Estados Unidos y México: Enfrentar al bully

Inicio hoy contando algo personal

Estados Unidos y México: Enfrentar al bully

Autor: Sergio Tapia

Inicio hoy contando algo personal. Durante una parte de mi vida, estudié en un colegio que tenía la posibilidad de iniciar tus estudios en jardín de niños, y te permitía incluso llegar hasta una carrera técnica sin salir de sus instalaciones. Más aún, debido a su prestigio, la mayoría de la gente que ingresaba en él, no salía de forma voluntaria, por lo que una enorme parte de las y los estudiantes se conocían, al salir, de casi literalmente toda la vida.

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            Uno de los problemas más graves que teníamos, era la falla en los procesos de integración de estudiantes nuevos. Cuando llegábamos, las redes estaban ya formadas, los grupos de amigos estructurados y por más enojos momentáneos que existieran entre ellos, se reconocían como amigos para toda la vida. Aun ahora, la mayoría de quienes estudiaron conmigo en esa escuela, basan sus relaciones sociales en ese espacio. Parejas, amistades, noviazgos y enemistades se volvían eternas en ese entorno. A nosotros, que llegamos “tarde” o bien se nos incluía de forma espontánea en algún o algunos grupos, o bien se les dejaba de lado, sufriendo, en el mejor de los casos de rechazo y ostracismo.

            No cuento esto como una forma de desahogo. Lo hago porque sé muy bien que ese “mejor de los casos” no era lo más común. Solitarios y temerosos las y los nuevos estudiantes se volvían las víctimas favoritas de lo que ahora llamamos “bully” y que siempre conocimos simplemente como el abusivo. Alguien que basándose en su fuerza física, en su capacidad intelectual (porque efectivamente, también hay quien se aprovecha de la inteligencia bruta), en las relaciones de sus padres, en su apariencia o en la fuerza del número, generaba relaciones de poder sobre los nuevos, llegando incluso a niveles de humillación, daño e incluso peligro.

            Lo que tenemos ahora en Estados Unidos, es un caso de manual de un bully que ha obtenido un poder casi absoluto. Viniendo de una familia rica, en un sistema que le proporciona por ello, por su “raza”, por su sexo, por su apariencia, toda ventaja posible, Donald Trump ha crecido pensando que puede lograr lo que sea, y más aún, los resultados de sus acciones muestran que efectivamente, ha podido.

            Como en otros casos similares, cuando perdió en 2020 Trump hizo lo que se esperaría de cualquier bully: un berrinche monumental, de inicio, y posteriormente, buscar a sus iguales para hacerse más fuerte en su nuevo intento. La victoria, brutal e indubitable en 2024, no se debe a una mejora en sus características, sino en el apoyo que le dieron sus nuevos aliados: los magnates de las telecomunicaciones modernas. Ellos también, como se ha visto, unos abusivos con condiciones similares.

            La presidencia de Trump se vaticina, por esto, como un proceso extremadamente complicado para nuestro país. Como en muchos casos, el consejo simplón de quien mira desde fuera, es que se debe enfrentar al bully. Es un consejo fácil, no sólo porque coloca la responsabilidad del abuso en quien lo sufre -y se deja- sino porque no obliga a nada a quien recomienda. De la misma forma, en algunos casos hacer esto funciona. Cuando el bully tiene ciertas características, enfrentarte a él no sólo es posible, sino incluso necesario, pues no todos están dispuestos a una confrontación directa.  

A pesar de ello y como sabe cualquiera que haya pasado por un episodio de bullying (incluso en grado de tentativa), hay algunos a los que tenemos que darles la vuelta. El loquito que trae una navaja en la mochila, la hermana del narquillo del barrio que ronda siempre en las mesitas de la escuela, el niño rico y mimado que tiene el apoyo del jefe de tus papás, no van a detenerse porque les plantes cara. Al contrario: te volverás el centro de su atención inmediato.

            El episodio del gobierno colombiano respecto a la deportación de los migrantes encadenados hacia su territorio, muestra muy bien las dificultades que pueden surgir en este contexto. Confrontado por esta acción, el bully dirigió su furia de manera total, haciendo recordar la superioridad bélica y comercial que tiene Estados Unidos sobre nuestro país hermano. No sólo eso, sino que además manejó de una manera total la discusión pública sobre el caso, haciendo parecer que “había ganado” simplemente al inventar exigencias que nunca existieron -y que como tal, no fueron cumplidas- de parte del gobierno colombiano. Estados Unidos amenazó, dice Trump, y Colombia “se dobló”. Poco importa la falsedad del dicho, pues ha quedado ya grabado como una verdad irrebatible.   

En este sentido, si bien considero que la actuación de nuestra Presidenta ha sido más efectiva que la de su contraparte, el Presidente Petro, para enfrentar estos retos, creo que es un error medir esto por las reacciones de los bullies instalados en la Casa Blanca. Durante la semana, el gobierno estadounidense nos comparó nuevamente con Canadá, esta vez de forma elogiosa, para mostrar su descontento con ese país. Aceptar ese elogio como un “logro” o un “triunfo” no hace nada sino fortalecer la idea de nuestro valor depende ellos, al tiempo que se asume la importancia de su opinión.

Resulta claro que Estados Unidos tiene una situación de ventaja en muchos de los espacios de poder con México. Nuestra economía depende en gran medida de ellos, especialmente en términos de intercambio comercial y recursos humanos, y militarmente no tenemos capacidad de respuesta alguna en su contra. Estas condiciones hacen que muchos de quienes se oponen al gobierno -y que por ello desean que le vaya mal a este México, para suplirlo por otro, que sea suyo- se hayan instalado en el apoyo hacia Donald Trump y sus medidas.

No se trata, considero, de un nacionalismo chovinista o reaccionario el pedirles a esos actores algo de cordura. No es, ni siquiera, un asunto de “hermandad mexicana” lo que se necesita. Es simplemente recordar, una vez más, que no tiene ningún sentido quemar la casa donde todos vivimos solamente para proclamarse los reyes de las cenizas. Una intervención militar por parte de un país extranjero en nuestro territorio, costaría no sólo incontables vidas mexicanas, sino también la capacidad de decisión de nuestro futuro. El endurecimiento de las medidas migratorias, afectaría a cualquier mexicano, no sólo a quienes van a Estados Unidos, y las medidas económicas perjudiciales nos encarecerían la vida a todos.

Enfrentar al bully no será un asunto sencillo, ni existen para ello, estrategias simples e inmediatamente efectivas. Pero sea el que sea el camino que tomemos, debemos hacerlo todos juntos. Al menos si queremos tener el menor atisbo de oportunidad de triunfar en ello.

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