Féretro 27, Versículo 3.34, Terremoto a la Chilena

Tranquila arropa la noche un pasillo largo llamado Chile, y un sábado a medio desvestir, se crispa hacia el sur cuando los discos australes, se frotan como baldosas de llanuras sumergidas y placa contra placa, se retuerce en un espasmo letal, ó lo que algunos llaman, el útero primario enterrado en contracción de cataclismo de […]


Autor: Director

Tranquila arropa la noche un pasillo largo llamado Chile, y un sábado a medio desvestir, se crispa hacia el sur cuando los discos australes, se frotan como baldosas de llanuras sumergidas y placa contra placa, se retuerce en un espasmo letal, ó lo que algunos llaman, el útero primario enterrado en contracción de cataclismo de sismos que mueven los cimientos, no necesariamente de los edificios, sino de las estructuras personales y sociales de una nación de seres humanos que sólo atinan a empuñar con manos tensas el umbral de las casas, puertas y plazas que son bastión de misericordia en estas horas de convulsiones internas y externas que mueven todo y en ese preciso maravilloso aterrador momento, nos damos cuenta de lo insignificante que somos.

¿Tiene que venir un empujón de longevas cortezas cerámicas a revalorar lo que un segundo es, lo que un minuto ó dos, realmente valen?

Y no se va, y no pasa y no se detiene y sigue y sigue y, son interminables los segundos que se estiran en ondulaciones que perturban dramáticamente el tranquilo lago interno, transformándolo todo en torrente enloquecido de sangre que pulsa las sienes y no se detiene.

Horriblemente hermosos segundos que nos hacen entender lo insignificante que somos, lo desamparados, lo desprotegidos y mientras se caen las cosas, suena estrepitosamente callada la armadura de petulancia y arrogancia y entendemos que no somos inmortales, y se seca la boca al no poder decir que uno también ama y pide una segunda oportunidad, una tercera, de poder aunque sea despedirse de los suyos, de la vida y, sin embargo, después de esta interrupción momentánea de las imágenes cotidianas, luego, demasiado luego, de entre los escombros, los más, se calzan sus escudos, su arnés de casa mes, describiendo los hechos acaecidos como meros datos anecdóticos que saldrán en más de alguna reunión pública, sin el aderezo escondido del arrepentimiento.

¿Tiene que venir un terremoto inmenso para que nos remezca los cimientos internos?

Cual versículo de verso devastador, 3:34 se rompe la monotonía.

Silencio, silencio barnizado de sombras y se oye a lo lejos como viene galopando un aullido ronco, áspero sonido indescriptible, indescifrable como una ola rebelde que huye de las entrañas del mar y se mete por entre las fisuras, que adivina, vendrán. Después viene lo inevitable. Temblores y todos los temores emergen a la superficie.

Es claro, el Epicentro se ubica en el pecho.

Viene un dolor de estómago que ulcera el semblante, los gritos, los gemidos, el llanterío, los padres nuestros, las aves maría y de nada sirven los rezos ante el ademán terrible de la tierra que reclama sus dominios perdidos o deformados de tanta pala, ó de tanta máquina que le escarba por dentro.

Cuando la oscilación queda calma, se cuentan los críos, se preguntan y enumeran los miembros, de los cuales, algunos han quedado fatalmente enterrados bajo el adobe que también muere con ellos, galvanizados en barro como estatuas hundidas de porcelana ósea y carne rasgada ataviando una herencia de letargo infinito, en el lodo que ahora adorna las copas de los árboles.

Es tal la magnitud del terremoto, que una onda nueva ulula y murmura en las calles. No hay electricidad, no funcionan los teléfonos, menos la televisión, el agua escasea. Es en eso que los vecinos, los  lindantes, los contiguos se hermanan y acampando en lugares que jamás contemplaron seriamente, vuelven, -si cierta mesura me lo permite-, a convivir en tribus urbanas originarias. Una fogata domada para tales efectos y afectos entibia a los niños, a los más viejos, mientras los hombres se auto imponen de rondines contra las desgracias,  aparecen las barajas y juegan a las cartas, oyen atentos una humilde radio a baterías, escuchando, (a la antigua) pegadas las orejas a la voz del locutor que comenta los sucesos. Intentando no prestarle demasiada atención a las réplicas que repican campanas subterráneas de desgracias en ciernes.

Hace falta una desgracia sin precedentes para que se hablen los que estaban enojados, para que se miren a los ojos los que siempre pasaron con el mentón en alto.

ESTADO DE INDIGNACIÓN

El toque de queda será siempre un toque contra la dignidad, tendrá siempre un sabor a tufillo de fantasmas que en vida también arrastraban cadenas. Esto a razón de desmanes, saqueos y desvalijamientos varios.

En relación a esto, me parece claramente observar una malformación ideológica, por parte de una gran mayoría de individuos de izquierda, lo cual los impulsa a justificar a brazo partido a la rapiña, que de la noche a la mañana asaltó todo a su paso. La idealización de las clases marginadas, el endiosamiento de la clase obrera a ultranza. ¿No hay sinvergüenzas y aprovechadores entre los desposeídos? ¿No existen los oportunistas de desgracias, los vividores, los parásitos de la sociedad toda, la que sea?

Corolario de un terremoto moral, de una mano telúrica que desnuda el rostro oculto de muchos.

