los efectos devastadores del sismo, mientras el 80 % restante –incluido los sectores medios que subjetivamente no se siente “pueblo”- han sufrido con ferocidad la embestida telúrica. Por arriba, las recriminaciones están a la orden del día; y por abajo, las fuerzas sociales organizadas de los trabajadores y el pueblo hacen esfuerzos enormes, en un conjunto integral que refleja al desnudo las descompensaciones todavía estructurales entre la mayoría que padece el capitalismo y los capitalistas.
3. De acuerdo a informaciones del gobierno de Piñera, las pequeñas y medianas empresas son las que más han utilizado las facultades legales para despedir trabajadores sin indemnización alguna. Aquí se habla de trabajadores con contrato al día, lo cual corresponde sólo a una fracción del empleo asalariado en Chile. Así, la fábrica textil Bío Bío ha despedido a 160 trabajadores; en Rancagua, 300 personas de Casino Monticelli; 160 de la cadena de alimentos Versluys de la Octava Región; en Asmar ya suman más de mil, los que pueden llegar fácilmente a 3.200 a fines de marzo; y 160 estibadores del Puerto de Talcahuano. 3 mil trabajadores de la termoeléctrica Bocamina II de Coronel quedaron en la calle. En general, según cifras oficiales, 27 mil pescadores entre las regiones de Valparaíso y la Araucanía no realizan sus faenas habituales. Sólo en la región del Bío Bío, los perjudicados directamente son 17 mil pescadores.
Todavía es muy temprano para cuantificar la destrucción de empleo devenido del terremoto, o aprovechado como argumento del capital para despedir gente. Lo único claro es que los números aumentan en tanto pasan los días.
4. Hace algunos días, Sebastián Piñera se refirió a algunas medidas contempladas en su plan de emergencia. En concreto dijo que se “favorecerá la autoconstrucción y fomentaremos la industria chilena de la construcción tanto de las viviendas tradicionales como prefabricadas, para lo cual ya estamos con muchas organizaciones para importar viviendas prefabricas”. Las medidas anunciadas son baratas, precarias, extraordinariamente transitorias, y van de la mano con eventuales endeudamientos (y las condiciones de la deuda) con el BID y otras instituciones rectoras del capital imperialista. Las viviendas prefabricadas de las que habla Piñera cuestan alrededor de 930 dólares cada una y, sin duda, malamente enfrentarán la crudeza del invierno en las zonas castigadas por el terremoto. Lo demás, corresponde a subsidios a la industria de la construcción y paliativos misérrimos en esta hora dura.
5. De acuerdo a los índices de la economía para la vitrina internacional, que jamás para la social, el PIB registró una caída de 1,5 %, el 2009. El sector pesquero bajó un 12, 2 % respecto de 2008, y la industria se contrajo un 7 %. Santander, Banco de Chile, BCI y Corpbanca (instituciones que hegemonizan el mercado bancario que opera en Chile), vivieron la contracción de créditos debido a los números del desempleo, y a que “la calidad crediticia de los clientes bajó y los bancos fueron más selectivos para entregar dinero.”
Sin embargo, luego del terremoto, las expectativas de crecimiento, según diversos analistas (sistémicos), se redujeron de un 4,5 % a un 3, 5 % para el 2010. La mitad del capital comercial agrupado en la Cámara de Comercio estima que sus ventas se derrumbarán este año. Por otra parte, las coberturas adicionales de los seguros ligadas a terremotos aumentaron entre un 30 % y un 70 %.
6. Sólo el 28 % de la industria cuprífera está en manos del Estado. El 72 % es privada y paga un impuesto específico al Fisco de un simbólico 5 %. Los asesores de Piñera estudian acordar con el cobre privado aumentar el impuesto a un 8 %, con una invariabilidad hasta el 2030. La extensión de la invariabilidad del impuesto se explicaría para asegurar a las mineras privadas que no habría un aumento impositivo antes de esa fecha (20 años “de tranquilidad” desde ahora).
Por su parte, el presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (la patronal SOFOFA), pidió al gobierno que “no se recurra a alzas de impuestos para financiar la reconstrucción”. A lo anterior, se suma, desde el Ministerio del Trabajo, encabezado por Camila Merino, que en algunas empresas “no se justifica” la creación de sindicatos.
7. Desde el mundo de los trabajadores y los pueblos, la unidad política de las organizaciones y sectores anticapitalistas se vuelve un imperativo de estatura histórica. Es imprescindible arruinar demoledoramente la diáspora de empeños fragmentados, que todavía sumados, representan recién el titular hacia la construcción de una alternativa política independiente de la derecha tradicional y la Concertación. Destruir el egoísmo, el sectarismo, el vanguardismo autoproclamado, entre otras patologías políticas, requieren de medicina generosa y claro horizonte estratégico. Ahora mismo, ya se apuran readecuaciones respecto de los diagnósticos e incipientes plataformas de lucha, algunas de carácter programático, para enfrentar el terremoto, a la derecha tradicional y a la Concertación. Aquí está en juego la convicción de mayorías y poder para que en el futuro gobiernen los trabajadores y los pueblos. Las rencillas nimias, al tacho de la basura. La reunión de voluntades, a la orden del día.
Por Andrés Figueroa Cornejo
24 de marzo de 2010