Pasar una noche en una suite del legendario hotel Sacher, de Viena, cuesta más de $2.500.
Sin embargo, la llegada de la pandemia a Austria, dejó prácticamente vacías las habitaciones del sofisticado establecimiento, que atraviesa la crisis amparado en su vieja tradición imperial.
Ahora el imponente hotel situado frente a la Ópera, intenta sobrevivir poniendo en práctica iniciativas innovadoras y sumando puntos a su larga historia de resiliencia, reseñó la agencia AFP.
En plena pandemia, el hotel subsiste, entre otras acciones, proponiendo a la clientela llevar su famosísimo y exquisito pastel de chocolate.
Los vieneses acuden a diario a llevarse una “Sacher Torte” en un ‘drive-in’ colocado en la calle, debido al confinamiento por la pandemia.
“Supe por la televisión que se podía pasar en coche, comprar un pastel y luego llevarlo a casa”, expresó un cliente.
Los pasteles se venden como pan caliente. Son entregados a los compradores directamente por el conserje, ya que los aparcacoches, porteros y mozos de equipajes están en situación de desempleo parcial.
El director general del hotel, Matthias Winkler, asegura que “muchas pruebas hemos superado desde la creación de la marca, y nuestra familia sigue pensando en el largo plazo” .
Señala que los buenos resultados de los años precedentes y las ayudas públicas, permiten igualmente compensar en parte la ausencia de su habitual rica clientela internacional.
Como ocurre con todos los hoteles del país, el Sacher solamente está ahora abierto para los rarísimos viajes de negocios autorizados.
La historia de la famosa torta de chocolate
El origen de la epopeya del Sacher remonta a 1832, con mucho cacao y lo necesario de crema chantilly. Una joven repostera, Franz Sacher, recibe el pedido de un pastel, que causará furor en la corte.
Cuarenta y cuatro años más tarde, su hijo abre el actual hotel, pero es a su visionaria esposa a quien el establecimiento le debe su excepcional fama.
Jefes de orquesta, banqueros, escritores, políticos, condes o empresarios, impecablemente vestidos, se precian todos de ir a bailar, a festejar o alojarse en el hotel “de Anna”
Al cabo de las décadas, el hotel crece. Ahora, ocupa seis edificios neoclásicos en el corazón de Viena.
Y es esta leyenda la que atrae a los vieneses, que acuden a llevarse una “Sacher Torte” en un ‘drive-in’ colocado en la calle, debido al confinamiento por la pandemia.
Los pasteles se venden como pan caliente. Son despachados directamente por el conserje, ya que el resto del personal está en situación de desempleo parcial.
“Hago un poco de todo” sonríe Uwe Kotzendorfer, impecable y distinguido conserje que lleva 20 años de servicio en el hotel, con un intacto entusiasmo.
Incluso si la actividad está casi paralizada, “una parte de la historia de Austria reposa entre nuestras manos”, afirma la directora adjunta, Doris Schwarz.
“Y ahora, más que nunca, tenemos que estar a la altura” agrega, bajo el imponente retrato de matriarca que representa a Anna Sacher, con un gran cigarro entre los dedos, y dos bulldogs a sus pies.