¿Por qué esa masa no ha sido capaz de levantarse y actuar con tanta decisión en contra de las alzas, de los salarios mediocres y contra tanta injusticia?

El lumpen y la delincuencia, ha actuado muchísimo más rápido que los discursos de estado o los deseos de las gentes de izquierda.

Convengamos que el sistema individualista, que impera como imperio sobre las cabezas, será el responsable que hordas de gentes que buscan para beneficio propio y sólo propio, y no colectivo, es el responsable de tanto desorden.

Pero, ¿No le parece demasiado fácil, culpar sólo al sistema y nada más que el sistema? ¿No existen responsabilidades individuales, personales? No había pasado ni siquiera un día de la tragedia, ¿y el hambre, horrible y atroz maceraba ya los rostros infantiles?, ¿era imposible esperar un poco más? y fue en eso, que cansado de “tantas horas” (¿?) Sin un bocado, saltaron como fieras muchos a intentar alimentar a su prole con una pantalla plana que bien plasma la mentalidad de algunos, no hay comida ni electricidad, pero los hornos microondas,  los refrigeradores se ven tan livianos cuando trotan callados por algún pasaje. El robo de licor, de alcohol al por mayor, es para capear el frío que vendrá, es para venderlo y comprar comida obviamente.

Hubo gente realmente buscando que comer, eso es claro. Pero eso no justifica cualquier comportamiento.

Hipotéticamente hablando, ¿Si este terremoto hubiese ocurrido en un país Socialista? Los mismos que demonizan a los militares o carabineros, ¿Tendrían el mismo discurso? Tengo la leve sensación de que no, algunos son más papistas que el papa, de ejemplo, menciono una taza de leche, un cuento de hadas, donde todo era bueno y no existía nada malo, la ex URSS.

¿Cuántas bibliotecas asaltadas, cuántas librerías saqueadas? Los libros también se pueden vender y son bastante caros en Chile. (Ninguna).

Bandas desvalijando casas, robando a patadas los muebles de algunos afectados, tiroteándose los vecinos, empeñados y empuñados en defender sus pocas pilchas.

Si fuesen aquellas turbas movimientos organizados en pos del bienestar común, social, colectivo, quizás eso sería otra cosa, pero no lo es,  prueba de ello, es la patética, minúscula y casi inexistente izquierda que habita el país, la cual tiene cero ingerencia en las grandes masas.

Ganó un representante de la derecha, para los que no están enterados, en segundo lugar quedó uno de la centro derecha.

Quedó claro, el exitoso capitalista Jaguar de Latinoamérica es un pobre gato de chalet mojado, un país bananero, tercermundista y su sálvense quien pueda. De la madrugada al alba, se instaló el planeta de los simios con cacos y macacos como líderes.

Fue doloroso y vergonzoso vernos a nosotros mismos sin las habituales máscaras.

MAR ADENTRO

Hasta este aciago día, creí prudencia y sapiencia popular el contemplar y preveer que ante cualquier terremoto cerca del mar, lo primero que se debería hacer es dejar las pertenencias y observarlas desde una muy alta panorámica. Lamentablemente, sean cuales sean los motivos, pereció gente indefensa ante el abrazo líquido mortal de la madre naturaleza.

Intentando minimizar la situación, desperdigando calma en los discursos, el gobierno y la Armada chilena cometieron un malentendido que costó la vida de mucha gente. Lamentable, pero un error doloso, una torpeza grave que será motivo de sanciones cuando llegue el tiempo y la calma. Creer que algunos sabían de esto y adrede y con desidia callaron, buscando ¿Qué esos compatriotas murieran?  Para bastante exagerado.

UNA AYUDITA POR FAVOR

Respecto a la ayuda, deberían evitarse tanta bolsita modesta y tierna. ¿Qué tal un aumento salarial? ¿Educación gratuita sin distinción? ¿La salud y los medicamentos bienes colectivos? ¿Luz, agua y gas en manos del estado y no con saqueadores de cuello y corbata? ¿Nacionalización de la banca y la minería? Instalar los arreglos y disposiciones necesarias para la correcta comunicación a lo largo del país.

Viviendas para todos los allegados, a los sin casa, condonación de las deudas, en honor a todos los que murieron hacinados, anegados, amontonados entre montón de piernas y brazos que manoteaban en contra de la muerte en medio de la oscuridad.

Indemnización por parte de la telefonía celular por demostrar lo inútil de su servicio.

Arrancar de cuajo los peajes en las carreteras y enjuiciar a los sinvergüenzas que se dicen constructores, arquitectos, ingenieros y responsables del estado que estafaron al país, etcéteras.

Este terremoto, le ha venido como anillo al cepo a los gobernantes, el violín lacerante será telón de fondo en cada discurso por un par de años. “La reconstrucción del país necesita de mucho esfuerzo, voluntad y sacrificio” (de los pobres por supuesto). Las empresas constructoras y otras, observan los noticiarios y se creen en el paraíso.

La tierra se arremolina, revuelve y mezcla de adentro hacia afuera, de afuera hacia adentro, devolviendo quizás los antiguos desaparecidos, permutándoles fríamente por carne fresca de compatriotas que adornan los pinos, los fondos marinos y las quebradas, a los cuales,  desde ya se les extraña, buenos, malos, los mejores, se les extraña.

Por Andrés Bianque


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